CAMBIO DE HÁBITOS
El fin del estado de alarma abre la puerta a un oportuno salto social
Las restricciones nos han obligado a mirar más el reloj y a reordenar nuestras rutinas, una oportunidad, dicen los expertos, para llevar un ritmo de vida más saludable
Carlos Márquez Daniel
Periodista
Periodista especializado en Barcelona. En 'El Periódico' desde principios de siglo. Los últimos 15 años, dedicados a la información local: movilidad, urbanismo, infraestructuras, política municipal, barrios, área metropolitana y medio ambiente. Colaborador habitual en los programas de televisión 'Planta Baixa' (TV3) y 'Bàsics' (Betevé).
Carlos Márquez Daniel
Hay muros muy difíciles de franquear. El de los hábitos y las costumbres, por ejemplo. El estado de alarma obligó a la ciudadanía a reorganizar sus vidas, lo que incluía, y ahí está la clave, ciertas renuncias vinculadas al horario y los cierres perimetrales. Nos hemos acostumbrado a vivir mirando el reloj. Y ahora que decae la restricción, ¿qué lecciones nos dejan estos seis meses de estrecheces sociales? ¿Vamos a volver a las prácticas de siempre o empezaremos a integrar retales de un uso más racional de las 24 horas del día? Una cosa está clara: a pesar de estos tiempos tan aciagos, lo que se viene es una oportunidad.
Cambios forzados
Es complicado dirimir entre estado de alarma y pandemia. Pero es cierto que ambas cosas han ido de la mano y que el poso que dejen será un mérito o un descrédito compartido. Pero una cosa es una emergencia sanitaria y otra muy distinta es un decreto que de la noche a la mañana te dice que a las 10 en casa, a lo que hay que sumarle los vaivenes de ahora puedes salir de tu comarca, ahora no, ahora puedes ir al bar, ahora un poco más. En cualquier caso, tal y como señala Fabian Mohedano, la persona que impulsó el debate sobre la reforma horaria en Catalunya, "todos los cambios de estos meses han llegado por obligación (y con sanciones de por medio), no porque detrás haya habido una reflexión personal o global". Y no es ninguna tontería, puesto que salir puede implicar, incluso, un efecto rebote, y que la cosa se desmadre más de lo que estaba antes de que todo cambiara en marzo de 2020.
Quizás el elemento más significativo, lo que marca más diferencias con el antes del covid, sea el tema del teletrabajo. Es más achacable a la pandemia que al estado de alarma, cierto, pero es la clave sobre la que todo vascula. Mohedano lo considera "una oportunidad", la primera piedra sobre la que levantar posibles cambios en la sociedad para que todo el mundo, en definitiva, tenga una vida un poco mejor. Con el riesgo, advierte, de que la gente, en vez de pasar el día en la oficina, "esté conectado en casa desde las ocho de la mañana hasta las nueve de la noche". Mucho por pulir y concretar.
"Todos los cambios han venido hasta ahora por obligación, no de manera reflexiva"
Reducir la movilidad, de hecho, es uno de los cambios que nos deja el estado de alarma. Eso repercutirá, por ejemplo, en el comercio de proximidad, muy tocado por las compras a través de internet, que sin duda mantendrán buena parte de la nueva clientela ganada con la pandemia. Pero el hecho de que esté en auge esa teoría de 'la ciudad de los 15 minutos' (tener todo lo que necesitas a nivel sanitario, educativo, de ocio o laboral a tiro de piedra), invita a pensar en un mayor impulso de todo lo cercano, que es también producto de confianza y sinónimo de más y mejor vida en la calle. El 'botiguer', por cierto, no se está quedando de brazos cruzados ante la ofensiva de las grandes plataformas online. Varias asociaciones, como la de Sant Antoni en Barcelona, o la red de mercados municipales de la capital catalana, están impulsando la venta a través de la red.
