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La pescadora gerundense Pat Bros, cogiendo un pulpo recién pescado

La pescadora gerundense Pat Bros, cogiendo un pulpo recién pescado / SALVADOR MANERA

Ariadna González

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Son las cuatro de la tarde, el sol pica con fuerza y el viento arrastra el olor a sal. El 'San Bartolomé' ya ha terminado su jornada y se acerca al puerto de Blanes para descargar el pescado que ha capturado durante la mañana. Del barco baja Iris Triola, una de las pocas pescadoras de las comarcas gerundenses. La Associació de Dones de la Mar sólo tiene constancia de dos, la misma Iris Triola en Blanes y Pat Bros en el Port de la Selva.

"Si la mujer tenía la regla, no podía tocar las redes"; Iris Triola y Pat Bros explican cómo se han ido derribando los estereotipos en la pesca

Tradicionalmente, el mar era un mundo reservado a los hombres, pero estos estereotipos se están derribando. «Aún hay pocas porque hasta hace poco no se entendía que la mujer fuera al mar» explica Bros. Una afirmación reforzada por Triola, quien asegura que el papel de la mujer ha cambiado mucho. Ella confirma que “este sector siempre ha sido supersticioso. Si la mujer tenía la regla, no podía tocar las redes, si la mujer subía a bordo, llevaba gafe. La mujer estaba en el suelo, no podía embarcarse».

'La mujer en el mar dura cuatro días'

Se trata de una situación que Triola vivió en su propia piel, confiesa que ahora se siente una más pero que, al empezar, fue complicado: «tuve que demostrar más, estaba en el punto de mira». La pescadora de Blanes relata que empezó, en parte, gracias a una amiga, la única patrona que ha habido en Blanes. Como su amiga estaba embarcada, Triola pudo hacerlo, si no, no la hubieran dejado porque era una mujer. «Al principio, cuando volvía con la barca, había muchos jubilados mirándome, todo el mundo quería darme consejos. No lo creían, decían que la mujer en el mar dura cuatro días, pues mira, ya llevo cinco años», relata.

"Los pescadores decían que la mujer en el mar dura cuatro días. Yo llevo cinco años"

Iris Triola

La pescadora también explica que todavía queda algún prejuicio, por ejemplo, cuando llegan a la edad de formar a una familia. «Por suerte, las mujeres de hoy en día podemos elegir, no tenemos por qué casarnos y tener hijos. Tenemos otras opciones», declara Triola. De hecho, la otra pescadora gerundense, Pat Bros, no experimentó esta situación cuando entró en el sector hace dos años y medio. Ella considera que se está normalizando y cree que, en ese oficio, todo el mundo tiene los mismos derechos. Por eso ambas pescadoras quieren dejar claro que «el mar no es algo de hombres ni de mujeres, ni de todos los hombres ni todas las mujeres, algunos podemos y otros no», afirma Triola.

Enamorarse de la pesca

El amor por el mar y la vocación por la pesca es lo que comparten. Pat Bros empezó en el sector a finales del 2019, pero siempre ha estado vinculada. Su padre era pescador y de pequeña, le acompañaba. Entonces empezó a trabajar en diferentes actividades acuáticas como submarinismo, kayak o windsurf, pero lo que siempre le había gustado era ver las barcas de pesca y decidió realizar la formación para ser pescadora. Durante la pandemia encontró una barca pequeña de pesca tradicional en el Port de la Selva y se embarcó. Normalmente, trabaja de pescadora durante la temporada de verano y, en invierno, como profesora de educación física. Este año la situación ha sido algo distinta, ya que Bros no ha podido salir a pescar porque acaba de ser madre y por su situación personal, pero está deseando volver a ella. Iris

Triola, por su parte, era fotógrafa y fotoperiodista y trabajó en distintos medios de comunicación. Un día le encargaron un reportaje sobre las distintas artes de pesca y «allí me enamoré del mar como medio de vida y me di cuenta de que quería pasar a la acción». Comenzó a estudiar y sacarse distintos títulos. Primero estuvo trabajando bajo la dirección de una mujer en un barco etnográfico, el García del Cid, que pertenece al CSIC, de ahí dio el salto a barcos de lujo, pero no le gustaba. Entonces empezó a pescar en diferentes barcos hasta su llegada al San Bartolomé, que, según explica la tripulación, tiene 117 años y es la barca más antigua de Europa.

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