Educación

El superordenador de Barcelona que emplea el 'big data' para combatir el 'bullying' y la segregación escolar

La apuesta del organismo por la 'democratización de los datos' ha multiplicado por 12 la detección de alumnado vulnerable y triplicado el de necesidades especiales

La segregación escolar en 1º de la ESO baja un 26,4% en seis años en Barcelona

Catalunya sigue teniendo 410 escuelas segregadas, la misma cifra que hace ocho años

Alumnado de una escuela pública en Barcelona, este curso.

Alumnado de una escuela pública en Barcelona, este curso. / FERRAN NADEU

Helena López

Helena López

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Pese a que, como bromea Jordi Serra -hasta diciembre jefe de la unidad de sistemas de información y diseño de procesos- "tener datos no quiere decir que arregles el mundo, quiere decir que sabes lo mal que está", la transformación del Consorci d'Educació de Barcelona iniciada el curso 2016-2017 bajo su batuta para "democratizar los datos" con el objetivo de que sean estos los que guíen la toma de decisiones del organismo, ha dado frutos (de los que, además, para cerrar el círculo, tienen cifras). Desde entonces y hasta el curso 22-23 se ha triplicado la detección de alumnado con necesidades educativas especiales (NEE-A) y se ha multiplicado por 12 la detección del alumnado con necesidades educativas vinculadas a su vulnerabilidad socioeconómica (NEE-B). Una información que permite diseñar una distribución más equitativa de este alumnado y una mejor previsión presupuestaria de los recursos de apoyo que necesitan.

La idea perseguida por el equipo de Serra era luchar contra el 'agujero negro' que en demasiadas ocasiones es la administración pública, en la que el trabajador de la mesa 3 no sabe en qué trabaja el de la mesa 5, algo que impacta directamente en la ciudadanía, muchas veces obligada a dar la misma información una vez y otra. La reiterada queja de las familias vulnerables de tener que estar "demostrando" una vez y otra su pobreza. Y, en el caso de las escuelas, tener que estar reportando la misma información una vez y otra.

"Lo primero que teníamos que hacer era romper estas fronteras internas. Esto es el concepto de la democratización de la información. La información es de todos y no es de nadie. Nadie es su propietario. Cualquier persona que trabaja en el Consorci debía tener acceso a cualquier dato para poder hacer mejor su trabajo", resume el punto de partida Serra.

Jordi Serra, trabajador del Consorcio de Educación de Barcelona.

Jordi Serra, trabajador del Consorcio de Educación de Barcelona. / JORDI OTIX

El objetivo era convertir el Consorci -que trabaja con información de 240.000 alumnos, 900 centros educativos y 18.000 profesores (12.000 puestos de trabajo fijos y 6.000 profesionales haciendo sustituciones)- en un "sistema de gobierno integral del dato". Es decir, con la posibilidad de conocer de manera exhaustiva información sobre el alumnado, los centros, las familias y los profesionales, y, muy importante, "dónde están esos datos" (en qué sistemas de información), "en tiempo de gestión", una de las cuestiones de las que Serra está más orgulloso. Que no haga falta 'cerrar el curso' para acceder a la memoria estadística, sino que los datos se vayan actualizando en tiempo real, para poder solucionar los problemas mientras pasan, y no a toro pasado. Algo imprescindible, por ejemplo, en la lucha contra la segregación escolar, teniendo en cuenta que en Barcelona más del 30% del nuevo alumnado llega una vez empezado el curso.

"Es una cifra muy alta que hace que no pare nunca la distribución de alumnado. Por eso hemos alargado las políticas de distribución equitativa que muchas veces se centran solo en la reserva de plazas durante el periodo de preinscripción, que tienen un efecto en la primera distribución, pero después saltan por los aires con la nueva admisión", señala Serra, quien destaca que la detección de alumnado vulnerable ha hecho posible una redistribución "constante y equitativa" del alumnado entre los centros educativos de la ciudad. El curso pasado, la asignación de plazas en proceso ordinario fue de 23.879; en nueva admisión en verano (antes de empezar el curso, pero fuera de plazo, de 5.107, y en matrícula viva (a lo largo del curso), de 5.929.

Así, entre el curso 2020-2021 y el 2022-2023 Barcelona ha reducido en ocho puntos para I-3 la segregación escolar.

¿Cómo se gestiona todo ese volumen de información? Lo que hicieron fue crear lo que conocen como "la consola de escolarización", que va calculando constantemente cuál es el índice de segregación de cada centro, y en el momento en el que una persona llega a la oficina porque quiere escolarizar a su hijo, este programa, en función de las características del alumno, propone el centro óptimo entre los que están menos segregados en aquella zona. De esta manera, durante la matrícula viva se va reequilibrando la situación, "y, muchas veces, estos alumnos van a parar a la concertada, porque es la menos segregada", apunta Serra, quien añade, eso sí, que tras varios años aplicando este sistema "las diferencias en ese aspecto se van nivelando".

Otro de los efectos de esta nueva organización de la información ha sido -prosigue el 'padre' de la criatura- multiplicar la detección de casos de maltrato y acoso, con un protocolo propio (cinco años anterior al REVA, el nuevo sistema con idéntica función impulsado por el Departament de Educación este curso). El curso pasado registraron 753 casos, 404 de posible maltrato y 349 de posible acoso. "Antes esta información estaba dispersa. No se sabía cuántos casos había. Lo tenías documentado por correos electrónicos, pero cuando querías contar los casos para hacer políticas preventivas no tenías la información porque no estaba estructurada", prosigue.

Detección de violencias

El modelo del 'Knowledge lake' [como lo llaman también] impacta también fuera de la escuela. "Empezamos a trabajar, de forma tangencial, las violencias fuera de la escuela, y, cuando hablamos con la policía y les presentamos el protocolo para mapear las situaciones conflictivas en los alrededores de los centros, nos lo agradecieron muchísimo", recuerda el experto en gestión de información.

"Detectamos situaciones de violencia dentro del centro, como casos de acoso, o signos de maltrato explica-. Muchas veces alrededor del centro hay peleas, bandas urbanas, tráfico de drogas, incivismo... y, aunque no sea competencia del instituto, lo que pasa en la puerta le afecta. Por eso se activó un protocolo para que, cuando se detecte alguna cuestión vinculada a la seguridad cerca del centro, este pueda reportarlo y esa información puedan verla los Mossos, la Guardia Urbana, los servicios sociales de Interior… una serie de agentes que pueden actuar", explica.

Toda esa información la ponen sobre un mapa con todas las características del hecho detectado y, cuando eso lo cruzan con los episodios de 'bullying', empiezan a ver que ahí había un potencial de predicción de casos de acoso, que es una línea en la que están trabajando. "Ahí podríamos llegar a anticiparnos; detectar que se está generando una situación de posible violencia. Porque sabes quiénes son, sabes dónde están, sabes las veces que se han peleado fuera del centro y que eso pronto afectará a la escuela o instituto", concluye.

Suscríbete para seguir leyendo