EL EXAMEN IMPOSIBLE

El caso de Joaquim, un joven atrapado tres veces por la huelga de examinadores de la DGT

"Hay que presentarse fresco, por eso después de cada intento tengo que seguir haciendo clases prácticas", explica

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Carlos Márquez Daniel / Barcelona

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Soplar 18 velas… Qué momento más intenso. Por fin votarás en unas elecciones, se te permitirá comprar alcohol y tabaco. Y podrás sacarte el carnet de conducir. Aunque ojo, si eres un chico malo podrías terminar con tus huesos en prisión porque esa es la edad en la que la justicia deja de considerarte un niño. Pero centrémonos en el coche. Con la huelga de examinadores se ha truncado el sueño -o la necesidad- de miles de personas que ya deberían estar al volante de un utilitario, un camión o una moto. Joaquim Sitjà es uno de ellos. También acaba de estrenar la mayoría de edad. Puede elegir a su alcalde, comprar cigarrillos y barriles de cerveza. Puede ir a la cárcel. Pero ya van dos veces en las que se le ha escapado el examen de conducir.

Vive en Sant Cugat y se explica a las mil maravillas. Trata de usted y no pierde la compostura en ningún momento. Da gusto que alguien así haya elegido dedicarse al cuidado de los demás, como es el caso. Ha realizado estudios de técnico en emergencias sanitarias y está a punto de empezar un grado superior que le permita acceder a la carrera de Enfermería. Trabajará y estudiará a la vez, algo cada vez más frecuente entre los jóvenes universitarios.

Bus deficiente

Sus padres le regalaron el carnet de conducir al alcanzar la mayoría de edad, en diciembre del 2016. Aunque lo justo, conocida la historia, sería decir que le facilitaron el tortuoso proceso hasta conseguir ponerse al volante. Al vivir en el área metropolitana de Barcelona, adolece del clásico mal de la movilidad cercana: qué bien se mueve uno en metro por la capital y qué mal llega uno a cualquier parte desde la periferia. “Tenemos los Ferrocarrils, pero el servicio de bus está muy limitado y no llega a todas partes”. Cuenta que no disponer del carnet de conducir ya le ha costado perder alguna oportunidad laboral. Su formación le enfoca al SEM, y sin poder conducir una ambulancia, de poco va a servir su buena voluntad. “En mi futura profesión, tener el carnet pesa mucho en el currículum”.

Se sacó la teórica a la primera. Sin problemas. Se puso con las prácticas consciente de que se le daría bien. Siempre le gustaron los coches. Realizó 30 clases y se vio listo para subir a examen. Tenía cita el 14 de junio, pero se vio afectado por la huelga del 3 de junio. Los citados ese día usurparon su plaza. “Lo entiendo, a ellos les afectó primero”. Asumió el retraso con deportividad aunque era consciente de que la broma le iba a costar “una pasta”. Cada práctica de hora y media sale por unos 30 o 40 euros. Tuve que hacer de entrada seis más hasta la siguiente convocatoria. Le volvió a tocar 26 de junio. Se presentó en la zona de Sabadell desde la que parten las evaluaciones. El examinador no se presentó. Al cabo de una hora preguntaron a Tráfico: el tipo se había marchado a un pueblo cercano a pasar revista.

De 700 a 1.400 euros

Ahora Joaquim vuelve a tener examen el 12 de septiembre. Ese día hay paro… “Dudo mucho que pueda examinarme, pero creo que el día definitivo será el 22”, sostiene, esperanzado. Ante semejante desaguisado, sus cálculos económicos son escalofriantes:  “Un carnet que me habría costado 700 euros me puede que acabe saliendo por 1.400 euros. Yo tengo suerte porque tengo la ayuda de mis padres, pero seguro que hay mucha gente que no se lo puede permitir”.

En todos estos meses ha tenido tiempo para informarse sobre el conflicto. Dice no entender demasiado cuál es la demanda de los examinadores, ya que, considera que “tener un empleo ya es un lujo”. Un síntoma de las perspectivas laborales de los chavales. Como colofón, Joaquim regala una frase también muy definitoria sobre las prioridades de los denominados ‘millennials’: “El carnet de conducir, si no es para trabajar, es un lujo”. Antes un buen móvil que un coche. Pero más le vale no suspender.