Si no está en el 'chino'...

Los bazares asiáticos revolucionan la vida comercial del barrio desde los 'todo a 100'

VÍCTOR VARGAS LLAMAS / BARCELONA

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Yolanda se confiesa «adicta» a los bazares chinos mientras muestra la cazuela de barro que acaba de comprar. Lo es por «la variedad y el precio», pero también por logística doméstica: cruza dos manzanas y ya está en el 'chino'. «Es como El Corte Inglés del barrio, hay de todo. ¡Si te puedes hacer el ajuar!», suelta con una carcajada.

Basta con improvisar un inventario para comprobarlo. Barretinas, petacas, tapas de wc acolchadas, antifaces para dormir, cerrojos, prendas de todo tipo... ¿Busca una bola para el árbol de Navidad con la 'estelada'? La tienen. ¿Necesita usted un cazamariposas? Vaya al 'chino' de la esquina. El tren más largo del mundo, por ejemplo, trae de China un contenedor lleno de peonzas y otro de cuchillos. Yuliang Wu, de la tienda The Home J & S, en la barcelonesa calle de Girona, ha vendido dos cazamariposas al módico precio de 1,25 euros. «Una mujer lo quería para quitar las telarañas del techo», explica.

Su hermano, Yulin, exhibe músculo comercial: «Dime qué necesitas, seguro que lo tengo». Pronto aparece la reválida. Sonia Abril busca «una mochila para el ordenador». «Parece que no hay», dice. Yulin masculla algo indescifrable, salta del mostrador y la conduce hasta una bolsa negra, apta para su portátil. Ella sonríe satisfecha, pero no más que Yulin.

¿Y qué hay del precio tan bajo trayendo el producto de tan lejos? «Basamos el negocio en la familia y ajustamos márgenes», resume Yulin. El presidente de la Unión de Asociaciones Chinas de Catalunya, Lam Chuen Ping, profundiza: «Evitamos intermediarios. Los mayoristas chinos son a la vez importadores y eso no se hacía aquí».

INSACIABLES

En Catalunya hay «más de 7.000 bazares chinos», según Ping. Uno por cada mil habitantes. Dai Huadong, presidente de la Asociación de Comerciantes de Qingtian, coincide en la estimación. La provincia de Qingtian es de la que proceden la mayoría de los ciudadanos chinos desplazados a España, expone Huadong. El boca oreja y que haya «menos competencia que en Francia o Inglaterra» convencen a muchos compatriotas. «Pero la crisis se nota ya mucho», dice Ping.

Huadong llegó a estudiar a Barcelona en 1992 y se quedó. Por entonces, los bazares chinos competían con los 'todo a 100' (pesetas). Con el euro y el tiempo, cambiaron su denominación, ampliaron el arsenal comercial y comenzó su reinado. «Las últimas incorporaciones son productos de droguería y ferretería. Somos insaciables», bromea Yulin. «Si alguien va a comprar tornillos y ve fundas de móvil puede pensar que la suya está vieja y se la lleva», ilustra Huadong.

Justo eso le pasa a Mohamed al Bayed, que va a por unos tacos para tornillos y al final se lleva cuatro bombillas y unas flautas con las que se empeña su hija, Amal. «Vengo bastante, pero compro cosas sin demasiada calidad, como unos vasos, que se van a romper igual», confiesa tras abonar 6,80 euros en caja y asegurar que volverá.

«Vuelven porque confían en nosotros», dice Yulin. ¿Y la fama de hermetismo de los chinos? «Llegar a un país tan distinto no es fácil. Hay que ganarse la vida y al principio se trabaja tan duro que no hay tiempo para relacionarse», dice Huadong. De ahí nacen «la incomprensión y las leyendas urbanas», apunta Yulin. «Me parto de risa al oír que nunca verás un entierro de un chino porque acabamos en el plato de un restaurante», explica. «Nos gusta morir donde nacimos por un principio confuciano. Así lo haré yo, pero antes espero vivir muchos años aquí».