ELECCIONES EN GRECIA

La necesidad apremia

Dos ciudadanos pasan junto a un 'sin techo' durmiendo en un banco, en Salónica, este jueves.

Dos ciudadanos pasan junto a un 'sin techo' durmiendo en un banco, en Salónica, este jueves.

MONTSERRAT RADIGALES / ATENAS (ENVIADA ESPECIAL)

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Yakub, de 30 años, tenía un negocio de productos eléctricos en Afganistán. Pero tuvo problemas con los talibanes y huyó. Acabó en Grecia, donde ahora malvive, con su mujer y sus dos hijos menores, al habérsele terminado el dinero que trajo. «Vivimos 10 personas en una habitación», explica. Habla buen inglés y tiene formación, pero no encuentra trabajo. «No sabíamos que la situación económica aquí era tan mala», se lamenta.

Wadrek tiene 55 años, es de Polonia, pero vive en Grecia desde 1988. Trabajaba en la construcción. Hasta el 2004 tuvo empleo de forma más o menos regular. Ahora ya no se encuentra nada.

Rade Pantélic --«aquí me llaman Pandelís», explica-- es de Serbia. Tiene 58 años y residencia legal en Grecia. Se fue de su país a causa de las guerras de los Balcanes en los 90. Mientras aprendía griego trabajó en labores agrícolas, pero después encontró un puesto en un parque biotécnico, donde trabajó en líneas de producción de embotellado de aceite. Con la crisis, la empresa se fue al garete.

Yakub, Wadrek y Rade hacen cola en el comedor social Kyadá, en la calle Sofokleous, en el centro de Atenas, donde obtendrán una ración de comida gratis que se llevarán a casa. Encajan en el perfil que hace unos años era el habitual: personas procedentes de la inmigración. También había ciudadanos procedentes de familias desestructuradas y sectores marginales. Una mirada rápida a la cola y después a los jardines del centro permite detectar la presencia de drogodependientes y alcohólicos.

USUARIOS HABITUALES

Pero tras seis años de una crisis durísima que ha hecho desvanecer el 30% de la economía griega, ciudadanos con un perfil muy distinto se han convertido también en usuarios regulares del comedor social. Gente como Yakobos, un griego de la isla de Lefkada (conocida también como Lefkas), que vive en Atenas. Se dedicaba a colocar baldosas en las casas y tenía tanto trabajo que no daba abasto, así que creó su propio negocio, empleando hasta siete personas. Trabajó unos años para una empresa más grande, pero llegó una drástica reducción de personal y se fue a la calle. A sus 46 años no ha encontrado nada. Ahora acude al comedor social para comer. «He perdido la dignidad, por culpa de los políticos, muchos hemos perdido la dignidad», asegura Yannis, un griego de 60 años que también echa mano del comedor social.

Un informe publicado hace unos días por el Instituto de Empresas (IME), la principal asociación de las pequeñas y medianas empresas (pymes), aseguraba que un tercio de los hogares griegos viven por debajo del umbral de la pobreza y se encuentran endeudados. Un 34,4% de los hogares tienen ingresos familiares anuales inferiores a los 10.000 euros y otro 34,3% de las familias no superan los 18.000 euros anuales. Desde el inicio de la crisis, casi todos los hogares (el 93,7%) han experimentado un declive significativo en sus ingresos y las desigualdades se han acentuado. El 46,9% asegura que sus ingresos son insuficientes para cubrir sus necesidades básicas y el 55% dice que ha tenido que pedir prestado a familiares o amigos, o ha tenido que vender algunas de sus pertenencias. Un 42,5% cree que en el 2015 no será capaz de hacer frente a sus necesidades domésticas.

CENTRO MUNICIPAL

El comedor social Kyadá es un centro municipal, dependiente del Ayuntamiento de Atenas. Según la directora, Elena Katsovli, reparte 1.600 raciones cada día (unas 800 o 900 al mediodía y el resto por la tarde). Además, deja la instalación para que, entre una tanda y la otra, la Iglesia ortodoxa griega haga también su reparto, lo que supone unas 700 raciones más. «Al principio repartíamos unas 200 o 250 raciones y quienes venían eran gente en situación muy difícil, inmigrantes sin papeles y sectores muy marginales. Ahora viene también gente de 35 o 40 años que vivía bien, pero ha perdido el trabajo, que tiene casa pero no puede comprar leche a los niños o no tiene lo básico para subsistir», señala Katsovli.

Dicen que a caballo regalado no le mires el dentado. Nadie espera una delicatesen, pero muchos usuarios se quejan de que la comida no reúne la calidad mínima. «Hace dos años que vengo. Cada día es macarrones o arroz. Solo los domingos dan un trozo de pollo», asegura Wadrek. «Es muy mala. A veces es mejor quedarse algún día sin comer», subraya. «Es una mierda, con perdón», añade otro usuario. Corren tiempos duros.