Escenario demográfico

La natalidad sigue en caída libre: los demógrafos confían en la inmigración para paliar el desplome

El sistema educativo afronta el reto de perder el 20% del alumnado en 10 años por la baja natalidad

La natalidad se desploma: cuando la precariedad deriva en infertilidad involuntaria

La natalidad en Canarias se desploma hasta alcanzar mínimos históricos

La natalidad en Canarias se desploma hasta alcanzar mínimos históricos

Patricia Martín

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La natalidad se desploma. En los cuatro primeros meses de 2023 nacieron en España 103.443 niños. La cifra más baja desde 2016, según la estadística mensual publicada este miércoles por el Instituto Nacional de Estadística (INE). El registro supone que la natalidad no se ha recuperado después de la crisis del covid, como esperaban los demógrafos teniendo en cuenta que, tradicionalmente, se producen rebotes tras las crisis económicas. No obstante, aunque la pandemia apenas sea ahora perceptible, las mascarillas siguieron siendo obligatorias en interiores hasta abril de 2022 y el pasado verano -cuando se produjeron los embarazos de las mujeres que dieron a luz en abril- se registró la séptima ola.

Siga influyendo o no la pandemia, lo cierto es que la tasa de nacimientos de enero a abril es un 1,75% menor que el año pasado y un 11,05% inferior a la del 2019, antes de la llegada del virus. Y la evolución negativa es prácticamente igual en toda España. En Catalunya, por ejemplo, en el primer cuatrimestre nacieron 17.859 bebés, un 1,1% menos que en 2022 y un 11,05% menos que en 2019. Solo Aragón tiene una tasa de crecimiento positiva, con 1,5% más de nacimientos que en 2019. Por contra, la peor comunidad autónoma es Navarra, que registra un descenso del 17,6% respecto al año de referencia antes del covid.

Los datos confirman que la caída de la natalidad se ha convertido en un problema crónico, dado que en España la tasa de fecundidad lleva tres décadas por debajo de 1,5 hijos por mujer y en 2011, cuando cayó por debajo de 1,3, el país entró en el ranking mundial de Estados con tasas más bajas. De hecho, en 2021 España registró el índice más bajo de la Unión Europea, con 1,19 hijos por mujer, sólo por detrás de Malta.

En el primer de 2023 se asentaron en España 136.000 extranjeros y la previsión es que se cierre el año con más de 500.000

Aún así, todavía estamos lejos del escenario apocalíptico de una España vaciada de niños, con un cierre masivo de colegios o residencias de ancianos por doquier, gracias a la inmigración. Sí que el descenso de la natalidad implicará cambios en sectores como el de la educación, donde se calcula que el sistema educativo perderá el 20% del alumnado en 10 años. Los expertos apuntan que este reto es una oportunidad para mejorar la calidad de la educación en España, reduciendo ratios de alumnos por aula y atendiendo mejor la diversidad.

España superó por primera vez en mayo los 48 millones de habitantes, debido precisamente a las personas procedentes del exterior. Solo en el primer trimestre de 2023 se asentaron 136.000 extranjeros, lo que hace prever que en todo el año lleguen más de 500.000, cifra que podría acercase a los récords registrados en los años 2000, cuando la bonanza económica y el sector de la construcción atrajeron a cinco millones de personas en menos de una década.

Los datos mensuales de nacimientos publicados por el INE no reflejan cuántos nacimientos son de madres de origen extranjero pero la estadística anual y definitiva del 2021 indica que suponen el 21%.

Los partos de mujeres de origen extranjero fueron en 2021 el 21% del total

“La sociedad española no se va a extinguir, aunque se hable poco sobre las oportunidades que trae la inmigración”, reflexiona Elisa Chuliá, directora de Estudios Sociales de ‘Funcas’. En la misma línea, Pau Miret, investigador del Centro de Estudios Demográficos de la UAB vaticina que “mientras España crezca y haya necesidad de mano de obra con bajos niveles de instrucción, continuará esa inmigración que está alcanzando niveles récords”.

