Un superviviente del covid-19

"El delirio de la uci me hizo creer que yo era el guitarrista de Guns N' Roses"

José Manuel Codón, de 39 años, estuvo 23 días con coronavirus en la unidad de cuidados intensivos de Vall d'Hebron. Ocurrió en la primera oleada pero, un año después, este vecino de Sant Andreu aún arrastra las secuelas: le cuesta caminar, siente fatiga. "Estoy aquí de milagro", relata.

José Manuel Codón, ha superado el covid después de pasar por la UCI

José Manuel Codón, ha superado el covid después de pasar por la UCI / Ferran Nadeu

Beatriz Pérez

Beatriz Pérez

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

El relato de aquella época "confusa", José Manuel Codón (Barcelona, 1981) ha logrado hilvanarlo gracias a lo que le contaron las enfermeras. "Los tres primeros días tras salir de la uci, tuve el delirio de que era el guitarrista de Guns N' Roses. A mí me gustan mucho el 'heavy' y el rock' y yo contaba que estaba ahí porque me había dado un infarto en un concierto en Madrid. Durante tres días fui Slash de Guns N' Roses, ¡algo bueno me llevé!", explica a EL PERIÓDICO desde el salón de su casa del barrio barcelonés de Sant Andreu.

Lo cuenta con humor, pero sin esconder la gravedad de la situación, la "más gorda" en la que se ha visto envuelto jamás: se infectó de covid-19 el marzo pasado y el virus, con 38 años, lo tuvo 23 días en la uci del Hospital Vall d'Hebron y luego un mes más hospitalizado en planta. Entró en el centro el 21 de marzo y salió el 11 de mayo. Y, después, estuvo cinco semanas en su casa, de "hospitalización domiciliaria". "Va a hacer un año de todo aquello y aún tengo secuelas. Sobre todo, fatiga y me cuesta caminar", dice. "Estuve varias veces a punto de morir. Yo estoy aquí de milagro", afirma.

Los delirios o síndromes confusionales agudos son un problema frecuente en los enfermos críticos y están asociados a estancias, sobre todo prolongadas, en las ucis, en períodos de post-sedación. Los sufren un 30% de los pacientes que entran en estas unidades. Codón ya comenzó a delirar antes de su entrada al hospital, en su casa, cuando tenía fiebres superiores a 40 grados y escupía sangre.

Jose Manuel Codón, con secuelas después de pasar por la UCI y superar el covid.

José Manuel Codón con su madre, María Teresa Blanco. / Ferran Nadeu

"Recuerdo el momento en que me sacaron de la uci entre aplausos. Me recogió un celador que me pensé que era un chico del pueblo de mi madre. Le estuve hablando como si fuera él, y no. La uci hace que la cabeza quede muy tocada. La paranoia, los delirios y las alucinaciones siguieron durante bastante tiempo", relata este joven, que también lleva años tratándose un trastorno de ansiedad y depresión.

Cómo empezó todo

Este vecino de toda la vida de Sant Andreu cree que se contagió en el centro de terapia ocupacional en el que trabajaba, donde estaba en contacto con jóvenes y adultos con trastornos psicóticos y del espectro autista que procedían cada uno de una residencia diferente. El viernes 13 de marzo, cuando el Gobierno declaró el estado de alarma, Codón ya se encontraba "bastante mal". "El sábado tuve claro que eso no era una gripe porque era muy bestia".

Estuvo en casa nueve días antes de ser trasladado definitivamente al hospital. Previamente, al quinto día logró que lo atendieran telefónicamente (en aquel momento las líneas y servicios estaban colapsadas) y una ambulancia acudió a su casa para llevárselo. Pero él se negó: "Me entró el pánico, yo no quería asumir que tenía covid-19. Fue una cagada porque si hubiera ido en aquel momento me hubiera ahorrado algunas cosas", cuenta. Al día siguiente Codón no pudo más y decidió que sí debía ir al hospital, pero no consiguió contactar hasta el noveno día desde el inicio de los síntomas. Ahí lo trasladaron.

Todo fue muy confuso. Grabé un vídeo para despedirme de mis amigos antes de que me durmieran, pero no me acuerdo de haberlo hecho

De su preingreso en la uci apenas recuerda nada. "Todo es muy confuso. Grabé un vídeo para despedirme de mis amigos antes de que me durmieran, pero no me acuerdo de haberlo hecho. Me lo enseñaron en julio", relata Codón. Sí recuerda una cosa: el "trato excelente, siempre", de los sanitarios de Vall d'Hebron.

