Investigación policial
La compra de una bicicleta conduce al laboratorio de moneda falsa más grande de Europa
Los tres falsificadores coincidieron en una cárcel de València y allí planearon una imprenta que ha producido más de ocho millones de euros en billetes de 500
Guillem Sánchez
Redactor
Periodista de sucesos. Antes trabajé como redactor de sociedad en la Agència Catalana de Notícies (ACN).
Profesor asociado en la Facultat de Comunicació i Relacions Internacionals Blanquerna.
Libros Publicados: 'El Estafador' (Editorial Península) y 'Crónica del Caso Maristas' (Ediciones B).
La organización criminal que fabricaba los mejores billetes falsos de 500 euros de Europa cayó de la forma más absurda. En agosto de 2021, un hombre encontró en un terreno de Cervelló (Baix Llobregat) una mochila semioculta. La abrió y, sin poder contener el aliento, descubrió estaba llena de billetes de 500 euros. Sin hacer más preguntas, la cerró, se la colgó a la espalda y se marchó a casa.
Contó a su mujer el increíble hallazgo y juntos abrieron la mochila. Frotándose los ojos –y las manos–, comenzaron a contar: había 4.350.000 euros. Acudieron al banco sumidos en un éxtasis difícil de imaginar pero allí se dieron de bruces contra una realidad que nunca es tan amable: se trataba de moneda falsa. El matrimonio llamó a los Mossos d'Esquadra. Esta fue la primera pista que condujo a la detección de un laboratorio clandestino a capaz de fabricar billetes que los especialistas puntúan con un 9,7 sobre 10. No hay precedentes de falsificadores tan expertos en España. Ni en Europa.
La compra de la bicicleta
El 12 de agosto de 2021, un hombre entró en una tienda de bicicletas y pagó con dos billetes de 500 euros. El dueño del negocio llevó los dos billetes al banco, allí dijeron que eran falsos y presentó una denuncia a los Mossos. Tanto los dos billetes de 500 euros con los que se había pagado la bicicleta como los de la maleta eran de una factura extraordinaria, los mejores que ha visto hasta la fecha la Unitat Central de Moneda Falsa de los Mossos d’Esquadra. No resultó complicado relacionar unos con otros. Y si existían dudas, el comprador de la bicicleta, que fue arrestado por la policía catalana por aquella transacción fraudulenta, al recuperar su libertad llamó por teléfono a un vecino de Cervelló que vivía en un domicilio ubicado justo al lado del terreno en el que el matrimonio aseguró que había encontrado la mochila con los más de cuatro millones.
Caso 'Sentinel'
"Nos dimos cuenta de que lo más probable era que el vecino de aquella casa de Cervelló fuera el dueño de aquellos cuatro millones, el que los guardaba", explica el sargento Sergi Sánchez, instructor de esta investigación. Un amigo había cometido la imprudencia de coger dos de esos billetes para comprarse la bicicleta. Y al ser detenido , el primero se asustó. "Creemos que metió el dinero en la mochila y lo escondió precipitadamente en aquel terreno temiendo que la policía llevara a cabo un registro en su domicilio. Pero lo encontró aquel vecino accidentalmente y cuando regresó a buscar la mochila esta había desaparecido. La teníamos nosotros", explica Sánchez.
La investigación de los Mossos comenzó por entregar los billetes a la policía científica, en busca de posibles huellas dactilares. Funcionó: habían pasado por las manos de sospechosos habituales a los que también buscaban agentes de la UDEF de la Policía Nacional, adscritos al Banco de España. Ambos cuerpos fundieron las pesquisas en un equipo conjunto en el caso 'Sentinel', bautizado así porque el primer miembro de la red bajo la lupa era el encargado de guardar el dinero, el centinela.
Amigos de la cárcel
La investigación conjunta condujo hasta la cárcel de Picassent (Valencia). Años atrás, entre sus muros, coincidieron tres falsificadores. Tomás, Alberto y José cumplían condena por fabricar billetes falsos de 500 euros, los dos primeros, y de 50 euros, el tercero. Hicieron amistad e aceptaron en la pandilla a un cuarto miembro, Gabriel.
Gabriel era un pedófilo que había terminado en el centro penitenciario de Picassent tras una fuga por América. Huyendo de la justicia española, se ocultó en Guatemala, donde se puso a trabajar en un orfanato para abusar sexualmente de niños sin padres en uno de los rincones más vulnerables del planeta. Fue detenido por las autoridades guatemaltecas, deportado a España y encerrado en la cárcel valenciana. Le dejaron entrar en el grupo, liderado por Tomás, porque necesitaban a alguien sin antecedentes en falsificación de moneda. Que los tuviera por violar niños les importó más bien poco. El plan era crear el mejor laboratorio de billetes de 500 euros. Y ello requería viajar a China.
China
Gabriel fue quien viajó a China sin levantar sospechas y compró máquinas de impresión tipográfica, papel con marca de agua, hologramas y tintas de serigrafiar. A través de empresas pantallas de Hong Kong, el material desembarcó en España. "Cada máquina puede costar 200.000 o 300.000 euros", subraya Sánchez, que remarca que hacer billetes falsos tan bien facturados vale mucho dinero y que, por eso, hasta ahora nadie había llegado tan lejos en Europa. Ellos financiaron la imprenta con dinero de narcotraficantes.
El factor clave en esta trama era la financiación que proporcionó un traficante albano afincado en Sant Cugat del Vallès. Los investigadores sospechan que fue este puso en contacto a los falsificadores con grupos de narcos, que aceptaron financiar el laboratorio a cambio de quedarse con una parte de la producción para comprar droga con dinero falso. "Hemos recuperado cuatro millones pero creemos que hicieron cuatro más que han introducido en el circuito financiero", avisa Sánchez.
La pandemia
La imprenta iba viento en popa pero llegó la pandemia y China cerró sus puertas. Los falsificadores tuvieron que detener la producción y trasladar al laboratorio a una nave industrial de Alicante, cerca de una urbanización de lujo en la que residía Tomás, considerado el jefe del entramado. Superadas las restricciones, con la reapertura del comercio internacional, la banda volvió al trabajo.
Sobre la mesa tenían al menos dos ofertas actualmente, explica Sánchez. Una procedente de una organización criminal brasileña que quería dólares y otra, de una organización de Marsella, para hacer billetes de 50 euros. Ambas propuestas implicaban viajar al extranjero y les preocupaba su integridad fuera de España. Mientras meditaban qué oferta debían aceptar, los policías descubrieron dónde se encontraba la nave industrial de Alicante en la que escondían las impresores durante un seguimiento a Tomás y precipitaron la desarticulación antes de que se marcharan al extranjero. Los seis han ingresado en la cárcel preventivamente.
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