TÚ Y YO SOMOS TRES

La dama que quedó 'flasheada' por Rufián

La dama que quedó 'flasheada' por Rufián Tú y yo somos tres. Por Ferran Monegal

 Gabriel Rufián y su nueva 'fan' (El objetivo). / periodico

Ferran Monegal

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Apasionante caso el que surgió la otra noche en El objetivo (La Sexta). Puso Ana Pastor a Gabriel Rufián frente a una grada repleta de ciudadanos y ciudadanos, para que contestase las preguntas que le formulasen. Y de pronto se levantó una señora residente en Mataró, Cristina Cárdenas, de 48 años de edad, agarró delicadamente el micrófono que el programa le brindaba, y exclamó notablemente emocionada: «Usted y yo, señor Rufián, tenemos una historia muy bonita que usted todavía no sabe», y después de este preámbulo pasó a relatar el caso. Contó que al principio, cuando veía a Rufián por la tele, le desagradaba. Dijo: «Yo pensaba, ese chulito, el chulito ese...» y apagaba enseguida el televisor porque no lo soportaba. Hasta que de pronto le vió el pasado julio, en aquella memorable sesión del Congreso de los Diputados, «cuando usted se dirigió a Iglesias y a Sánchez, ¡y me ‘flasheó’, señor Rufian! Quedé totalmente ‘flasheada’. Me emocioné. Aquel día cambió mi manera de verle. ¡Quedé encantada!». ¡Ahh! La cara que le quedó a Rufián fue impagable.No sabía si esconderse bajo tierra o correr a abrazar a la dama.  Hombre, el caso es muy hermoso. Esta expresión que empleó la señora de Mataró, flasheada, lingüísticamente es muy acertada. En la historia de los enamoramientos clásicos, con Cupido  de por medio, se suele hablar de flechazo. En esta ocasión, tratándose de una historia de amor que nace de la contemplación de Rufián en la tele, lo de ‘quedar flasheada’ es de una precisión admirable.

Cuando Gabriel Rufián hacía aquellas vistosas performances en el Congreso de los Diputados, enarbolando grilletes y diciendo «Ojalá un día un tal M punto Rajoy esté con uno de estos», o cuando sacaba una impresora y exclamaba «Esta no imprime billetes de 500, esta es una impresora republicana», cuando ejecutaba estos números, desde mi punto de vista tan perfectos como escenificación de la denuncia en clave de espectáculo, tiene poca relevancia que a la señora de Mataró no le gustasen. Aquí lo colosal es que de pronto, a partir de julio, Rufián comenzase a salir en la tele en forma de gran estadista, exigiendo la unión de los líderes para la gobernabilidad del Estado, en lugar de pensar en separarlo. ¡Ah! Es admirable ese cambio escénico. Aquí coincido con la dama de Mataró: flasheados es la palabra.