TENSIÓN EN EL BARÇA

La derrota de Montilivi hipoteca y debilita el proyecto Laporta-Xavi

'Tramontana Portu', anatomía del cambio que desnudó al Barça y desató el delirio en Montilivi

El Girona hace sonar el himno de la Champions en Montilivi, el Barça arruinado y el Madrid campeón

Xavi estalla tras la derrota en Girona: "Antes que entrenador soy culé, y estoy cabreadísimo"

Rafa Yuste, vicepresidente deportivo del Barça, y Joan Laporta, presidente, en el palco de Montilivi antes del duelo con el Girona.

Rafa Yuste, vicepresidente deportivo del Barça, y Joan Laporta, presidente, en el palco de Montilivi antes del duelo con el Girona. / Siu Wu / Efe

Joan Domènech

Joan Domènech

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La undécima derrota de la temporada no fue una derrota cualquiera. La de Girona no reportó la pérdida de la Supercopa de España como la cosechada ante el Madrid (4-1), la eliminación en los cuartos de la Copa del Rey frente al Athletic (4-2), o la despedida de la Champions con el París Saint-Germain (1-4). Tuvo en común, como esas, que el Barça salió goleado de nuevo (4-2) en el duelo directo con el Girona, igual que en Montjuïc (2-4). Y tuvo en común que Joan Laporta, el presidente, se llevó otro sofoco. Como millones de culés. Pero en el club sólo manda él.

El sofoco va más allá de ser testigo del sorpasso del Girona al segundo lugar en la clasificación y que le garantizó el concurso en la Champions -objetivos todavía al alcance del Barça con cuatro jornadas por delante-, sino que la estrepitosa caída frente a un rival directo se produjo después de una decisión estratégica y capital: reafirmar la continuidad de Xavi Hernández.

Sergi Roberto avanza en un ataque del Barça en Girona.

Sergi Roberto avanza en un ataque del Barça en Girona. / David Borrat

El elemento diferencial en el ánimo de Laporta radica en que algunas derrotas despertaron la lógica decepción del resultado adverso. La de Montilivi, un enfado mayúsculo. Seguramente estaba tan “cabreadísimo” como el entrenador, proclamados y autoidentificados ambos como “culés incontestables”. Otra diferencia: no hubo vídeo presidencial como a la vuelta del Bernabéu. Nadie se acordó del árbitro.

Lewandowski transforma el penalti del momentáneo 1-2.

Lewandowski transforma el penalti del momentáneo 1-2. / Siu Wu

Xavi criticó a la plantilla que el equipo se dejara llevar por la adversidad con el 4-2 y no compitiera a falta de 20 minutos para el final.

Ni ilusión ni confianza ni ambición

Sólo nueve días han transcurrido desde el anuncio de Laporta de mantener en el cargo a Xavi y la undécima derrota, la tercera en los cuatro últimos encuentros, erosiona la pertinencia de la apuesta, ya que socava los argumentos que fundamentaron la ceremonia de la ratificación: la ilusión por manejar el proyecto, la confianza en el equipo y la ambición de ganar.

Ilusión, confianza y ambición que Xavi no vio en Girona a partir del 2-2, cuando el Barça se diluyó, convertido en una hoja de papel en una ráfaga de tramontana. Y así lo expresó en el entrenamiento de recuperación de la plantilla. Laporta digirió el enfado en solitario, tal vez con sus allegados más próximos; Xavi, en tanto que gestor del grupo de Sant Joan Despí, compartió su parecer con sus discípulos. Seguía cabreadísimo.

Blind obstaculiza un disparo de Gündogan.

Blind obstaculiza un disparo de Gündogan. / David Borrat

Recriminaciones dominicales

No difirió el mensaje del entrenador con lo que pensaba cuando caía la tarde en Montilivi o lo que ha pensado en otras ocasiones, según se desprende del lenguaje subliminal de las ruedas de prensa: los partidos se preparan de maravilla y luego se tuercen por los errores que comenten los actores, es decir, los jugadores. Pero este domingo Xavi recriminó a los suyos, entre otras cosas, que no compitieran como debían, de haberse abandonado a la adversidad del resultado y de facilitar que una gran actuación se diluyera por el sumidero. En resumen, de una rendición anticipada e inaceptable.

Portu celebra su gol con el balón en el fondo de la red.

Portu celebra su gol con el balón en el fondo de la red. / David Borrat

Portu fue el ejemplo que habría deseado ver Xavi en su equipo: la figura del futbolista enfadado por ser suplente y que desea poner en evidencia al técnico con hechos y actitud en el campo.

El 2-2 fue un accidente que para algunos se convirtió en irreparable con el inmediato 3-2 (al cabo de dos minutos) e irreversible con el 4-2 (siete más tarde). Los cuatro jugadores que ingresaron en el campo (Pedri y Raphinha en el minuto 69 con el 3-2 y Ferran y el ovacionado Romeu en el 79 con el 4-2) no frenaron ni dieron indicios de ayudar a cambiar la deriva del equipo. Quedaron destapados en la comparación con Portu, el transformador del Girona-Barça: la figura del futbolista enfadado con su entrenador por ser suplente y que desea poner en evidencia al técnico con hechos en el campo; al menos por el espíritu con que entra. El acierto de Portu no dejó de ser un suceso extraordinario con dos goles y una asistencia en nueve minutos.

Joan Laporta, el presidente del Barça, antes de iniciarse el duelo contra el Girona en Montilivi.

Joan Laporta, el presidente del Barça, antes de iniciarse el duelo contra el Girona en Montilivi. / David Borrat / Efe

Laporta es prisionero de sus palabras y sus decisiones. La figura de Xavi se ha debilitado nueve días después de que lo ratificara y no puede cambiar de opinión tan pronto. Si rescindiera su contrato, el foco se situaría sobre él.

El culpable es el de abajo

La plantilla escuchó a Xavi mientras Laporta está hipotecado por sus palabras y sus decisiones. La figura del entrenador se ha debilitado y él no puede cambiar de opinión. No, al menos, tan pronto. Creía, aseguró, y cree en Xavi, parece, y si lo niega o meditara ejecutar la rescisión del contrato y fichar otro entrenador, el foco se situaría sobre él con dos temporadas de mandato por delante y dos y media consumidas con una Liga, una Copa y una Supercopa, e hipotecas por todas partes. Desde la capacidad de inversión en la plantilla a la construcción del Espai Barça, que se retrasa día a día.

Xavi considera que hubo jugadores que no estuvieron a la altura que exige pertenecer al Barça, que pensaron más en sí mismos que en el equipo, y Laporta, además, en tanto que es el superior de Xavi, también lamentaba la mala gestión del cuerpo técnico en la toma de decisiones. El culpable es el de abajo, el inferior de rango.

De puertas hacia afuera, coinciden en la necesidad de que la plantilla ha de reforzarse de manera notable. El final de temporada y el final del mercado pueden cultivar las divergencias. El inicio del próximo curso se dibuja muy lejano.