Psicología
Prohibiciones incorrectas en niños: seis límites que son excesivos
La crianza supone sostener y guiar a los hijos
Ángel Rull
Licenciado en Psicología por la Universidad Complutense de Madrid, con más de 10 años de experiencia en el ámbito de la Psicología Sanitaria, tanto en clínica con población general, como en hospitales, con patologías más severas. Desde 2017, trabajo diariamente con personas de diferentes edades y con una amplio abanico de problemas de manera online, rompiendo las barreras físicas de la terapia convencional.
La crianza es un proceso complejo donde debemos, establecer límites a los niños y niñas, una tarea fundamental que padres, madres y cuidadores abordan con la mejor intención. Pero ¿qué sucede cuando estos límites son más un reflejo de nuestras propias inseguridades o desconocimiento que de una guía adecuada para el desarrollo infantil?
¿Qué son los límites en los niños?
Los límites en los niños y niñas son esas reglas y directrices que los adultos establecen para orientar su comportamiento, garantizar su seguridad y promover su bienestar. Estas fronteras comportamentales son indispensables para que los menores aprendan sobre las consecuencias de sus actos y comprendan las normas sociales y familiares.
Los límites deben ser claros y consistentes, adaptados a la edad y comprensión de los pequeños.
Es importante que los límites vengan acompañados de explicaciones que los niños y niñas puedan entender, para que no los vean como meras imposiciones arbitrarias.
Los límites deben permitir a los niños y niñas explorar, aprender y cometer errores en un entorno seguro, promoviendo su autonomía y sentido de responsabilidad.
¿Por qué son importantes?
Los límites son vitales para el desarrollo emocional y social. A través de ellos, los niños y niñas aprenden a autorregular su comportamiento, lo que es crucial para su adaptación social y éxito en diferentes ámbitos de la vida.
Un niño o niña que crece con límites saludables desarrollará una mejor inteligencia emocional, habilidades sociales y respeto por los demás y por sí mismo.
Los límites también son una forma de transmitir amor y cuidado, pues a través de ellos se muestra preocupación por la seguridad y el bienestar del menor.
La falta de límites o la imposición de límites poco adecuados pueden resultar en confusión, inseguridad y problemas de comportamiento.
¿Hay límites incorrectos?
No todos los límites son beneficiosos. Algunos pueden ser contraproducentes, generando efectos negativos en la autoestima y el desarrollo emocional del niño o niña.
Los límites deben ser flexibles y adaptarse al crecimiento y a las necesidades cambiantes de los menores. Es importante evitar limitaciones que repriman la individualidad o la capacidad de decisión propia del niño o niña. Un límite se considera incorrecto cuando ignora las capacidades, deseos y necesidades emocionales del menor, más que protegerlo o guiarlo.
Límites incorrectos en niños
Los límites son una parte esencial de la crianza de los niños y niñas, ya que les proporcionan estructura y guía en su camino hacia la madurez. Sin embargo, no todos los límites son igualmente efectivos ni beneficiosos para el desarrollo infantil.
¿Qué límites deberíamos evitar?
1. Prohibir el juego libre
El juego es una herramienta esencial en el desarrollo cognitivo y emocional. Prohibir o limitar excesivamente el juego libre impide que los niños y niñas exploren su creatividad y aprendan a través de su curiosidad natural. Puede causar estrés y limitar el desarrollo de habilidades sociales y de resolución de problemas. Debe darse un equilibrio entre las actividades estructuradas y el tiempo libre para jugar.
2. Limitar la expresión de emociones
Es natural que los niños y niñas sientan y expresen emociones intensas. Decirles que no lloren o que no muestren enfado les enseña que sus emociones son inaceptables, lo que puede llevar a problemas emocionales en el futuro. Es importante validar sus emociones y enseñarles formas adecuadas de expresarlas. Deben aprender que todas las emociones son válidas, pero ciertas maneras de expresarlas son más apropiadas que otras.
3. Imponer perfeccionismo
Exigirles que todo lo hagan perfecto crea presión innecesaria y puede llevar a la evitación de actividades por miedo al fracaso. Es fundamental celebrar el esfuerzo y el proceso de aprendizaje, no solo el resultado. Debe fomentarse la mentalidad de crecimiento, donde el error es visto como una oportunidad de aprendizaje.
4. Suprimir la curiosidad
Desalentar las preguntas o la exploración frena el deseo innato de aprender y descubrir el mundo. Es clave guiar su curiosidad con paciencia y fomentar su sed de conocimiento. Los límites se deben establecer más bien en torno a la seguridad y el respeto por los demás, no sobre la capacidad de indagar y aprender.
5. Castigar la independencia
Para los niños y niñas, es esencial sentir que tienen cierto control sobre sus vidas y decisiones. Desalentarlos a que hagan elecciones o prueben cosas nuevas puede llevar a la dependencia y falta de autoconfianza. Es importante permitirles hacer elecciones apropiadas para su edad y darles la oportunidad de usar su juicio. Guiarlos para tomar buenas decisiones en lugar de tomar todas las decisiones por ellos los prepara para la independencia en el futuro.
6. Protección excesiva
La sobreprotección puede limitar la capacidad de los niños y niñas para manejar la adversidad y resolver problemas. Los niños y adolescentes necesitan enfrentarse a obstáculos para aprender la resiliencia. Al evitar que enfrenten cualquier tipo de frustración o dificultad, se les priva de la oportunidad de desarrollar habilidades de afrontamiento. Ofrecerles oportunidades controladas para superar obstáculos les permite adquirir la confianza y la fortaleza necesarias para los problemas futuros.
Los límites, cuando se imponen correctamente, son una expresión de amor y cuidado. Nos permiten guiar a los niños y niñas en su camino hacia una adultez saludable y feliz. Como adultos, nuestro foco es encontrar ese balance entre la guía necesaria y el espacio que cada niño o niña necesita para crecer y aprender por sí mismo. La clave está en la empatía, el respeto y la adaptación constante a las necesidades cambiantes de cada etapa del desarrollo infantil.
* Ángel Rull, psicólogo.
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