ASTURIAS SACA RÉDITO TURÍSTICO DE la conservación de la especie

En el reino del oso

Somiedo empieza a ver el fruto de un cambio de mentalidad. En el municipio asturiano bajaron los rifles y tomaron los prismáticos. En los últimos cinco años, parte de los más de 200 osos que habitan la cordillera cantábrica más occidental campan por sus montañas. Son su emblema y reclamo turístico. Su Sagrada Família.

Silenciosos 'paparazis' naturalistas esperan en La Peral, cual pescador tras lanzar la caña, a que aparezca el oso. La Fundación Oso Pardo orienta al visitante para que experimente el privilegio de contemplar

Silenciosos 'paparazis' naturalistas esperan en La Peral, cual pescador tras lanzar la caña, a que aparezca el oso. La Fundación Oso Pardo orienta al visitante para que experimente el privilegio de contemplar

CARME ESCALES

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El pasado 20 de agosto, el monasterio de Corias -Parador Nacional- de Cangas del Narcea (Asturias) congregó a representantes de ganaderos, apicultores, cazadores, pescadores, empresarios hoteleros, restauradores y vecinos que cohabitan con el oso en espacios asturianos y leoneses incluidos en la Red Natura 2000. Bajo la batuta de la Fundación Oso Pardo, todos ellos, junto  con las administraciones autonómicas y locales, son los artífices del premio a la Conciliación de Intereses que la Comisión Europea les ha otorgado este año como entorno social favorable para la conservación del oso. En palabras de la directora de Capital Natural de la Dirección General de Medio Ambiente de la Comisión Europea, Pia Buccela: «Así se deben hacer las cosas, en diálogo permanente de todas las partes, porque el oso no solo debe garantizar la conservación de la naturaleza, sino también el desarrollo humano. Para Europa, este es el mejor ejemplo».

 

Poder ver al oso en su hábitat natural, sin interferir en él, es lo que lleva a Fernando Garitagoitia a conducir cuatro horas y media -varias veces al año, desde hace 15- desde Mallabia (Vizcaya) hasta el pequeño núcleo somedano de La Peral.

Son las siete y cuarto de la mañana. Aún no asoma el primer rayo de sol sobre los picos, pero Fernando ya está ahí  hace rato, sobre una pequeña loma desde la que se contemplan valles y montañas a ambos lados. Es la distancia suficiente y necesaria para observar y respetar el bostezo del oso. Catalejos y prismáticos llevan hasta él. Garitagoitia es licenciado en Biología y profesor de Forestal y Gestión del Medio Ambiente en el instituto Murgia (Álava). Con él viaja siempre un papel en el que anota los osos que ve. Hace más de 30 años que este animal es su cicerone en la cordillera cantábrica. Por él madruga y espera en pie puestas de sol y anocheceres del paisaje de Somiedo y de Riaño (León), en el núcleo más oriental del macizo montañoso, que alberga a una cuarentena de osos, también en libertad. Este agosto, a La Peral han venido dos de sus alumnos, Ibai y Aitor. Quieren disfrutar de lo que su profesor les cuenta.

«Me ha hecho mucha ilusión ver a los tres osos que la pasada primavera vi, también en La Peral, pero con su madre. No es fácil sacar adelante a tres cachorros. Las crías se suelen quedar en la zona que les enseña su madre. Y ahí están, míralas». A ambos lados de su catalejo han ido situando los suyos otros apasionados del oso. Llegan desde Holanda, Bélgica, Suiza, Madrid, el País Vasco y distintos puntos de Catalunya para ver osos, osas y sus crías. A 1.400 metros de altitud, y a una distancia de unos 1.500 metros, el grupo, entre los que hay guardas de reservas naturales, biólogos o simplemente enamorados del plantígrado, recuerda la espera de paparazis ante la puerta de las casas de los famososo de juzgados o cárceles. En La Peral, la estrella es el oso pardo y sus carreras y peleas con las ramas para hacerse con arándanos o avellanas.

Horas y horas de espera bajo el sol, la lluvia o el viento son sobradamente compensadas cuando aparece el oso. El caminar esponjoso de los plantígrados -pesen lo que pesen- y detalles como uno de sus humanizadores bostezos son captados desde las lentes de los observadores. Adaptadores de teléfonos móviles y sus cámaras permiten compartirlos por whatsaap con los que no están allí. En La Peral, nadie se lo pierde. «En cuanto alguien lo ve, lo dice al resto, sin egoísmo. Es un detalle muy noble», destaca el profesor que este verano ha dormido a 20 metros del punto de avistamiento.

Un oficio ancestral

La Peral es uno de los núcleos vaqueiros de Somiedo. No hay ninguna tienda, ningún bar. Solo, y desde no hace mucho, una casa de turismo rural. El avistamiento de osos se ha convertido en el principal aliado de este negocio. Los habitantes de La Peral -una veintena censados, pero en invierno quedan solo dos familias- fueron trashumantes de alzada, como otros vecinos de Puerto de Somiedo, Perlunes o Llamardal. «Los guardianes del paraíso natural que es hoy Asturias», dice la web www.vaqueiros.es del oficio ancestral del que aún algunos viven en Somiedo.