El "milagro"

Mientras él estaba en la uci, no muy lejos de allí, en el barrio de Sant Andreu, su madre, viuda de 72 años, esperaba con angustia las noticias del hijo. "El día que me metieron en la uci, me durmieron e intentaron hacerme una traqueotomía, pero no pudieron porque los pulmones estaban encharcados de sangre. Lograron hacérmela al tercer día, pero esos dos días previos los médicos estaban preparando a mi madre para lo peor. 'No podemos intubarle, él no puede respirar por sí mismo, la oxigenoterapia auxiliar no le funciona...'. Por fin, alguien logró meterme la tráqueo milagrosamente", cuenta Codón.

Su ingreso, dice, fue "complicado". Porque en la uci sangraba mucho por la boca y estuvo varias veces "a punto de morir". Pero finalmente todo salió bien. Y, una vez en planta, un compañero de habitación le prestó su móvil para hacer una videollamada con su madre porque Codón no se acordaba de utilizar el suyo. "Fue la primera vez que la vi en muchas semanas y los dos nos echamos a llorar. Fue muy emocionante. Creo que en los momentos muy, muy malos siempre te acuerdas de tu madre. No de tu padre, ni de tu hermano, ni de tu pareja. Te acuerdas de tu madre porque ese vínculo es así. Recuerdo verla llorar y llorar, llorar mucho".

La primera videollamada con mi madre fue muy emocionante. En los momentos muy malos siempre te acuerdas de tu madre. Recuerdo verla llorar y llorar

Recuerda la "soledad" dentro del hospital y reconoce que él fue un "paciente puñetero". "Hubo días en que yo llevaba muy mal el aislamiento [pasó períodos solo en la habitación] y llamaba mucho al timbre solo por ver a alguien entrar. Necesitaba contacto humano y nunca nadie me puso mala cara. Era la época en que los sanitarios se tenían que poner el buzo cada vez que entraban… Eso a mí se me ha quedado muy dentro", cuenta Codón, quien solo tiene palabras de agradecimiento para los profesionales de Vall d'Hebron. Y también recuerda cómo muy poco a poco comprendió qué estaba ocurriendo fuera de aquellas cuatro paredes que durante dos meses fueron todo su mundo. "Sabía que estaba pasando algo, pero no era consciente del nivel de confinamiento y parón en aquella época".

El alta hospitalaria

El 11 de mayo, Codón recibió el alta hospitalaria. Ya estaba "harto" de estar ingresado. Se empeñó en ir andando de la habitación a la ambulancia, aunque todavía le costaba mucho, pues había perdido 15 kilos. "El trayecto en ambulancia a mi casa, que dura 15 minutos, fue como un vuelo a la India. Fue superguay. Iba mirando por la ventana y era todo nuevo. En la puerta me estaba esperando, junto a mi madre, una tía que vive aquí cerca. Y recuerdo las ganas de abrazarlas y no poder", explica emocionado.

Esta dura experiencia, con todo, ha cambiado cosas en él. Codón cree que ha aprendido a tener "más paciencia" con los otros porque ha visto que "las cosas son muy pasajeras". "Mi trato con los demás es más paciente, más cercano, más tranquilo. No exijo tanto como antes". Además, ahora está acabando un curso de atención sociosanitaria. "A mí me han ayudado mucho y quiero devolverlo".

Yo estoy aquí de milagro y tengo 39 años. Esto no es ninguna broma; un año después, sigo pagando las consecuencias

Ello pese a que seguirá de baja, calcula, "hasta dentro de dos meses". Le han quedado muchas secuelas de su paso por la uci. En primavera le harán una prueba para ver cómo evoluciona su afección respiratoria. "Lo que más cuesta es la recuperación muscular. A día de hoy, todavía las piernas me fallan. ¿Qué más? La fatiga. Hay días en que es muy dura, estás hecho una mierda aunque no hagas nada. También he tenido problemas de piel, de caspa y el otro día no me pudieron hacer unas analíticas porque tengo las venas contraídas", comenta.

Por último, lanza un mensaje a quienes minimizan el riesgo del coronavirus y se saltan las restricciones. "Que vean esta entrevista. Yo estoy aquí de milagro y tengo 39 años. Que no es ninguna broma, que yo llevo un año y sigo pagando las consecuencias".

Suscríbete para seguir leyendo