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Los Jordis no son presos políticos

El presidente de la Asamblea Nacional Catalana (ANC), Jordi Sanchez, y el d Òmnium Cultural, Jordi Cuixart, muestran papeletas del referendum del 1-O en Barcelona.

El presidente de la Asamblea Nacional Catalana (ANC), Jordi Sanchez, y el d Òmnium Cultural, Jordi Cuixart, muestran papeletas del referendum del 1-O en Barcelona. / EFE / ALEJANDRO GARCÍA

José González Fuxà

Me parecen increíbles las asimilaciones que en los últimos días se han venido haciendo en Catalunya, y que culminan con el encarcelamiento preventivo de los líderes de las asociaciones soberanistas, que hemos visto alentar a desobedecer las órdenes de los jueces a la población, a los que hemos visto caminar sobre los vehículos de la guardia civil y utilizarlos como escenario para remover unos ya más que caldeados ánimos, a los que hemos visto apoyar una huelga general, promovida también por el Govern, con el objetivo de dar soporte y legitimar un movimiento de separación que se encuentra al margen de la legalidad democrática europea, entre otros etcéteras. Los han llamado presos políticos, pero no están en prisión por sus ideas, sino por sus actos. 

Además cabe decir que existe por las redes sociales un mensaje en el que se sostiene que este encarcelamiento es resultado de una sentencia ya formada, lo cual se aleja mucho de la realidad. El suceso de ayer supone la culminación de la segunda de las mentiras del independentismo: la existencia de alguien a quien se le pueda llamar preso político con base en un encarcelamiento. La primera de las mentiras es la de que Catalunya es un pueblo oprimido, puesto que no se entiende que un pueblo oprimido ostente todas las competencias de autogobierno que se estipulan en el artículo 148 de la CE, ni que tenga reconocido ni promovido el desarrollo de su cultura y su lengua en ella.

Jamás en su historia Catalunya ha gozado de semejante autogobierno y libertad, ni cuando se formaron los condados catalanes, ni cuando Casanova lideró la célebre batalla de 1714; y la ley de transitoriedad, con arreglo a su letra, no protege mejor la cultura e instituciones catalanas.  

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