Educación y familia
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Olga Pereda
Periodista
Especialista en Educación de El Periódico. A los mandos de la sección 'Mamás y Papás' y del Club de Educación y Crianza. Te mando cada viernes una newsletter con contenidos clave para afrontar la maternidad y la paternidad. Escribo en la sección de Sociedad y tengo alergia a la pseudociencia.
Con tres hijos de 14, 16 y 21 años, Júlia March planificó junto a su marido unas vacaciones familiares y especiales a principios de agosto. El destino: Irlanda. Salvo el mediano, que prefería quedarse en Barcelona con sus amigos, los otros dos aceptaron de buen grado el plan. Eso sí, ninguno movió un dedo para buscar vuelos, alojamiento, restaurantes y excursiones o para plantear propuestas. De todo se encargó Júlia.
A las pocas horas de aterrizar y llegar a la bucólica casa en mitad de la campiña, vio la que se le venía encima. Sentía que sus tres hijos eran incapaces de disfrutar, y eso le generaba angustia. La tensión fue aumentado. "Al final, tenía ganas de volver a Barcelona para empezar a trabajar, sin estar pendiente de lo que querían o no querían hacer mis hijos", comenta.
Elisa López, psicóloga y psicoterapeuta infantojuvenil, explica que Júlia no ha hecho algo fundamental en sus vacaciones: descansar. "Ha tenido la sensación de que sus hijos le han boicoteado el viaje al no adaptarse al plan. Se ha pasado sus vacaciones intentado mediar con unos y con otros y conciliar posturas. Eso es agotador", subraya la terapeuta, que concluye que hay pocas recetas para las mamás agotadas, más allá de tratar de desconectar algunos ratos.
“¿Qué sentido tiene hacer un viaje en familia si ninguno ha disfrutado?”
"¿Qué sentido tiene hacer un viaje en familia si ninguno ha disfrutado?", se lamenta Júlia al recordar que, después de tres horas de viaje en coche, llegaron a los impresionantes y cinematográficos acantilados de Moher y sus hijos pasaron del paseo.
"No les hacía ninguna ilusión. Me decían que era un rollo estar todo el día viendo catedrales y paisajes. En lo único que mostraron entusiasmo era en ir de tiendas y a restaurantes. ¿El resto? Cero interés", recuerda pesarosa Júlia, que no tiene ni una sola foto de los cinco juntos en vacaciones. "Mis hijos se hacen 'selfies' y están en redes sociales. Pero no les digas que se hagan una foto con nosotros. Imposible", explica.
Júlia no sabe cómo planteará las vacaciones del año que viene. Se pregunta si merece la pena volver a pasar por lo mismo. "No vuelvo a irme de vacaciones así", reflexiona aun admitiendo que le duele renunciar a ese tiempo en familia.
A Júlia le pasa lo mismo que a muchísimas madres (también padres, pero la carga mental recae sobre todo en ellas): que no han descansado en vacaciones porque el tiempo libre ha sido, si cabe, más agotador, que el tiempo laboral.
Niños pequeños
Madre de dos dos niños de 5 y 7 años, Raquel Alonso también ha pasado un agosto complicado. Con su pareja fuera de España por motivos laborales, Raquel huyó de Madrid y se fue unos días con una amiga a un cámping en el Mediterráneo. "Mis dos hijos se llevan poco tiempo, pero están en etapas muy diferentes. El mayor se siente mayor y no quiere jugar con el pequeño, que le busca todo el rato. Al final, terminan discutiendo. Y el pequeño pega al mayor. Yo tengo que estar separándolos y regañándolos, pero funciona regular. Porque termina la bronca y vuelve a empezar. Es agotador".
"Mis hijos terminan discutiendo y tengo que estar separándolos y regañándolos. Es agotador"
La situación dejaba a Raquel con "la horrible sensación de desatender a los dos". "Uno quiere salir a jugar, y el otro, quedarse en casa. No me puedo dividir. Los dos tiran de ti, y me provoca ansiedad. El calor, además, no ayuda. Luego nos dicen que no hay que abusar de las pantallas, pero, de verdad, ¿qué hacemos?”, se lamenta.
Muchos días, Raquel miraba a sus dos hijos discutiendo sin parar y pensaba: "¿Cómo hemos podido llegar hasta aquí? Yo os estoy educando bien”. Su amiga le daba consuelo, pero, al mismo tiempo, le decía: "Nunca te he visto gritar tanto".
La psicóloga López, de hecho, recuerda que a finales de agosto y en septiembre la demanda de ayuda profesional en los gabinetes de psicología se dispara. "La convivencia intensa desgasta y aparecen los conflictos, sobre todo con los adolescentes".
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