MENORES EN RIESGO

Matrimonios forzados a la vuelta de la esquina

Aya Sima fue víctima de un matrimonio forzoso

Aya Sima fue víctima de un matrimonio forzoso / JOAN CASTRO

Marta Alcázar

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El protocolo para la prevención de los matrimonios forzados en Catalunya se retrasa. La ex consellera de Trabajo, Asuntos Sociales y Familias Dolors Bassa anunciaba que su departamento estaba redactando el documento en octubre de 2017. Fue en unas jornadas para la prevención del fenómeno donde participaron varias entidades, algunas venidas de Francia e Inglaterra que cuentan con sendos planes de actuación. Han pasado casi dos años y el protocolo catalán no se ha presentado. La Generalitat asegura que se validará antes de que acabe el año.

El documento se centrará en “la prevención y sensibilización del fenómeno sin criminalizar a los colectivos”, adelantan fuentes de la secretaría de inmigración. Establecerá una red de actuación que implicará a los departamentos de Educación, Sanidad, Interior y Asuntos Sociales así como a las comunidades que mantienen esta tradición. El plan de acción prevé la contratación de recursos humanos para su puesta en marcha.

En los próximos meses presentarán el documento a debate a las entidades implicadas en el fenómeno, pero no todas están al corriente. Huma Jamshed, presidenta de la asociación de mujeres pakistaníes ACESOP, aún no ha recibido noticias. Jamshed participó en la redacción de la ley que tipifica el matrimonio forzoso como delito, incluida en el código penal español desde 2015.

Matrimonios de menores

La cara más alarmante del fenómeno es la del matrimonio precoz, cuando uno de los contrayentes es menor de edad. 39.000 niñas y adolescentes son casadas a diario en el mundo según la ONU. La lacra ocurre también en Catalunya. En 2018, los mossos registraron 4 denuncias de menores forzadas a casarse en contra de su voluntad. Tenían 16 y 17 años. Otras 8 denunciantes eran mayores de edad. En lo que va de 2019, llevan un total de siete denuncias.

“Cuando son menores de edad nos avisan desde la escuela o asuntos sociales”, explican desde el Grup Central d’Atenció a la Víctima de la policía catalana. A menudo son alertados ante un viaje al país de origen o la sospecha de las propias adolescentes. Imma Sau, pediatra de Santa Coloma de Farners, ha visto casos en su consulta: “Me he encontrado con niñas de 12 o 13 años ilusionadas porque celebrarán una fiesta. Cuando les cuento que el matrimonio conlleva relaciones sexuales con un hombre que no conocen y una carga familiar y doméstica se asustan”, relata.

Las víctimas mayores de edad también sufren sus efectos: “A veces descubrimos matrimonios ya consumados tras una denuncia por malos tratos”, reconocen desde la policía.

Jóvenes marroquís, paquistanís y subsaharianas en riesgo

Las cifras oficiales constituyen la “punta del iceberg” según la Generalitat. “Son más de las que salen a la luz. Sólo denuncian las que se sienten empoderadas”, aseguran fuentes de secretaria de inmigración. “Cuando llega a la comisaría es porque se han roto todas las vías de negociación”, reconoce la policía.  Las jóvenes de origen marroquí, paquistaní y subsaharianas son los colectivos más vulnerables.

“Es una realidad compleja de tratar”, explica Amèlia Barbero, presidenta de la asociación Valentes i Acompanyades que trabaja contra la problemática en Salt. “Las chicas se enfrentan a sus padres por un conflicto de creencias pero no quieren denunciar ni separarse de ellos porque tampoco reciben malos tratos”, añade.

El problema afecta también a los chicos, obligados a casarse para mantener el honor familiar: “Ellos eligen después una segunda esposa. La mujer está en desventaja porque no puede decidir”, explica Jamshed sobre la comunidad pakistaní. Otros colectivos sí respetan la decisión del chico.

Los documentos de Gran Bretaña y Escocia han inspirado plan de acción que se pondrá en marcha en Catalunya. Los mossos piden reforzar la formación de sanitarios y profesores. La asociación Valentes i Acompanyades reclama que “contemple también a mayores de edad y que esté dotado de recursos económicos y residenciales para que las chicas puedan salir adelante”.

Comunidad silenciada

La comunidad pakistaní es una de las que más preocupa. “Sabemos que existen matrimonios forzados pero ellas no denuncian”, comentan desde la secretaría de inmigración. El motivo principal es que están “silenciadas” según su compatriota Jamshed: “Las casan y se van a vivir con la familia del marido. Están solas y no tienen independencia. Muchas llegan de Pakistán y no conocen ni el idioma”, lamenta.

