Tú y yo somos tres

La crítica de Monegal: Cada reportero es una guerra, como en ‘Fahrenheit 451’

Ferran Monegal  Cuarto milenio

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Ferran Monegal

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Veo a Vicente Romero, el que fue gran ‘routier’ de TVE, enviado especial en mil conflictos, reportero en decenas de guerras, inaugurando en ‘Cuarto milenio’ una sección titulada ‘Crónicas secretas’. Se ha dado cuenta Iker Jiménez de que Romero es un colosal archivo viviente –con imágenes incluidas que grabó por medio mundo, y con su hijo Miguel– de sucesos que deberíamos conocer.

Habló de las matanzas en Sierra Leona, del genocidio de Ruanda, y de los estragos del ébola, otro virus mortal del que ya no se habla porque al primer mundo no nos afecta. Habló de los criminales guerrilleros del FRU, amputando las manos de las niñas a la altura de las muñecas, niñas recogidas luego en el campo de mutilados de Murray Town. Recomendó que leyésemos ‘Los hombres leopardo se están extinguiendo’ del cooperante y profundo analista de África Chema Caballero. Y al final advirtió: «Ahora la tele solo habla de de Ucrania. Pero hay otras guerras que la tele ignora sistemáticamente. La de Tigray (Etiopia), la del Yemen...».

¡Ahh! Apoyo que Iker inaugure en su programa una zona de descanso sin platillos volantes ni  ufólogos, y haya creado una burbuja que nos pone los pies en la tierra, en este planeta en el que están pasando cosas graves que la tele no nos enseña. Tenemos reporteros que se han pasado media vida siendo nuestros ojos, y nos hemos olvidado de ponernos las gafas para verlos. Los que manejan el negocio de la tele aseguran que estas crónicas crean rechazo en la audiencia. Por eso prefieren seguir la evolución del rompimiento de la tibia y el peroné de Belén Esteban, a quien deseo una pronta recuperación porque ella no tiene ninguna culpa de esa evasión televisiva a la que me refiero. Lo que deberían hacer es un programa semanal en que cada reportero televisivo fuera una guerra. Romero sería quizá la de Ruanda; Mayte Carrasco, la de Siria; Mònica Bernabé, la de Afganistán...Y que enseñasen lo que es el mundo de verdad a la audiencia. 

En 1966, François Truffaut adaptó para el cine la novela de Ray Bradbury ‘Fahrenheit 451’. Allí nos enseña que cada persona es un libro («¡Yo soy ´'Madame Bovary'! ¡Yo soy 'El Quijote'!...») que transmite verbalmente a las nuevas generaciones porque el Nuevo Orden Mundial ha prohibido los libros y los quema. Cada persona es la memoria de un libro, para que no desaparezca. Tome nota la tele.

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