El oficial de derrota
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EXPEDICIÓN MALASPINA / 11 de febrero del 2011
La Expedición Malaspina parte de Ciudad del Cabo
“¡Largar toda!” La voz del comandante del Hespérides, Juan Antonio Aguilar, un madrileño de 51 años, rompe el silencio en el puente de mando. Pasan un par de minutos de las cinco de la tarde (una hora menos en España) y una docena de oficiales y marineros atienden con suma concentración a la maniobra de salida del puerto de Ciudad del Cabo. Empieza la tercera etapa de la Expedición Malaspina, que cruzará el Océano Índico de oeste a este, desde el extremo sur del continente africano hasta la ciudad australiana de Perth, siguiendo la línea imaginaria del paralelo 30 sur. Las estachas ya están recogidas y el llamativo casco anaranjado del buque oceanográfico español rebasa la bocana del puerto.
Las maniobras de salida y de entrada en las dársenas son momentos de tensión a bordo. Un error o una distracción puede tener consecuencias funestas: desde arrollar una baliza de señalización hasta colisionar con otra nave. Aguilar dirige la maniobra de la timonel, Marta Aragonés, una mallorquina de 24 años, hasta que el Hespérides vira a babor y dobla la última baliza. Entonces la timonel se retira y el barco queda en manos del piloto automático con rumbo 270 (dos siete cero).
Una cosa es el rumbo, que es el ángulo de desviación que marca en cada momento la proa del buque respecto del norte, y otra, la derrota. La derrota es la vía, el camino, la línea imaginaria que sigue el barco, y la fija el oficial de derrota. Años atrás, en una visita de un grupo de periodistas a una nave de la Armada, una informadora oyó hablar del oficial de derrota. Nunca había escuchado antes ese rango, así que, extrañada, preguntó qué función cumplía. El oficial interpelado pensó que era una buena ocasión para gastarle una broma a la periodista. “Es el que se encarga de rendir la nave al enemigo cuando se pierde una batalla”, le respondió. Y así salió publicado el día siguiente en su periódico. Ya lo dice el clásico del periodismo: Nunca des por buena una información que no esté avalada al menos por dos fuentes.
Antes de que caiga la noche, el barco doblará el Cabo de Buena Esperanza. Cabo de las Tormentas, lo bautizó en 1488 el portugués Bartolomé Díaz, el primer europeo que lo avistó. Años más tarde, cuando su compatriota Vasco de Gama descubrió que doblando el cabo se podía navegar hacia las Indias en pos de una ruta para el próspero comercio de las especias orientales, la punta fue bautizada con su nombre actual.
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