Las pensiones

Miret es optimista y considera que la caída de la natalidad “no supondrá un problema” por la tecnificación del mercado de trabajo, que implica que no se necesite tanta mano de obra. Y argumenta que ya en la actualidad hay una alta tasa de paro por lo que, si hubiera más nacimientos, “no tendrían posibilidad de encontrar trabajo”.

Los demógrafos urgen a los políticos a situar en la agenda el envejecimiento de la población

Y, en cuanto a las pensiones, aunque existe el temor de que no estén aseguradas debido a la falta de reemplazo generacional, en su opinión las jubilaciones “tienen que ver con la tasa de paro y la economía informal, es decir, dependen más de la economía, que de la demografía”.

También Diego Ramiro, investigador del Instituto de Demografía del CSIC, fía a los movimientos migratorios los posibles desafíos socioeconómicos del descenso de la natalidad. A su juicio, es previsible que continúe la llegada de inmigrantes pero el futuro no está del todo despejado porque España “compite” con otros países a la hora de atraer extranjeros y también entre los inmigrantes la fecundidad es cada vez más baja.

En este sentido, el sociólogo Luis Ayuso propone “trabajar ya en atraer población inmigrante con características que faciliten su integración” porque, a su juicio, la caída de la fecundidad provocará un problema dado que afectará al sistema tradicional de apoyos familiares, que es la base del Estado del Bienestar.

Políticas de natalidad

A este respecto, los expertos urgen a las administraciones a poner en la agenda el envejecimiento poblacional, provocado por una mayor esperanza de vida y no tanto por la falta de nacimientos, ampliando el sistema de dependencia y cuidados de personas mayores, que en la actualidad sigue recayendo en las familias y en el sector privado.

En cuanto a cómo fomentar la natalidad, con el adelanto electoral del 23-J ha quedado varada la ley de familias, que ampliaba las ayudas económicas y los permisos laborales para conciliar, pero sin que fuera la panacea. A parte de estas medidas, los expertos reclaman crear más plazas públicas de guardería y poner en marcha medidas sobre el mercado laboral y la vivienda que hagan que los jóvenes vean el futuro con esperanza.

“En los años 60 la situación económica no era mucho mejor que ahora pero las parejas tenían la perspectiva de que sus ingresos iban a mejorar, el futuro no era tan incierto como ahora”, explica Chuliá. “Lo que funciona son medidas estructurales a medio y largo plazo sobre la seguridad en el empleo porque la inversión en los hijos es mayor ahora que antes”, añade Diego Ramiro.

“Lo que funciona son medidas estructurales a medio y largo plazo sobre la seguridad en el empleo"

— Diego Ramiro, investigador del CSIC

Motivos culturales

No obstante, la baja natalidad no solo viene motivada por la precariedad laboral o la dificultad de pagar una vivienda. También está causada por motivos culturales, dado que ahora los jóvenes tardan más en encontrar una pareja estable y en decidir con quién quieren tener hijos. Unido a lo anterior, como la esperanza de vida ha crecido, “piensan que les queda mucho tiempo y quieren disfrutar de la juventud sin el esfuerzo que a corto plazo supone tener un bebé, en un contexto en el que la oferta de ocio es mucho mayor que antes y la llegada de un niño supone una restricción al tiempo libre que muchas parejas no quieren llevar a cabo o quieren retrasarlo lo más posible”.

De hecho, España encabeza el ránking europeo de madres mayores de 40 años. La proporción de partos de madres de 40 o más años se ha multiplicado por seis entre 1993 y 2021, al pasar del 1,8% al 10,7% del total de nacimientos. Y ambas circunstancias se retroalimentan entre sí porque si se retrasa mucho la maternidad pueden aparecer los problemas de infertilidad que, a su vez, provocan que parejas que desean ser padres no puedan tener uno o varios hijos.

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