LA GESTIÓN DE LA PANDEMIA

Normalidad lejos del "caos" el primer día de cierre de Madrid

Patricia Martín

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Lejos del caos que vaticinó el Gobierno madrileño, el primer día de <strong>restricciones</strong> en Madrid capital y otros nueve municipios ha transcurrido con normalidad, quizá con un poco menos de gente por la calle y bastante menos bullicio en las estaciones de tren, autobuses o el aeropuerto, pero no debido a la escasa presencia policial, sino porque este sábado hacía bastante frío y porque muchos ciudadanos han decidido ser responsables y evitar ciertos desplazamientos.

Hasta el consejero de Hacienda, Javier Fernández-Lasquetty, ha reconocido que en las primeras horas del confinamiento “impuesto” por el Gobierno central no se ha producido ninguna incidencia reseñable. Si bien, ha vuelto a culpar a Pedro Sánchez de llevar el “caos” a Madrid, como el viernes hicieron dos de sus compañeros de gabinete y la presidenta, Isabel Díaz Ayuso, antes de la presentación de un recurso en la Audiencia Nacional que pide la suspensión de las medidas. El tribunal ha admitido la impugnación y ha dado un plazo a la Abogacía del Estado de 10 días para que se pronuncie.  

A su vez, Vox ha solicitado este sábado al Tribunal Superior de Justicia de Madrid que paralice la orden en un plazo máximo de 48 horas, al incluir en su recurso medidas cautelarísimas que el Gobierno regional declinó presentar. La ultraderecha argumenta que la decisión se basa en motivos políticos y no científicos.

Por su parte, el alcalde de Madrid, José Luis Martínez-Almeida, ha tachado de “ocurrencia” las restricciones y ha lamentado que con las medidas impulsadas por el Gobierno ahora haya “más movilidad”, dado que está permitido desplazarse por toda la ciudad mientras que con las restricciones por áreas sanitarias, decretadas por Ayuso en 45 zonas, no se podía salir de barrios con más de 1.000 contagios por 100.000 habitantes.

Asimismo, ha considerado que el “ordeno y mando no solo consisten en publicar [la orden con las limitaciones] en el BOE, sino en dar un plazo perentorio de 48 horas”, sin establecer un tiempo de adaptación a los comercios, lo que el viernes se tradujo en un “gran perjuicio” para la hostelería, que vio como se anulaban las reservas, debido a que, mientras duren las restricciones, al menos durante 15 días, los bares tienen que cerrar a las 23.00 horas y no admitir clientes una hora antes.

Pero más allá de los cruces de acusaciones entre los políticos, la imagen este sábado en la capital era muy similar a un fin de semana cualquiera y muy alejada de las calles vacías que provocó el estado de alarma. Pocos madrileños han hecho caso de la recomendación de no salir de casa salvo para los desplazamientos imprescindibles. Además, los escasos controles policiales –unos 60 por parte de los agentes municipales-, que se situaron fundamentalmente en la periferia de Madrid para controlar las entradas y salidas a la capital, son meramente informativos, hasta que el Tribunal Superior de Justicia dé su visto bueno a las medidas.

La orden establece que los comercios y bares pueden abrir al 50% de aforo, pero la limitación no se notaba en el Alcampo situado al lado de la M-30, en el barrio de Moratalaz, que este sábado estaba tan lleno como cualquier fin de semana. En las inmediaciones las terrazas lucían un poco más vacías, pero debido al viento y al frío, no a que los hosteleros hayan colocado menos mesas, dado que ya estaba vigente la norma de separar las sillas, entre unas mesas y otras, metro y medio, así como la prohibición de reunirse un máximo de seis personas.

Atocha, a medio gas

Atocha, sin embargo, sí que lucía a medio gas. No obstante, hacia las 13.00 horas no había ningún tipo de control policial que vigilara las entradas y salidas a la capital por tren, que están prohibidas salvo por motivos laborales, académicos y varios más, debidamente justificados. Si bien, la única pareja de policías que se paseaba por el vestíbulo, no pedía ningún salvoconducto a los viajeros.

“Vengo de Leganés, uno de los municipios confinados, y no me ha parado nadie”, explicaba Luis, a la salida de los trenes de cercanías. Un poco más allá, una madre y su hija, Sonsoles y María, hacían tiempo hasta que saliera su tren hacia Socuéllamos. Habían llegado hasta Madrid procedentes de Ibiza y en el aeropuerto de Barajas tampoco encontraron ningún control.

Al igual que ellas, la pareja formada por Marta y Jesús llegaba de Alicante y se disponía a coger otro tren a Córdoba, sin ningún justificante porque los viajes que no tienen destino Madrid capital o las otras nueve ciudades ‘confinadas’ están permitidos.

Si bien, la sensación que transmitía Atocha era la de una estación de una capital de provincias, alejada del bullicio que presenta normalmente. “Hoy apenas viene nadie”, se lamentaba Conchi, camarera en una cadena de comida rápida situada en el vestíbulo.

Y es que hosteleros y comerciantes temen que las restricciones les provoquen aún más pérdidas. Según el consejero Lasquetty, el Producto Interior Bruto (PIB) podría caer este año un 17% y perderse 18.000 empleos cada semana que duren las limitaciones.

Y nadie se atreve a vaticinar cuánto durarán, porque la transmisión del virus está muy extendida y, según los epidemiólogos, se ha comenzado a actuar demasiado tarde.