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Pobres y sintecho, los olvidados de las olas de calor

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zentauroepp48900319 pobreza energetica sociedad190828180223 / LAURA GUERRERO

Elisenda Colell

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Algunos optan por salir a dormir al balcón, otras van a refrigerarse a la sección de congelados del súper. Hay quien pasa el día en la biblioteca y moja el asfalto donde duermen. Más allá de las historias personales, el 8,8% de las familias en Catalunya no pueden mantener su hogar a una temperatura adecuada, esto son 668.800 personas. Las entidades del tercer sector temen especialmente por los más vulnerables a las altas temperaturas, ancianos y niños, que además padecen más pobreza en Catalunya.

La pobreza energética, la imposibilidad de mantener un hogar a una temperatura correcta, suele ser noticia en invierno. Por el frío insoportable al que son obligados muchos a vivir. También entonces, cuando bajan las temperaturas, se activan planes y protocolos para combatir el frío en todas las ciudades, que, en algunos casos, conllevan la apertura de equipamientos para que las personas que duermen en la calle no se congelen. Pero, ¿qué pasa en verano? Los pocos planes que existen se basan en dar agua a las personas que puedan sufrir deshidratación y dar consejos de no hacer deporte al aire libre o resguadarse en casa.

"La pobreza energética afecta independientemente de las temperaturas que haya", explica Susanna Roig, coordinadora del grupo de trabajo del derecho a la energía de la Taula del Tercer Sector. Por ejemplo, en la incapacidad de cocinar. "Hay personas que no se pueden permitir gastar mucho butano y optan por dietas que no impliquien usar energía", señala Roig. 

A la Taula le preocupan especialmente dos colectivos, los menores y las personas ancianas, por la fragilidad de su salud y por cómo les puede afectar la deshidratación. Son, precisamente, los colectivos que registran mayores índices de pobreza -28% y 20% respectivamente-. En el caso de los mayores, Roig ve "un 'combo' explosivo", ya que son las personas que suelen pedir menos ayudas. "Han pasado por una posguerra, por situaciones muy extremas y no están acostumbrados a pedir ayuda", recalca.

Según el director de la fundación Arrels, Ferran Busquets, los problemas que viven las personas que duermen en la calle se pueden llegar a agravar en cuanto se dan altas temperaturas. "En invierno se abren algunos dispositivos cuando hace mucho frío, en verano no hay nada", se queja. Y pone un ejemplo que tiene grabado en la mente: un hombre completamente quemado y con una insolación horrible porque optó por dormir en la playa. 

"Las niñas duermen en la terraza"

Cristina García fue una de tantas personas a la que la crisis cambió la vida. Madre de cuatro hijos, era fotógrafa y tuvo que cerrar el negocio. Le cortaron la luz, hasta que en el 2015 se aprobó una ley que no lo permitió más. Desde entonces, se beneficia del bono social en la factura, de unos 30 euros mensuales por la luz. El problema es que la potencia contratada es la más baja posible. 

"Si pongo más de dos ventiladores, se me desconecta la nevera", explica. De hecho, le saltan los contadores. Durante las noches, abre puertas y ventanas y duerme en el comedor junto a su hija pequeña. "Es donde pasa más corriente". Sus dos hijas gemelas adolescentes "optan por dormir en la terraza, en su cuarto es insoportable". 

Durante el día, especialmente durante las horas que pica más el sol, Cristina reconoce que se pasa algunas horas en los centros comerciales, donde hay aire acondicionado. "A veces voy al súper y me estoy un ratito en la sección de congelados".  Ella cobra la renta garantizada, unos 800 euros al mes. "Quizá, a plazos, sí que me podría permitir un aire acondicionado, pero es que lo que no puedo pagar es la potencia tan alta para poderlo encender". 

Otro problema que acarrea es una deuda de 1.500 euros que le reclama Endesa. Son todas las facturas que dejó de pagar antes de la entrada en vigor de la ley catalana de pobreza energética. "Cada día me llaman, gritándome, amenazándome con que me van a dejar sin luz y me van a denunciar". Cristina sabe que estas amenazas son falsas, la ley la protege. Pero la angustia sigue allí. Ha optado por no descolgar nunca el teléfono, solo usa Whatsapp.

"El suelo ardía"

Davide Andreoli hace dos meses que ha dejado de dormir en las calles de Barcelona. Estuvo allí durante ocho años. "Oye, todos os acordáis de nosotros en invierno, pero el verano es infernal, te lo juro". La calle duele, la indiferencia más, pero el ardiente calor se hace insoportable. Y pone varios ejemplos. "¿Tú sabes lo que es dormir en un asfalto que saca humo?". Dice que es lo que pasa por la noche en las calles de Barcelona, cuando bajan las temperaturas pero el suelo sigue caliente.

Él se hartaba de poner agua para intentar refrescar el suelo. Muchas veces sin éxito. Otro problema eran las fuentes, todas ardientes porque les daba el sol, se queja. ¿Y en un cajero no se está mejor? "No, eso es horrible, no puedes ventilar ni sacar el calor por ningún lado", responde.

El otro problema que tienen las personas que duermen en la calle, según Davide, es la falta de espacios donde pasar el día, especialmente las horas de más sol. "Yo me encerraba en la biblioteca horas y horas, no tenía otra", recuerda. "Si no, me pasaba todo el día sudando sin parar, era horrible".