En Barcelona

Dormir en la calle en pleno vendaval de diciembre: "No duermes, vives con el miedo dentro"

Cuando el apoyo de los vecinos salva a un hombre sin hogar: "Sin ellos me habría derrumbado"

Voluntarias de Arrels durante el recuento de personas sin techo efectuado en Sant Martí (Barcelona).

Voluntarias de Arrels durante el recuento de personas sin techo efectuado en Sant Martí (Barcelona). / Juan Lemus/Arrels Fundació

Elisenda Colell

Elisenda Colell

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

"¿Tú sabes lo que es vivir con el miedo dentro todos los minutos de tu vida? Miedo porque no sabes si vas a comer, por si te pegan o te roban, porque sabes que no dormirás... Vivir en las calles es imposible", afirma Lusian, un hombre de 41 años de origen rumano que hace siete que duerme a la intemperie en Barcelona. Él es una de las personas sin hogar que esta pasada noche ha registrado la Fundació Arrels. Medio millar de voluntarios han recorrido la capital en una madrugada de frío y viento para contar cuántas personas duermen al raso en la ciudad. "Nos tememos que el número vaya al alza", ha lamentado su director, Ferran Busquets, quien también ha criticado la insuficiencia de plazas habilitadas para resguardarse del frío este invierno.

Lusian tiene las manos robustas. Duras, llenas de callos, muy sucias y negras. También las uñas. Los ojos azules y la barba gris cuentan que no miente cuando explica que lleva siete años en la calle. Los voluntarios de Arrels se lo encuentran poco después de las doce de la noche, tras una hora callejeando por Poblenou. Está sentado en un banco, contemplando la bicicleta que lleva llena de chatarra. "Yo como de esto, de lo poco que da", explica. Y duerme en una chabola en un solar abandonado.

La Fundació Arrels recuenta las personas que duermen en la calle en Barcelona: "Tememos que el número vaya al alza"

En tienda de campaña

Lo escuchan Gemma Gámez y Charlotte Lloyd. La primera, madre de cuatro niños y educadora de los Servicios Sociales, es la cuarta vez que colabora en este recuento. "Siento que es mi forma de hacer algo". Lloyd es voluntaria en el centro abierto de Arrels desde hace nueve meses. "Es brutal, de las mejoras cosas que he hecho", describe Lloyd al explicar su voluntariado. En el grupo también están Agustín Garrido y Mar Homs, dos médicos que hacen el MIR en el CAP Raval Nord.

Jaime duerme en un banco, frente el servicio municipal de personas sin hogar, para que lo ven "cada día"

Empiezan el recuento a las diez de la noche, bajo la Torre Agbar, y las primeras personas que encuentran son una pareja, un hombre y una mujer, que viven en un campamento cerca de la estación de metro de Marina. "Estamos bien, gracias", les responden desde una tienda de campaña llena de chatarra. Después vendrán varias personas durmiendo en portales, al refugio del viento, entre mantas, cartones y madera. Hasta llegar a Lusian y a un amigo compatriota que le trae caldo en un tetrabrik y un trozo de jamón. "Estamos vivos gracias a Dios", reflexiona el hombre, que también duerme en un portal desde hace una década. Hace años que perdió la dentadura. "Pedí ayuda a los servicios sociales pero no hicieron nada por mí, así que ya paso de ellos", explica a las voluntarias de Arrels.

Salir de la calle y volver

En su recorrido también encontrarán a Jaime, barcelonés de toda la vida que ha vivido dos veces el infierno de la calle. "La calle te quema, no puedes descansar", cuenta el hombre, de 63 años. Su historia demuestra cuán frágil es el círculo de la exclusión social. "El problema es el sistema, que nos deja sin oportunidades", matiza él. Se quedó en la calle en 2020, por circunstancias que prefiere no desvelar. Los trabajadores sociales del ayuntamiento le consiguieron plaza en un albergue municipal. "Allí estuve dos años, hice un curso de informática y conseguí un trabajo con un contrato indefinido", cuenta. Fue vigilante de seguridad del CAP Drassanes.

Con este empleo volvió a un techo, en casa de un amigo. "Pero las cosas se torcieron: un día saliendo del metro me caí y me rompí la rodilla, tuvieron que operarme de la rótula", cuenta Jaime. "Al salir del hospital me vi en la calle y sin nada otra vez". Ocurría hace dos meses. En el trabajo lo despidieron y su amigo prefirió convivir con su pareja. Hace un mes que espera plaza para un albergue. Duerme en un banco, frente el servicio municipal de personas sin hogar. "Me he puesto aquí para que me vean cada día". Sus pertinencias están en el suelo. Se cubre con una gorra, una funda nórdica, una manta y cartones. "¿Sabes dónde asearte? ¿Dónde comer?", le preguntan los voluntarios. "El comer no me preocupa, los vecinos y los bares me dan lo que les sobra", dice Jaime.

Discapacidad e intemperie

"¿De qué grupo sois?", les pregunta un chico en bicicleta mientras charlan con Jaime. Dice que tiene 31 años y vive en la calle desde hace una década. Habla de una infancia traumática, huérfano de madre, y de un accidente de coche que lo terminó de torcer todo. El chico duerme solo en el Arc de Triomf, y sueña con trabajar de basurero algún día, como su padre. "Sabía que hoy había voluntarios por la calle de los que nos ayudan y quería que me contaran", dice el chico. "Ojalá un día se acabe todo esto".

Mohamed, saharaui, desconoce el sistema de ayudas y cualquier oenegé en la capital, y cuenta que sobrevive con lo que le dan los vecinos

Luego llegarán Mohamed y Richi. El primero, un hombre saharaui de 45 años con una discapacidad visual que, tras una década viviendo en la calle en Francia, está probando suerte en España. "Yo vivía en Italia con mis padres, tenía un trabajo... pero me echaron, mis padres se murieron y ya no tengo a nadie", explica desde un portal. Desconoce el sistema de ayudas y cualquier oenegé en la capital, y cuenta que sobrevive con lo que le dan los vecinos de la zona. Richi, en cambio, es un alemán que tenía un techo hasta 2020. "Siempre he trabajado de albañil, de peón, pero me echaron y un día me vi sin nada", cuenta, resguardado desde su carro de chatarra.

En total, el grupo ha contado 13 personas en unas calles en las que no esperaban encontrar demasiadas personas. Juan pide que quienes lean sobre su historia sepan algo que para él es muy importante. "Las personas que estamos en la calle no somos drogadictos, no somos delincuentes... somos personas a las que nos han pasado cosas y hemos acabado aquí, gente normal, como tú", insiste el hombre, que ha sido víctima de robos en varias ocasiones.