Vida "más sostenible"
Marta Junqué, una de las coordinadoras de la Barcelona Time Use Initiative for a Healthy Society, coincide en definir los tiempos que vienen como "una oportunidad a pesar de que la pandemia ha sido un fenómeno nefasto". El covid, prosigue, ha puesto en primera línea dos conceptos: "La vida y las personas". Bajo este punto de vista, considera que el estado de alarma ha allanado el camino hacia un modo de vida "más sostenible". Empezando, y ahí coincide con Mohedano, por el papel tan relevante que desempeña el teletrabajo.
Pero no será un cambio a corto plazo. Porque ahora la gente, tras meses de encierro y restricciones, se muere por salir. "De entrada será un regreso a los locos años 20", define Junqué. No va muy desencaminada: a las 0.00 horas del domingo termina el estado de alarma y se espera una noche jacarandosa aunque los bares y discotecas estén cerrados. Pero a medio plazo, cree que muchos ciudadanos, y también empresas y administraciones públicas, "habrán hecho la reflexión de que hay que cambiar ciertas palancas que tienen que ver con el uso del tiempo". Tras este momento transitorio de "libertad total", la sociedad se dará cuenta de que se impone vivir con algo más de flexibilidad. Eso, en el ámbito del empleo, pasa por confiar en en trabajador, en apostar por "un modelo mixto de 2-3 días en casa y el resto en la oficina". Ayudará, señala esta experta, que alguna gran empresa sea pionera y demuestra que se puede ser igual de productivo o incluso más con horarios más racionales.
Eso, sostiene Junqué, contribuirá a que los mediodías no se alarguen tanto, a que los tiempos de comer se acorten y que, por lo tanto, la tarde y el tiempo libre se ensanche. Pero también pondrá de relieve, como ya ha ido sucediendo en todos estos meses de intentar trabajar en casa, el tiempo que requieren "los cuidados" entendidos como todos esos quehaceres que ahora pasan desapercibidos "y que tienen un componente de género muy importante". Es decir, quizás el fin del estado de alarma deje un mayor y mejor reparto de las tareas del hogar. Porque ha pasado una cosa muy simple: "El hombre se ha dado cuento por fin de la cantidad de cosas que hay que hacer en casa, como las duchas, la cena, ayudar con los deberes, ordenar, educar...". Cosas que, en enorme medida, recaen en la mujer.
Cadena de cambios
Pero el teletrabajo no basta. También están, por ejemplo, las extraescolares. Sucedió, apunta Mohedano, que cuando estaban prohibidas en casa todo sucedía de manera mucho más tranquila y pausada. Porque la tarde daba para mucho, también para aburrirse, que nunca viene mal. A ello habría que unir el horario escolar, demasiado extensivo, a su parecer, cosa que hace que todo vaya tarde y mal cuando el día inicia su largo ocaso. En un mundo ideal de la reforma horaria, las clases terminan a las 16 horas y las extraescolares, como muy tarde, a las 19 horas. A las ocho de la tarde, a cenar.
El cambio de hábitos afecta al trabajo, pero también a los horarios del comercio, de la televisión o de la educación
Y a eso habría que añadir el debate sobre el 'prime time' de la televisión, que también se acerca demasiado a la medianoche (teles locales como Betevé, indica Mohedano, han hecho algún paso importante), y los horarios comerciales. Los gremios de 'botiguers' quieren abrir hasta muy tarde, una demanda que va de la mano de las actuales dinámicas de trabajo: saben que la gente sale tarde de la oficina, así que ellos piden alargar para cubrir esa demanda trasnochada. Es un pez que se muerde la cola, si todo no va antes, todo seguirá yendo tarde.
El estado de alarma nos ha acostumbrado a mirar el reloj, a vivir pendientes de la hora. Hasta ahora ha sido para respetar la norma. La idea es que sea para vivir de un modo más pausado y organizado. "La sostenibilidad no es una cosa que queramos; es una obligación. La pandemia nos ha demostrado que si no cuidamos el planeta y si no nos cuidamos a nosotros mismos, nos autodestruimos", concluye Junqué.
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