Visita a la estación 'fantasma' del metro de Correos

MANU MITRU

Correos, estación fantasma del metro de Barcelona, un andén de segunda división si se le compara con los grandes espectros del suburbano de otras ciudades, tiene que visitarla alguien cada cierto tiempo para dar fe de su preocupante descomposición, pobrecita, cómo está, y también para sacar de ella renovadas lecciones. Ahí ha estado de madrugada esta semana, cuando el metro duerme, ‘barceloneando’, en lo que podría considerarse una sesión de espiritismo periodístico. El fantasma de Correos ha hablado y ha mandado, desde el más allá, tres mensajes para los del más acá. Primero, que esta ciudad, para lo presumida que es, ha sido siempre muy rácana con la arquitectura de sus estaciones de metro. Segundo, que si a alguien le parece que las de la L9 son las obras de un faraón loco, que mire atrás en el tiempo, porque esa ha sido la tónica en Barcelona desde que en 1924 se inauguró la primera línea. Y tercero (agárrense, que el fantasma hasta ha hablado de política), la estación de Correos pide que recelen de quienes acomodan a su gusto la historia de este país, porque en una de sus paredes se atestigua que por aquí hubo hasta catalanistas franquistas, que se dice pronto.