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La brecha del apareamiento: cuando las mujeres no encuentran "parejas adecuadas" para tener hijos

Nuevas investigaciones apuntan a que, más allá de la precariedad y de los tempos profesionales, un número creciente de mujeres heterosexuales postergan la crianza ante "la falta de parejas igualitarias"

MULTIMEDIA| Ni valientes ni pobrecitas, las 'monomadres' solo quieren igualdad

Sara Barrera, con su hijo.

Sara Barrera, con su hijo. / ZOWY VOETEN

Núria Marrón

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La crianza en solitario es una tarea que solo puede conjugarse con adjetivos titánicos, como bien sabe el emergente grupo social de mujeres que deciden hacerlo porque llega un momento en que o coges un atajo o te olvidas de ser madre. Sus relatos hablan de su tenaz colisión con una sociedad aún anclada en la familia nuclear, pero también señalan hacia un punto ciego sobre el que suele pasarse de puntillas al abordar el desplome de la natalidad. "Estuve 10 años con una pareja con la que al final rompí porque no quería tener hijos. Luego tuve otra relación y, ya con 39 años y del aprendizaje de las dos, decidí hacerlo sola", explica Sara Barrera, activista de los derechos de las familias monoparentales. El caso es que más allá de las carreras profesionales, la precariedad laboral, el precio de la vivienda y el fiasco de la conciliación -cuestiones nucleares-, un número creciente de mujeres heterosexuales también afirman que no tienen hijos o que han postergado el deseo de maternar hasta casi lo imposible porque no han encontrado una "pareja adecuada" para hacerlo. Las ciencias sociales, siempre diligentes a la hora de acuñar nuevos conceptos, han llamado a este fenómeno "brecha de apareamiento".

En la encuesta de fecundidad del INE, de 2018, ya se señalaba que el 10% de mujeres de entre 40 y 44 años apuntaban a que no tenían hijos por falta de pareja. Sin embargo, las pocas investigaciones que se adentran en este territorio hablan de cifras más elevadas. De hecho, la antropóloga y profesora de Yale Marcia C. Inhorn añadió esta nueva brecha -la del apareamiento- a las complejas relaciones afectivas contemporáneas cuando se dio cuenta de que "la falta de parejas masculinas e igualitarias" era una de las razones principales por las que las mujeres intentan prolongar su fertilidad.

Investigación

En su trabajo, Inhorn entrevistó a 150 treinteañeras estadounidenses que habían congelado sus óvulo, un colectivo que incluso la academia había caricaturizado como poco menos que incautas adictas al trabajo que se proponían alcanzar la cumbre corporativa pactando con la industria de la fertilidad. Y aunque la hipótesis inicial de la antropóloga era que las aspiraciones educativas y profesionales habían obrado ese giro hacia el hackeo de la biología -es un hecho que la consolidación profesional coincide con los años de fertilidad femenina-, concluyó que las mujeres de ese grupo social lo hacían porque no estaban encontrando una "pareja reproductiva igualitaria" con la que criar.

"Ellas [profesionales con sueldos desahogados] se habían socializado en la posibilidad de tener una carrera, una familia y una relación igualitaria, mientras que la pareja no ocupaba un lugar destacado entre las prioridades de los hombres que habían conocido, la mayoría reacios a comprometerse y no preparados para la paternidad", añade la autora de 'Motherhood on ice', quien asegura que "cerrar la brecha entre géneros es uno de los desafíos políticos de las próximas décadas".

Desencuentros

Ese desencuentro lo conoce bien Montserrat Lacalle, psicóloga y profesora de los Estudios de Psicología y Educación de la UOC: en su propia consulta ve a un número creciente de personas -"muchas mujeres, pero también hombres"- que no han renunciado a tener hijos, sino que "la vida les ha llevado hasta ahí". "Nos cuesta mucho encontrar pareja y más aún dar ese paso adelante que es tener un bebé: para hacerlo las relaciones requieren de un mínimo tiempo para estabilizarse y ahora son altamente volátiles", apunta. "No nos escontramos y esa dificultad está provocando malestar e insatisfacción".

Hay consenso en que entre las razones de ese desencuentro figuran los ansiosos mercados del deseo que han impulsado apps y redes sociales -con el recurrente consumo de relaciones-; el hecho -positivo- de que la crianza ha dejado de ser un mandato de obligado cumplimiento, y que "somos más exigentes e individualistas, y nos cuesta hacer renuncias", añade la psicóloga.

Brecha de responsabilidades

Más allá de esta trastienda afectiva, la psicóloga perinatal y doctoranda en sociología Vega Pérez-Chirinos relaciona esa brecha de apareamiento con "una brecha abismal" de responsabilidad frente a los cuidados entre hombres y mujeres. "Muchos de ellos viven una adolescencia prolongada y no han desarrollado habilidades domésticas básicas -explica-. Antes este tema no era tan crucial porque se daba por hecho que tendrías hijos y que su cuidado era cosa de las mujeres. Pero ahora las mujeres que quieren ser madre tienen más expectativas y quieren criar de forma igualitaria, y a muchas veces o no encuentran con quién hacerlo o desconfían de que su pareja, por ejemplo, llegue a poner coto al trabajo o a los hobis". Más allá de criar en solitario, un ejerecicio extremadamnte exigente, las fórmulas para tener hijos fuera del ámbito de la pareja aún son muy minoritarias.

Igual que hace 20 años

Según Pérez-Chirinos, hacerse esas preguntas antes del embarazo es positivo, porque a menudo esa falla entre lo que una espera y el otro da detona durante el posparto. "Más allá de si se quiere o no tener hijos y de que la edad fértil de los hombres es más longeva, lo que a menudo tensiona las parejas y posterga decisiones que abocan a las mujeres a las técnicas de fertilidad, la asignatura pendiente de un grueso de ellos es que no saben cuidarse ni a sí mismos ni a los demás, y ahí está el problema", apunta la escritora y tallerista Coral Herrera, que ha auscultado las relaciones afectivas en libros como 'La construcción sociocultural del amor romántico'.

Cabe decir que tampoco es que las mujeres que acuden a la consulta de Pérez-Chirinos o a los talleres de Herrera carguen con un fardo de prejuicios. La última encuesta del CIS señalaba dos datos aparentemente contradictorios: que las madres aún dedican el doble de tiempo al cuidado de los hijos -una brecha que según estudios internacionales apenas se ha recortado en los últimos 20 años, lo que supone una gran fuente de conflicto y malestar en las parejas- y que el 44% de los hombres se consideran discriminados por las políticas de igualdad.

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