DERECHOS DE LA INFANCIA

¿Y los parques infantiles para cuándo?

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Helena López

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Que las ciudades no están diseñadas con ojos de niño no ha hecho falta una mortífera pandemia para descubrirlo. Barcelona se caracterizaba por sus hostiles plazas duras y grises desde mucho antes. Lo que la gestión del encierro y, sobre todo, de la desescalada, ha vuelto a dejar en evidencia es que las criaturas se encuentran a la cola de las prioridades del Estado (junto a los mayores, quienes indiscutiblemente se han llevado la peor parte). Catalunya entera entra en fase 3, las terrazas, los centros comerciales y las playas se llenan, las fronteras se abren, pero los parques infantiles siguen precintados con cinta policial, cual escenario de un enigmático crimen, sin hoy por hoy fecha prevista de reapertura, lo que está llevando a no pocas familias a la insurrección tanto en las redes sociales como en la calle, donde de verdad suceden las cosas.  

El único momento en que los decretos del gobierno hicieron referencia a los parques infantiles fue el inicial, que los hacía cerrar. Nunca más se habló de ellos en el resto, en el que se han ido fijando las condiciones de cada fase de la desescalada, que puesta la vista en la temporada turística que está a punto de empezar ha apretado el acelerador. Fuentes del Ayuntamiento de Barcelona, cuya alcaldesa ha reivindicado durante todo el confinamiento los derechos de los niños, "los grandes olvidados de esta crisis", aseguran que el consistorio "está hablando con todas las administraciones vía Agencia de Salud Pública para esclarecer el procedimiento con la voluntad de poder avanzar la reapertura de los 900 parques infantiles de la ciudad antes de que termine la fase 3". Madrid ha anunciado que los abrirá el lunes y Galicia todavía no lo ha hecho pese a haber entrado ya en la "nueva normalidad".

Entre las familias catalanas que han levantado la voz para exigir que se desprecinten -y las que lo han hecho ya con sus propias manos, cansadas de esperar- el sentimiento generalizado es que se ha primado la actividad económica a los derechos de la infancia. "Si los parques fueron de pago haría semanas que estarían abiertos", es una de las frases más repetidas, con unas palabras o con otras, en las plazas, llenas de niños jugando a fútbol, con las bicicletas y patinetes juntos y revueltos -muchos con mascarilla, muchos otros no- viendo los columpios en los que tantas horas de juego han pasado cerrados, como sus aulas (otro de los temas que no fallan).

Adultocentrimo omnipresente

"Todas las decisiones tomadas durante la gestión de esta crisis sanitaria han sido adultocéntricas. Los parques tienen que abrirse ya, esto no es Chernóbil", afirma contundente Roger Sánchez, padre y miembro del AFA de la escuela Dovella, a ojos de quien es un sinsentido que todo esté abierto -el metro, el bus, los trabajos- y en cambio los parques infantiles sigan precintados. "Además de la evidencia científica de que al aire libre el riesgo es bajo", añade este padre, a quien no se le olvidan los 50 días que tuvo a sus hijos encerrados "mientras los perros podían salir a pasear tres veces al día". 

Los partidarios a la necesidad de abrir los parques ya apuntan también al principio de realidad y de responsabilidad de las familias. El primero, es evidente -los columpios están cerrados pero los niños están ya en jugando la calle, abrazándose cada vez que marcan un gol- el segundo, también. "Las familias somos responsables de lavarles bien las manos a nuestros hijos al regresar del parque. Ya lo hacíamos antes", concluye Sánchez, señalando que la falta de valentía de los políticos la están pagando los niños y reivindicando a los adolescentes, los otros olvidados. "Las bibliotecas siguen cerradas. Los chavales que están a punto de hacer la selectividad ni siquiera pueden ir a dar un paseo y buscar un libro. Funciona con cita previa", denuncia también este vecino del barrio de El Clot.

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