Contenido de usuario Este contenido ha sido redactado por un usuario de El Periódico y revisado, antes de publicarse, por la redacción de El Periódico.

"El cáncer, un despertador de la vida"

La Carrera de la Mujer a recauda 130.000 euros contra el cáncer de mama en Barcelona.

La Carrera de la Mujer a recauda 130.000 euros contra el cáncer de mama en Barcelona. / ALBERT BERTRAN

Miles de mujeres se someten a tratamientos de fertilidad para cumplir el sueño de ser madres. Entre ellas, yo, una  mallorquina de 34 años, que mientras escribe estas líneas, tiene a su lado un sueño: Eric.

Entretodos

Publica una carta del lector

Escribe un 'post' para publicar en la edición impresa y en la web

El año pasado, mi pareja y yo nos encontrábamos haciendo excursiones al hospital, día sí día no durante varias semanas. Con los nervios a flor de piel, por una parte por las expectativas que depositas en el tratamiento y por las hormonas que te inyectas. Tales son los nervios, que mi pareja debía llevar un paraguas “anti-brotes emocionales”, porque sin previo aviso aparecía una tormenta emocional difícil de gestionar.

Durante varias semanas, mi comportamiento estaba robotizado y toda mi concentración se basaba en  visualizar el cartel  'Unidad de reproducción'. Un día estaba sentada fuera de la consulta, y me puse a observar a la gente que estaba en la sala de espera colindante a la mía, las mujeres llevaban pañuelos y muchos de los hombres no tenían cabello. Se trataba de las consultas de oncología. El primer sentimiento que me invadió fue la lástima, pensaba que a solo unos metros se materializaba una contradicción: en una puerta se creaba vida y en la otra se luchaba por mantener la suya propia. Lo que yo no sabía es que esa puerta que estaba tan cerca y tan lejos a la misma vez, la iba a cruzar en mi séptimo mes de embarazo.

En tan solo dos meses de las visitas a unidad de reproducción, mi marido y yo salimos de la consulta con una sensación victoriosa, ¡estábamos embarazados! La felicidad nos invadía, teníamos la sensación de que nada podía salir ya mal. Fue un embarazo lleno de altibajos.

En mi séptimo mes de embarazo, un inquilino desagradable se instaló en mi cuerpo. En el momento me dieron la noticia, millones de emociones contradictorias me invadieron, entre ellas el miedo y la ira. Y solo me hacía una pregunta sin respuesta: ¿Por qué yo?

Yo era, y digo era porque el cáncer ha cambiado mi forma de ver la vida, alguien que basaba su vida en logros. Pensaba que era mejor trabajar más de ocho horas, que mi valía se medía por títulos universitarios... Yo no sé si llegué a esos límites por mi historia personal, o por el miedo. Un miedo que se ha convertido en una pandemia social, fruto de la crisis económica recientemente vivida. Lo único que me llevaba era a tener un autoestima baja que no me dejaba poner límites a nada ni a nadie, y vivir con ansiedad.

Para mí el cáncer es un despertador de la vida. Cuando te lo diagnostican, te replanteas tu vida. Tu mundo se desvanece, tu vida en ese preciso instante se paraliza, y da sentido a esta afirmación: “Cuando crees que tienes todas las respuestas a tus preguntas, va el universo y te las cambia”. En mi caso en particular, es difícil describir esa explosión de emociones agridulces cuando albergas lo más deseado, y menos deseado simultáneamente. Podría decir que este inquilino desagradable que se instaló sin mi permiso compartiendo casa con mi futuro hijo, me ha enseñado algo: a vivir la vida porque nunca sabes cuando se acabará. Pero también decirle, que su contrato de alquiler unilateral está finalizando, que en menos de un año deberá abandonar mi cuerpo, que le agradezco todo lo que me ha enseñado, pero que nunca más,  quiero volverlo a ver.

Participaciones de loslectores

Másdebates