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Crítica final de 'El libro de Boba Fett': cierre satisfactorio para una serie discutida

Lo que debía ser un vehículo para el lucimiento del misterioso personaje ha acabado solidificando, sobre todo, el mito de 'The mandalorian'

Crítica final de 'El libro de Boba Fett': cierre satisfactorio para una serie discutida

Crítica final de 'El libro de Boba Fett': cierre satisfactorio para una serie discutida / Lucasfilm

Juan Manuel Freire

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"Creo que Boba Fett se hizo tan popular por lo misterioso que era", cuenta Joe Johnston (el que fuera director artístico de 'El Imperio contraataca') en el minidocumental 'Bajo el casco: El legado de Boba Fett'. "Al igual que Darth Vader, el casco era su cara. Me gustó que no le diéramos historia". Declaración atrevida en el contexto de una jugosa 'featurette' que, en principio, debía servir para promocionar 'El libro de Boba Fett', serie dedicada (como hicieron antes series animadas, libros y cómics) a dar historia al otrora misterioso cazarrecompensas. 

El 'spin-off' de 'The Mandalorian' llegó para cubrir lagunas que, quizá, tampoco necesitaban ser cubiertas, en algún caso por ser fáciles de imaginar. En la cronología dual de la serie, el pasado (esos flashbacks de Boba mientras duerme en su tanque de bacta) tuvo en principio mucho más peso que el presente, es decir, el ascenso del ahora protagonista a nuevo daimio de Tatooine. Vimos cómo salió Boba del pozo de Sarlacc; cómo fue rescatado por los moradores de los arenas, comunidad cerrada que acabó acogiendo al forastero como uno más (es decir, puro wéstern), o cómo tras la masacre de los tuskens a manos de, en principio, motoristas niktos, Boba (hierático Temuera Morrison) contó con ayuda de la asesina Fennec Shand (Ming-Na Wen) para cobrarse venganza.

A pesar de sus indiscutibles atractivos (sobre todo, la legibilidad de su acción y el carisma menos de Morrison que de Wen), 'El libro de Boba Fett' sufría un poco en la comparación con 'The Mandalorian', serie que creó nuevos mitos además de (tratar de) reforzar los antiguos. Nada que no pudiera arreglar un cambio de sentido a tiempo: a partir del quinto episodio de su propia serie, Boba volvió a aceptar un discreto segundo plano y cedió el protagonismo a Din Djarin (Pedro Pascal) y su amiguito Grogu, y de golpe, a pesar de ese Luke Skywalker recreado digitalmente, regresaba el encanto deseable. 

El episodio final 'En el nombre del honor' ha resultado ser, de hecho, casi una reedición del clímax bélico ('El rescate') de la segunda temporada de 'The Mandalorian', esta vez con las tropas aliadas de Tatooine y Ciudad Libre luchando contra las fuerzas del Sindicato Pyke, que han intentado convertir el planeta arenoso en epicentro de su tráfico de especia. Shand tampoco ve esto último tan mal, pero el Boba de mediana edad prefiere la idea de hacer prosperar el lugar por medios menos destructivos. Su gotra se refugia en las ruinas del Santuario de Garsa mientras los pykes traman su estrategia, en la que el temible Cad Bane tendrá el papel de negociador lapidario. Siguen escenas de caos, tiroteos y nervios de acero: 'En el nombre del honor', otra muestra del talento de Robert Rodriguez para orquestar acciones complicadas, es casi como un nuevo remake de 'El Álamo' en el que participaran también grandes droides aniquiladores y reptiles carnívoros

Boba tiene un papel en todo esto, por supuesto, pero resulta cuanto menos curioso que sus palabras no sean las últimas que oímos en el capítulo, o que el mito realmente solidificado sea el núcleo emocional de 'The Mandalorian'. Sin necesidad de (apenas) quitarse el casco, de revelar su curtido rostro, el Din Djarin de Pedro Pascal sabe expresar sentimientos y objetivos, seguir creciendo en estatura mítica y asentarse como figura totémica de la fantasía (wéstern) reciente.  

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