En los 19 años que Jamshed lleva en Barcelona ha evitado centenares de matrimonios no consentidos en su comunidad: “Mi objetivo no es denunciar sino mediar para que los padres no las casen. También ayudo a que las chicas ganen confianza y se opongan a sus familiares”, explica.

Jamshed regenta una agencia de viajes en el Raval donde cada semana recibe mensajes de mujeres pidiendo ayuda. El último es de una joven que le envía fotos por Whatsapp de sus brazos aporreados por el marido: “Si hay malos tratos denunciamos. Esta chica llegó casada. Le hemos encontrado un trabajo y esperamos que el marido se divorcie tras la denuncia y la deje en paz”, explica. Ante la sorpresa de que sea el marido quien pida el divorcio, responde: “Las mujeres pakistaníes no quieren deshonrar a la familia”.

Su labor le ha traído enemigos entre sus compatriotas: “Muchos hombres no dejan venir a sus mujeres a la asociación porque tienen miedo de que las convenza. Y algunos imanes hablan mal de mí”, explica. La activista considera que la respuesta al problema está en la educación: “Cuando las chicas llegan a la universidad, los matrimonios forzados son más difíciles”, concluye. Reclama a las instituciones que inviten a las mujeres pakistaníes a sus actos para “darles voz”.

"Intentaron convencerme para que no los avergonzara"

El día a día de Aya Sima es tan agitado como el de cualquier madre trabajadora con un bebé de un año y una niña de cuatro. El encaje de horarios se hace difícil y ha decidido tomarse un año sabático de la universidad donde estudia la doble titulación de magisterio. Esta es la vida que Aya ha elegido. Si hubiera aceptado la que sus padres le tenían preparada es muy probable que también fuese madre e incluso que trabajara, pero al llegar a casa “viviría una relación desigual y machista como la muchas mujeres de mi comunidad”, reconoce.

Aya nació en Girona hace 29 años pero sus padres son de Gambia. Siguiendo la tradición de su país, le eligieron esposo: “Tenía 14 años cuando me dieron la noticia. Recuerdo que volvía con mi padre de ayudar a mi tía de hacer trenzas en la costa”, explica. El elegido era un primo hermano que vivía en Estados Unidos y al que nunca había visto. “Me negué y mi padre me dijo que era lo normal, que él se había casado así con mi madre”, recuerda.

"No se daban cuenta de que me hacían daño"

Dos años después se celebró el compromiso en su país de origen sin que los novios estuvieran presentes. “Me enteré después y les dije que ya lo desharían porque no pensaba casarme”, explica. Su familia no tiró la toalla: “Intentaron convencerme y presionarme para que no los avergonzara. Adoptaban una actitud victimista. No se daban cuenta de que me hacían daño”, cuenta. La tensión aumentó a los 16 años cuando Aya empezó a salir con un chico de aquí. “Yo quería hacer las mismas cosas que una adolescente como cantar, llevar cierta ropa, salir… Y mi familia no las aprobaba”, recuerda. Se mantuvo firme: “Adopté una actitud rebelde pero en el fondo lo pasaba muy mal porque sentía que defraudaba a mi familia. Decían que quería vivir como una blanca y que me avergonzaba de mis orígenes”, lamenta.

El compromiso se disolvió cuando Aya tenía 18 años: “No tengo que vivir una vida infeliz que no quiero para que ellos sean felices con la imagen que dan a la comunidad”, explica. Con 20 años se fue de casa: “Había tensión por haberme negado a casarme”, reconoce. Eso sí, su afrenta logró que no buscaran marido para su hermana menor.

Nueve años después, Aya y sus padres mantienen una buena relación, también con su marido Ramsés, caucásico y no musulmán: “Soy la oveja blanca de la familia” bromea pero recuerda la falta de apoyo que tuvo en su adolescencia: “En aquella época fui la única que rechazó casarse, el resto de chicas accedieron y mis amigos blancos no comprendían nuestro sistema de creencias”, explica. “Tampoco se me ocurrió denunciar porque tenía un conflicto con mis padres, como tantas otras familias, pero me querían y yo a ellos”, sentencia.

Cadena de apoyo contra las uniones forzosas

Valentes i Acompanyades es la única asociación catalana dedicada exclusivamente a la prevención de los matrimonios forzosos. Comenzaron en 2014 en Salt y ya han ayudado a 85 jóvenes a escapar de uniones que no desean. La mayoría tiene entre 17 y 21 años: “Cuando la víctima es menor se activan los mecanismos de atención a la infancia pero a partir de los 18 años quedan desprotegidas”, lamenta su educadora social Beth Iglesias.