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Las escuelas y los menores, en el centro del huracán

Niños del colegio Fructuós Gelabert en la fila para entrar a las aulas.

Niños del colegio Fructuós Gelabert en la fila para entrar a las aulas. / ALBERT BERTRÁN

Los pequeños están siendo protagonistas involuntarios de reproches políticos: de acusaciones entorno su educación y su presencia ilícita en actos y entornos. La manipulación de menores es moralmente ofensiva y emocionalmente repulsiva, por lo cual tiene un efecto de repudio inmediato en quien la percibe en la alteridad.

Presupongo que el afán de protección ha situado a los pequeños en el centro de las miradas y que el deseo de preservarles es la razón de tales controversias. Pero a pesar de ello, me queda cierto regusto de instrumentalización. Sobre todo cuando se oyen tantos ecos de '155'.

Las escuelas se encuentran en el ojo del huracán, angustiando familias (al margen de su ideología) y ofendiendo a docentes que denuncian injurias entorno su tarea. El malestar general se aviva, el sesgo estigmatizado en las relaciones sociales se alimenta y nuestros hijos se sitúan al centro del altercado.

Los adultos vivimos la situación inquietos. Ellos preguntan e indagan porqué, al igual que los mayores, tropiezan con mucha información y muchas emociones que gestionar. Pertenece a todos explicarles y acompañarles. Sin entrar en niñeces de 'buenos' y 'malos' y entendiendo que sus inquietudes responden a su necesidad de comprender (no a inculcaciones ajenas). 

Por favor, dejen a los pequeños y sus escuelas al margen. Respétenles la tranquilidad que merecen. El origen del independentismo no rae en los centros educativos. No seamos tan simplistas al abordar un problema tan amplio como complejo.

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