De vaqueiros habla también Sofía G. Berdasco. Y en primera persona. Esta joven de 33 años nació en el pueblo de Llamardal, junto a La Peral. Tenía 4 años y subía las montañas, a caballo o en burro, a vigilar cabras y vacas de su familia vaqueira. Hoy acompaña a los turistas a sentir las emociones que despierta su paisaje somedano. Las 30.000 hectáreas del municipio equivalen al parque natural de Somiedo. Quien llega a él quiere ver al oso, pero se lleva mucho más. El mes pasado, Sofía puso en marcha con su pareja, el biólogo y profesor de Ciencias Naturales de Avilés Jorge Jáuregui, Somiedo ExperienceEs la empresa a través de la cual organizan excursiones de medio día o jornada completa para caminar seguros por el monte, observar la fauna -además del oso, rebecos, urogallos, ciervos, águilas reales y lobos- y conocer de primera mano arraigadas costumbres del territorio. «Les enseño los teitos[típica construcción somedana con tejado de escoba], y les hablo de la trashumancia que yo también hice de niña». Su experiencia vital y su estima por cuanto la rodea en Llamardal suman valor y sensibilidad a su titulación de Técnico de actividades físico-deportivas en el medio natural. «Hasta el momento, hemos tenido unos clientes estupendos. Han alucinado con lo que les hemos explicado y lo que han visto», cuentan.

El miedo que antaño se tenía al lobo -hoy este animal protagoniza algún ataque al ganado-, pero nunca al oso, son parte de las crónicas de la guía. «No ofrecemos el avistamiento de osos exclusivamente, porque no podemos dejar al visitante frustrado o triste porque no lo ha visto. En los itinerarios, incluimos alguna parada para intentar verlo, pero hay que tener claro que no siempre se ve», expone Sofía. «El oso es la excusa para descubrir lo que nos hace únicos en Somiedo, naturaleza, teitos... No sé a quién se lo escuché, pero  estoy de acuerdo», dice. «Incluso teniendo una empresa de turismo, no me gustaría que esto se masificara. Que diera para sobrevivir, pero que no se convierta en un Benidorm».

 

Mucha conciencia local

La restricción de acceso al 40% del parque natural de Somiedo (Reserva de la Biosfera desde el 2000), como zona más sensible a la presencia de osos, muestra la conciencia local sobre la necesidad de establecer límites. «El oso es nuestro gran emblema, nuestra marca de calidad, nuestra Sagrada Família», compara Belarmino Fernández, alcalde de Somiedo. «Pero para hablar del oso, hay que hablar del parque. Los efectos positivos del parque repercuten en él», declara. «Nuestros hoteles no pueden superar las 36 plazas, la actividad ganadera es la base de nuestra economía, también del sistema ecológico del parque», añade. «El año en que dijimos sí a la declaración de parque natural, en 1988, las explotaciones ganaderas tenían una media de 12 vacas y hoy tienen 50», puntualiza el alcalde. «Entonces, Somiedo ocupaba el penúltimo lugar en renta per cápita de los 78 municipios de Asturias, y hoy está en el 40º puesto».

Somiedo tiene 38 pueblos, 1.300 habitantes, 150 ganaderos de vacas con unas 8.000 reses; 1.300 plazas hoteleras y 90 negocios turísticos, entre restaurantes y turismo rural. «Son negocios familiares y durante la crisis no ha cerrado ninguno. El parque se frenó la despoblación», precisa Fernández, desde la terraza del hotel y restaurante Castillo del Alba de Pola de Somiedo -capital del municipio-, desde la que se ven los osos. «Ver el oso en libertad es un lujo y garantía de salud medioambiental, pero una vez recuperado, no podemos convertirlo en problema. Es una aberración lo que se hace en lugares como Rumania, donde se les da carroña para que la gente les pueda hacer fotos. Los osos son salvajes y no se les puede dar de comer. Hay que evitar que interactúen con las personas», precisa Fernández.

En Pola está la Casa del Oso, promovida y regentada por personal de la Fundación Oso Pardo (también impulsaron la de Isil, en el  Pallars Sobirà). Las tiendas del pueblo despachan galletas, camisetas y figuras con motivos de osos. «El oso mueve a la gente. Ya se puede ver durante varias épocas del año», dice Herminio Cano, dueño del restaurante Casa Miño de Pola. «Atrae a un turista respetuoso, prudente y con cierto nivel cultural que garantiza la conservación del medio», dice Aurelio Álvarez, desde su hotel Castillo del Alba.

En Fondos de Vega (municipio asturiano de Degaña), la propietaria del restaurante Casa Buela, Elsa Martínez, también agradece el reclamo de los osos. «Ha sido una bendición. Y esperemos que vaya a más», apunta. «En primavera y en agosto han venido belgas, holandeses, suizos y franceses. Vienen con Wildwhatching.com», comenta desde el hostal rural La Aldeya de Villablino (León) su dueño, Agustín Prieto.

Qué pasará en 10 años si sigue creciendo la población de osos en la zona es lo que los ganaderos se preguntan. «La tolerancia social -responde el presidente de la Fundación Oso Pardo,  Guillermo Palomero- será la que marcará el límite de osos». 

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