ESTUDIO DEL GRUP DE RECERCA EN EDUCACIÓ I TREBALL

La crisis elevó la cifra de estudiantes que tienen que trabajar

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MARÌA JESÚS IBÁÑEZ / BARCELONA

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El número de estudiantes universitarios que en Catalunya compatibilizan la carrera con el trabajo ha crecido con la crisis, hasta el punto de que ya son dos de cada tres (el 67% para ser exactos) las personas matriculadas en la universidad que desempeñan pequeños empleos mientras cursan la carrera. Son jóvenes muchas veces con contratos precarios, de 24 horas semanales como mucho, y con sueldos que apenas les permiten cubrir sus gastos básicos, según un estudio del Grup de Recerca en Educació i Treball (GRET) de la Universitat Autònoma de Barcelona (UAB).

En el 2008, antes de que la situación económica en España empezara su caída libre, el porcentaje de estudiantes catalanes que trabajaban era del 59%, lo que supone que en los seis años siguientes (el último del que hay datos disponibles es el 2014) se produjo un incremento del 12%. Una vez más, los más castigados fueron los que ya se encontraban en una situación de partida más vulnerable: el 73% de los hijos de padres con estudios primarios tuvieron que ponerse a trabajar, frente al 60% de los hijos de familias con estudios superiores.

REFORZAR LA FINANCIACIÓN

“El impacto de la crisis sobre estos chicos es doble”, advierte Marina Elias, socióloga de la Universitat de Barcelona (UB) e investigadora del GRET. “Por una parte -prosigue- eran jóvenes que tuvieron que buscar mecanismos para reforzar su financiación, que se buscaron la vida porque las familias se estaban empobreciendo, y, por otro lado, al aumentar las tasas de paro juvenil, también creció la necesidad de los estudiantes de empezar a hacer currículo cuanto antes, para ampliar sus posibilidades de encontrar un mejor trabajo al acabar la carrera”, detalla Elias.

Aunque el estudio no ha entrado a analizar el efecto que ha tenido el plan Bolonia (el sistema de grados y másteres vigente en la actualidad), ya que los investigadores han utilizado la información proporcionada por las encuestas de la Agència de Qualitat Universitària de Catalunya (AQU) y estas solo incluyen hasta los graduados en el 2010, los autores no descartan que la situación de los universitarios que compaginan estudios y trabajo sea hoy aún más complicada, “ya que se requiere de una mayor presencia física en la universidad”.

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El informe, publicado en el ‘European Journal of Education’, constata que “pese a los efectos positivos que tiene, los alumnos que combinan carrera y empleo se ven penalizados en sus resultados académicos”. “Un 60% de los jóvenes que se dedican solo a estudiar obtienen calificaciones de notable y sobresaliente, frente al 53% de los que trabajan”, señala Elias.

DESIGUALDAD

Y eso, además, acaba repercutiendo en sus posibilidades de obtener beca, sobre todo desde que en el 2012 el Ministerio de Educación decidiera elevar a un 6,5 la nota media para conseguir una ayuda completa para el estudio. “Esto es una barrera para su continuidad educativa, ya que han de competir con notas más bajas para las becas y los estudios de tercer ciclo”, indica Albert Sànchez-Gelabert, coautor del estudio.

Esto supone, alertan los autores, “que se están generando nuevos mecanismos de desigualdad interna en la universidad” entre los estudiantes que se ven abocados a tener que trabajar y aquellos que no necesitan hacerlo porque sus familias siguen sufragándoles los gastos.

Los peor parados son, en particular, “aquellos que tienen un empleo a tiempo completo, sobre todo si este está relacionado con los estudios que realizan: suelen ser los que obtienen peores notas probablemente porque, en un época difícil, lo que les preocupa es mantener el puesto de trabajo”. La mayoría, sin embargo, “tienen contratos a tiempo parcial, se supone que porque las condiciones del mercado laboral tampoco les permiten optar a empleos mucho mejores”, agrega Elias.

El estudio refleja, lamentablemente, que el esfuerzo de los jóvenes de familias con menos recursos no se ve recompensado. La inserción laboral ha sido más fácil, durante los años de la crisis, para los hijos de familias social y económicamente bien situadas. “Los hijos con padres con estudios superiores encontraron mejores empleos, probablemente por la capacidad de sus familias de movilizar su capital social y sus relaciones de amistad”, concluyen los investigadores.