El partido de Mestalla

Al Barça no le basta con orgullo

Bartra dio vida al cuadro azulgrana, que anduvo otra vez a remolque en el marcador y el poste negó el empate de Neymar tras el gol de Bale

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JOAN
DOMÈNECH

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Las finales se ganan, no se juegan, dicen. El Madrid la ganó y el Barça la jugó, perdiendo fútbol a cada día que pasa hasta enterrar en una semana el trabajo de la temporada, quién sabe si el de varios años. El orgullo mantuvo en pie a un equipo cuyo declive es indiscutible, y que gracias a la personalidad de algunos de sus hombres le permite ir tirando mientras va perdiendo quilates de fútbol. Tuvo que ser Marc Bartra, el último llegado, quien diera vida en el marcador al Barça con una tirita que Bale arrancó violentamente.

Bale se pegó una carrera de velocista (ante Bartra, el único azulgrana que corrió hacia atrás) y se plantó ante Pinto batiéndole con un tiro entre las piernas. A continuación, Neymar estrelló un remate en el poste que habría supuesto el segundo empate. La diferencia estuvo entre los dos fichajes del verano, de cuyo precio nadie quiere acordarse y nadie sabe a ciencia cierta. Anoche, en la simbólica partida de presidentes-secretarios técnicos, Florentino Pérez también ganó al ausente Sandro Rosell.

MESSI, OTRA VEZ AUSENTE / Neymar chocó con el palo, como antes lo habían hecho Benzema y Modric, pero chocó. Messi ni eso. Con otra actuación para levantar sospechas, cuando no críticas, siguió en su línea ausente, pasiva, entre la indolencia de no pedir la bola y la impotencia de no poder jugarla. Ni de correr siquiera para perseguir la pérdida que entronizó a Bale hasta el altar de la Cibeles. Messi no mostró ni el afán por conducir a sus compañeros, como tantas y tantas veces hasta la gloria, y aprovechar que Cristiano, su gran rival, estaba sentado en la grada.

Messi no estuvo y el Barça perdió, confirmando la enorme dependencia que tiene y siente el equipo del astro que le ha iluminado y la falta de alternativas a la dimisión del argentino, algo que señala a los compañeros y a los entrenadores.

LA FÓRMULA NO CHUTA / Martino repitió la fórmula de los cuatro centrocampistas con el comprensible argumento de que le había funcionado ante el Madrid, obviando que la eficacia del entramado es cada vez menor. En el Calderón, último precedente de su uso, fracasó. Por el resultado y por la expresión global sobre el césped. Hace una semana y ayer, el Barça encajó el primer gol de sopetón y se vio obligado a ir a remolque. Ante el Atlético fueron 85 minutos de gasto inútil, ayer 80 con el paréntesis que abrió Bartra poco después de que Tata retirara de nuevo a Cesc y pusiera a Pedro en el campo.

Había pasado una hora de nada. De vacío. De ataque vacuo, como aquel partido de balonmano con el que se quiso describir el ataque infructuoso del Barça sobre el Chelsea y sobre el Inter de la era Guardiola, que se sigue repitiendo. Desde entonces, nadie encontró la solución, ni en el campo ni en el banquillo. Al contrario, el Barça empeora, atacando peor, con mucha más lentitud. Marcó de córner, gracias a Bartra, que había chutado desde fuera del área y luego superó a Pepe en el salto y dio vida al Barça.

TODO POR DENTRO / Hasta entonces se la estaba dando Busquets, evitando males mayores atrás, e Iniesta huyendo de ese reducto al que le encerraban Carvajal y la línea de banda dentro de la pizarra de Martino. Creó juego por dentro, donde se apelotonaban todos los jugadores: sus compañeros esperando el balón al pie, más los madridistas formando dos líneas de cuatro en la frontal del área. Al Barça no solo le faltó un delantero por delante del balón: le faltaron los tres, con Neymar orillado al extremo derecho y Messi en esa zona difusa del balón del área desde donde sorprende cada vez menos entre lo mucho que le tienen controlado y lo poco que hace él por buscarse la vida para seguir escribiendo una carrera única.

ENVEJECIMIENTO / Cuando Iniesta regresó a su sitio, el Barça se sintió rejuvenecer. Una falacia. El avance del tiempo es implacable y pesan los años. Con el Barça pasándose el balón de pie en pie, de estación en estación, a más de dos toques, resultó bastante sencillo para el Madrid conservar el valioso gol de Di María. Si lo fue para el Valladolid y para el Granada, ¿cómo no iba a serlo para un equipo que ha tenido a Mourinho y tiene ahora a Ancelotti, que no olvida sus genes italianos?

El Madrid jugó con fuego de tanto esperar, y dirán que fue una trampa para que el Barça sucumbiera al contragolpe. Y, en verdad, así fue. En dos pérdidas por la banda derecha, donde Dani Alves marcó una época que definitivamente ha acabado, apuñaló a su eterno rival de nuevo en Valencia. Jugando mucho menos, pero volviendo a ganar.