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Siento miedo ante el 1-O

Los presidentes Mariano Rajoy y Carles Puigdemont, en el Salón del Automóvil de Barcelona, el pasado 12 de mayo.

Los presidentes Mariano Rajoy y Carles Puigdemont, en el Salón del Automóvil de Barcelona, el pasado 12 de mayo. / JOAN CORTADELLAS

Jesús Pichel

Leo a diario con interés distintos medios digitales de distintas tendencias y de distinta procedencia geográfica, aunque no todos -algunos, los de la derecha más rancia y forofa no me interesan nada-. Leo con especial interés las noticias y las columnas de opinión sobre el desafío secesionista en Catalunya porque, sin olvidar la corrupción, los recortes sociales, la precariedad laboral y tantos otros problemas que sufrimos, entiendo que actualmente es el mayor problema político que tenemos porque pone en entredicho la identidad -y el propio ser- del Estado.

Con mucha preocupación y detenimiento leo, además, los comentarios de los lectores a esas noticias y columnas de opinión. Con preocupación porque cada día son más agresivos los de uno y otro bando. Sé que no hay relación entre el número de lectores y el número de lectores que comentan, pero cada día se hace más evidente que abundan los comentarios provocadores, insultantes, amenazantes, que hay cada vez más resentimiento, si acaso no más odio entre sí.

No sé si el 1-O habrá referéndum o no, si el desafío soberanista llegará hasta el final o sabrá parar a tiempo -aunque no lo creo-, si el Estado será prudente o si, puestos en la encrucijada, tirará por la calle del medio. Pero estoy seguro de que el 1-O, haya o no referéndum, pasará algo porque difícilmente los más exaltados contendrán su frustración por lo que haya pasado. Y basta un estúpido loco para provocar un disparate de quién sabe qué consecuencias.

El Govern cada día tensa un poco más la cuerda con la esperanza de que el Gobierno termine cediendo o cometa alguna imprudencia, y quiero pensar que ni el Gobierno ni el Govern estarán finalmente dispuestos a llegar al disparate, pero temo que haya quienes no quieran contener su furor.

Se me acusará de estar sembrando el miedo. Vaya por delante que mi intención aquí es la de expresar mi propio miedo a que algún desalmado, españolista o independentista, vomite su rabia encendiendo la mecha de la brutalidad.

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