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Pasaportes falsos, mensajes encriptados, maletas con doble fondo... las memorias de una 'mensajera' del PCE

Manuela Ortega publica 'Tomar partido. Memorias de un compromiso', donde cuenta cómo hizo de ‘correo’ entre París y Valencia para los comunistas

Fue África, Marisa, Cristina, Isabelle, Antonia, Amparo... y conoció a Carrillo, La Pasionaria, Nikita Jrushchov o Kim Il-Sung

Manuela Ortega en la Fira del Llibre.

Manuela Ortega en la Fira del Llibre. / L-EMV

Miriam Bouiali

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"Resumir mi vida es muy difícil, han pasado muchísimas cosas", asegura Manuela Ortega. No obstante, a sus 78 años, ha presentado 'Tomar partido. Memorias de un compromiso' (Tirant lo Blanch, 2024), un libro en el que cuenta sus vivencias, testimonio de una época en España y que ha sido presentado en la Fira del Llibre de València.

La vida de Ortega —andaluza de nacimiento y valenciana de adopción, pues se mudó a Burjassot con su familia con 5 o 6 años—, no se puede entender sin la militancia ni el activismo políticos.

Cuenta que ha sido siempre de familia comunista y a mucha honra. "Mis padres, hermanos, cuñados... siempre fuimos represaliados, hasta que se murió Franco. Éramos comunistas ‘oficialmente’ y lo decíamos gritando si era posible. No nos ‘cayó’ nadie, pero palizas sí que nos dieron...", recuerda.

Hasta aquí, las vivencias de Ortega pueden ser como las de otros tantos republicanos que sufrieron la persecución y represión franquistas o el exilio. No obstante, la historia de Manuela Ortega tiene un punto excepcional, pues hizo de ‘correo’ y enlace para el Partido Comunista Español (PCE). Esto quiere decir que era "mensajera clandestinamente" del Comité Central, para las organizaciones que quedaban en España. Cuenta que hizo muchos viajes París-València siendo una joven, durante una década aproximadamente, entre 1965 y 1973, unos años antes de la muerte del dictador.

Mensajes encriptados, maletas con doble fondo y pasaportes falsos

Sin saberlo su familia —se había mudado a París—, se dedicó a transportar documentos y facilitó la entrada o salida de España y Francia de militantes del partido o personas que querían contactar con la dirección en el exilio. Recuerda que todos los mensajes estaban "encriptados, en maletas en dobles fondos... También era guía de personas que pasaban la frontera clandestinamente o recogía fotografías para hacer pasaportes falsos", reconoce.

Explica que "muchas veces" estuvo "en peligro y fue perseguida por policías", También indica que "muchas chavalas eran utilizadas para esto". "Solo el hecho de ser una chica ya era suficiente para tener ventaja, por eso me utilizaban tanto. Igual otras no lo fueron con tanta frecuencia como yo, pero esporádicamente sí", afirma. En algunos casos, traían también propaganda. Así, Manuela Ortega, una joven "vivaz y lista", se convirtió en África, Marisa, Cristina, Isabelle, Antonia, Amparo... 

Su vida estuvo ligada al PCE —formó parte del comité central entre 1963 y 1975— y eso le permitió viajar a "todos los países socialistas", como Corea del Norte, Rusia, Cuba, Yugoslavia, Checoslovaquia... al otro lado del "telón de acero". Conoció a líderes patrios como La Pasionaria o Santiago Carrillo, pero también a otros internacionales como Pablo Neruda, Rafael Alberti, Salvador Allende, Tito, Álvaro Cunhal, Nikita Jrushchov, Kim Il-sung...

Los "pequeños saltitos de Jruschov"

Estos pasajes también los recuerda en el libro, donde escribe sobre Nikita Jrushchov y Kim Il-Sung. Del primero dice que caminaba "dando pequeños saltitos" y saludaba "con sus minúsculas manitas en el aire"; del segundo, que le regaló una foto, un papiro y una caja de madera de ébano. A Dolores Ibárruri la vieron en Moscú: "Ni en sueños podíamos imaginar que la conoceríamos y menos aún que nos invitaría a merendar a su casa".

"Conocía a todos los líderes comunistas y, aunque los nombro en el libro, para mí lo importante es toda la gente anónima que ayudó al partido, como mi familia", indica la ahora autora. Sobre si ese activismo valía la pena con el riesgo que conllevaba, Manuela Ortega está convencida: "Lo hacía porque lo sentía, era necesario por la libertad de España".

Después de todo esto, volvió a Valencia, rehizo su vida y trabajó para una multinacional como contable y financiera. No obstante, nunca dejó la lucha obrera.

"He pensado en escribir este libro para los jóvenes, que sepan que antes también hacíamos cosas interesantes. Son cosas que se desconocen", asegura.

"Lo que fascina de este libro es que su autora es memoria, una voz puesta al servicio de dar nombre y apellidos a tantos compañeros anónimos. La voz de la autora ha construido un relato de personas que participaron, cobijaron, ayudaron o se arriesgaron en la lucha antifranquista, aunque la Historia con mayúscula tienda a olvidarlas", dicen desde la editorial sobre 'Tomar partido'.

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