un manual superventas

Un manual superventas enseña que a educar también se aprende

Amanda Céspedes desembarca en España con 'Educar las emociones', un libro de éxito en Sudamérica que abre miras en la educación de adolescentes y niños

Amanda Céspedes. Edicions B. 224 páginas. 15 euros.

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Amanda Céspedes es especialista en Neuropsiquiatría Infantil y autora, entre otros, del libro Educar las emociones, un auténtico fenómeno editorial en América Latina que llega a ahora a las librerías españolas, publicado por Ediciones B. Padres, profesores y cualquiera que se relacione de forma permanente con niños echa en falta un manual de instrucciones, y todos

coinciden en que educar es una ardua aunque apasionante tarea. En general, la gran mayoría de los problemas de conducta de los niños están provocados por actitudes erróneas de los padres o educadores respecto a su educación emocional. La autora chilena plantea cambiar el paradigma del adulto autoritario por uno empático, comprensivo e intuitivo, que sepa dominar las herramientas para una comunicación afectiva y efectiva; y nos proporciona una decena de claves para hacerlo.

1. Memoria afectiva

Todos los niños vienen al mundo programados para la armonía y la felicidad, pero para alcanzarlas necesita la guía de un adulto. Desde los dos meses, el bebe ya confía en el otro, en quien le acompaña. Cada encuentro con aquellos con los que interactúa -padre, madre, hermanos, cuidadora, etcétera- queda inscrito en su memoria emocional. Amar y enseñar a amar impulsará al niño a alcanzar un desarrollo emocional armónico.

2. Estímulos

Como adultos, no consideramos importante en nuestra vida a todo ser humano con quien tenemos cercanía, sino que precisamos que sea capaz de entregarnos estímulos afectivos de un modo espontáneo: cariño, ternura, amistad y cercanía. Si para un adulto estos estímulos son importantes, aunque podamos prescindir de ellos por largos periodos, son alimentos esenciales para el alma infantil.

3. Error sin fracaso

Los niños y su autoestima dependen de nuestras actitudes valorativas, que han de expresarse en forma de aprobación, de elogios, destacando las cualidades y siendo comprensivos con los errores. Nuestras actitudes deben ser en forma de aliento, estímulos que animen al niño a atreverse sin temor al error, la equivocación o el fracaso. En el aprendizaje no hay lugar para el fracaso, ya que los errores son un método de aprendizaje aún más válido que el acierto.

4. La pena importa

Los niños necesitan que el adulto preste atención interesada y respetuosa a sus conflictos, dudas, temores e incertidumbres. Lo más dañino para su autoestima es minimizar sus problemas, mofarse de ellos o ser indiferente. Debemos ofrecerle ayuda para encontrar soluciones, mostrarle el problema de un modo objetivo y neutral para que pueda verlo. Las penas de un niño son penas y no minipenas, así que nada de minimizarlas diciendo esa típica frase de «¡pero si esto no es nada!».

5. La autoridad

La autoridad es necesaria, pero no sirve de nada si está basada en el dominio. La autoridad debe estar sustentada en el respeto, la consecuencia, la justicia y la tolerancia. Mostrar la autoridad enviando señales de dominio y control provocará en el niño una emocionalidad negativa permanente que es el germen de una rebeldía futura.

6. Normas y límites

Las normas y los límites son necesarios, y es posible establecerlos y legitimarse ante niños y adolescentes mostrándose cercano, flexible y empático. La clave está en poner el énfasis en la formación temprana de hábitos y normas y no esperar el fallo y aplicar el castigo. Centrar la atención en la acción errónea ignorando la virtud y aplicando un castigo ejemplar invita al niño a desconfiar del adulto y a ocultar sus acciones. La confianza y el estímulo le ayudarán a decir la verdad y afrontar sus consecuencias. Implantar hábitos sanos (normas y límites) de forma temprana es el secreto para que los adolescentes tomen decisiones libres y responsables.

7. Amor y rechazo

Desde los 3 meses de vida intrauterina hasta los 8 meses de edad: el apego comienza antes de nacer y, por lo tanto, los sentimientos de la madre respecto de su bebé provocan grandes corrientes de energía que graban a fuego las primeras vivencias de saberse amado rechazado. Una vez que el niño nace, la principal misión es otorgarle confianza.

8. Autorregulación

Entre los 2 y los 5 años es el momento de que el niño inicie la conquista de la autorregulación emocional. Debe aprender a identificar sus emociones, modularlas y ajustarlas. Para ayudarle a conseguirlo hemos de potenciar la fantasía y el juego como forma de transformación de la realidad y aprender a gestionar y corresponder su confianza en los adultos que significan algo para ellos.

9. Reflexión

De los 7 a los 10 años es el momento de dialogar, de verbalizar las emociones y los sentimientos. El lenguaje hace que aparezca una incipiente capacidad reflexiva que hemos de ayudarle a desarrollar para que no se quede atascado en atribuir a terceros las consecuencias de sus acciones u obedezca solo por temor al castigo.

10. La adolescencia

Pubertad y adolescencia. El mundo es ahora un escenario cargado de misterios y promesas y el hogar deja de ser un refugio para transformarse en prisión. El desarrollo moral ya está bastante avanzado pero colisiona con los impulsos hedonistas, lo que lleva a la transgresión de los límites. De nuevo ser comprensivo, afectuoso y sereno con ellos facilitará el camino del autocontrol. Castigar a un adolescente es decirle que carece de capacidad de juicio.