RESOLUCIÓN JUDICIAL DE UN CRIMEN QUE CONMOCIONÓ A LA CIUDADANÍA

17 años por asesinato para los dos chicos que quemaron a la mendiga

MAYKA NAVARRO / J. G. ALBALAT
BARCELONA

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De poco sirvió que Ricard Pinilla y Oriol Plana aseguraran durante el juicio que nunca quisieron acabar con la vida de Rosario Endrinal, la mendiga que murió tras ser quemada viva en un cajero de La Caixa, en diciembre del 2005. Pidieron perdón y contaron que solo querían molestarla, asustarla, divertirse... La Audiencia de Barcelona les condenó ayer a 16 años de cárcel por un delito de asesinato con alevosía y a otro año por los desperfectos provocados en el incendio que acabó con la vida de la mujer, de 50 años.

En total, Pinilla y Plana pasarán 17 años entre rejas, aunque el letrado de Pinilla, Antonio del Moral, ya anunció que recurrirá la sentencia porque, a su entender, durante el juicio, celebrado el mes pasado, no se acreditó que tuvieran la intención de asesinar a la mendiga.

UNA AGONÍA DE 24 HORAS

La magistrada ponente, Montserrat Birulés, ha interpretado los hechos de una manera muy diferente a la defensa. A lo largo de las 19 páginas de la sentencia, el tribunal asegura que los dos jóvenes "actuaron conscientes de la altísima probabilidad" que había de que la mujer muriera, y aún así, "actuaron en consecuencia". Y subraya el "dolor intenso causado a la víctima", que agonizó 24 horas hospitalizada con quemaduras de tercer grado en el 68% de su cuerpo.

El asesinato fue cometido la madrugada del 15 de diciembre del 2005. Rosario Endrinal, Charo para los pocos amigos que conservaba, dormía aquellos fríos días de invierno en el interior de un cajero de La Caixa en la calle de Guillem Tell, en Sant Gervasi. Pinilla y Plana, que aquella noche cenaron con un grupo de amigos, incordiaron hasta en dos ocasiones a Rosario Endrinal. Le lanzaron objetos e incluso, según detalla la sentencia, le golpearon con unos tubos de cartón rígidos, como demostraron los hematomas identificados por el forense durante la autopsia. Rosario Endrinal se zafó de los gamberros y se encerró en el interior del cajero. Pero ellos regresaron. Acompañados de Juan José Mena --que entonces era menor y ya fue juzgado y condenado a ocho años en un centro de internamiento-- "urdieron una trampa" para engañar a la mendiga y poder volver a entrar.

Queda probado que fueron Mena y Pinilla los que se apoderaron del bidón de disolvente que había en el primer piso de un andamio de obras del edificio de al lado. "Con plena conciencia de la alta probabilidad de acabar con su vida", relata la magistrada, Mena vertió el disolvente "a escasa distancia de la mujer, que se hallaba tendida y adormecida". Se fueron "sonrientes" sin prestarle auxilio ni solicitarlo a terceros.

El cruel asesinato contó con un elemento que durante el juicio ayudó a afianzar la tesis de la acusación y que durante los días posteriores al suceso puso la piel de gallina a la opinión pública: las cámaras de seguridad grabaron el crimen. Todo el mundo pudo ver una y otra vez el rostro desdentado y la melena despeinada de la mendiga, zafándose de sus asesinos minutos antes de que la quemaran viva. Y a los amigos, entrando y saliendo del cajero. Pinilla, al que la sentencia atribuye la acción de pedir fuego a un transeúnte y lanzar sobre el charco de disolvente la colilla que provocó el incendio, no sonreía.

El fallo hace constantes referencias la video. Es inevitable. Fue un asesinato grabado. Y con alevosía por el uso del líquido inflamable cuando ella no tenía opción de defenderse: "Dormitaba".