Rutas insólitas

Barcelona Singular: los tesoros ocultos del Campus Sud de la Diagonal

Te dejarán entrar aunque se te haya pasado el arroz. Marc Piquer, el tuitero explorador de @Bcnsingular, descubre los museos escondidos a pie de campus

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El Campus Sud.

El Campus Sud. / Marc Piquer

Marc Piquer

Marc Piquer

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Es evidente que a muchos se nos ha pasado el arroz para ciertas cosas, pero no temas: aquí nadie te dará el alto. Menos sus aulas, el Campus Sud está abierto a todo el mundo, también sus bares, a menudo abarrotados. Por contra, existen cuatro museos muy variopintos que la mayoría de universitarios, docentes y personal de administración y servicios desconocen. Junto al Cementerio de Les Corts y las puertas gaudinianas de la Finca Güell, son lo más preciado de este medio círculo lleno de facultades, centros de investigación y escuelas técnicas: colecciones valiosísimas que se han custodiado como lo que son, auténticos tesoros, por amor a la ciencia.

1. El rincón más saludable

El Museo de la Farmacia Catalana

El museu de Farmacia.

Sala del museu de Farmacia. / Marc Piquer

En la edificación más añeja de la Facultad de Farmacia -la primera que se construyó en la Zona Universitaria- es siempre el día de los trastos viejos. Vitrinas a rebosar de recipientes en desuso y tremendos aparatos utilizados para la elaboración de medicamentos, como muflas, autoclaves, estufas de cultivo y filtros prensa, inundan los pasillos ya que no caben en este asombroso museo, el único legalmente constituido como tal en la UB, y el que contiene más objetos y patrimonio.

'Cordialer' de una apotecaria del siglo XVIII.

'Cordialer' de una apotecaria del siglo XVIII. / Marc Piquer

En 1957, el doctor Jesús Isamat Vila rescató mobiliario del Colegio de Farmacia de Sant Victorià, y posteriores aportaciones altruistas y alguna que otra adquisición han permitido reunir en el último piso un conjunto impresionante. Sin duda, la joya de la corona es un 'cordialer' policromado de una apotecaria del siglo XVIII en el que se exponían las mezclas para vigorizar el corazón (cordiales). Albarelos de inspiración árabe, etiquetas de fármacos que son una proeza de diseño, o máscaras de chamanes que se ponían en plena orgía para eliminar el veneno de la picadura de tarántula, amenizan un recorrido breve pero intenso en el que no debes dejar de hojear la Concordia de 1511 de los boticarios de Barcelona, la segunda farmacopea más antigua del planeta. / Av. Joan XXIII 27-31.

La Concordia de 1511 de los boticarios de Barcelona.

La Concordia de 1511 de los boticarios de Barcelona. / Marc Piquer


2. Bichos, fieras y pajarracos

El Centro de Recursos de Biodiversidad Animal

Antoni Serra, director del CRBA, muestra una colección de escarabajos.

Antoni Serra, director del CRBA, muestra una colección de escarabajos. / Marc Piquer

“No me digas que no son una maravilla”. El director del Centro de Recursos de Biodiversidad Animal (CRBA), Antoni Serra, muestra un gran afecto por los bichos, llámense escarabajos, chinches o sus artrópodos predilectos, los ciempiés. De hecho, fue él quien donó ejemplares de miriápodos de especies nunca antes descritas, metidos en frascos, y cerca de envases atestados de lagartijas, e incluso una boa. Es, esta, la sección científica del museo -de entrada restringida-, donde se almacenan en cajas entomológicas decenas de miles de insectos (hay mariposas a millares). La demás fauna, en cambio, sí está expuesta al público: trofeos de caza, un ternero con dos cabezas, muchos otros mamíferos, peces, invertebrados y reptiles, y una infinidad de pájaros; algunos tan singulares como un kiwi de Nueva Zelanda o un urogallo del Pallars, los dos en peligro de extinción.

Ternero con dos cabezas.

Ternero con dos cabezas. / Marc Piquer

Lo que se halla en este escondrijo de la Facultad de Biología -al que se llega siguiendo un rastro de pisadas de jirafa- tiene sus orígenes en 1847, cuando el catedrático Antonio Sánchez Comendador tomó conciencia de que urgía crear un gabinete de historia natural para la enseñanza de Veterinaria y Medicina (en aquella época, en el convento del Carmen). Con la compra de toda clase de fieras a taxidermistas se consiguió engrosar una colección zoológica que no hizo más que aumentar en tiempos de Secundino Gallego, nombrado conservador tras su salto a la fama en 1970. El hombre había ganado un millón de pesetas en 'Las diez de últimas', concurso de TVE en el que demostró saber sobre aves más que nadie en España, a pesar de que en la UB ejercía por aquel entonces… de bedel! / Av. Diagonal 643.


3. Piedras con futuro

El patio geológico de Ciencias de la Tierra

Patio geológico de la facultad.

Patio geológico de la facultad. / Marc Piquer

No esperes encontrar un jardín frondoso. A los geólogos les chiflan los materiales paleozoicos, mesozoicos y cenozoicos, lo que para el resto de mortales son pedruscos. De ahí que en vez de poner unas mesitas y servir refrigerios, hayan preferido destinar el patio de su facultad a contarnos la diversidad que tenemos bajo tierra. Este espacio se creó hace más de una década, al renunciar por falta de fondos a un proyecto mucho más ambicioso que ahora ya se puede anunciar que verá la luz en 2025, si nada se tuerce. Se tratará de un paseo museístico en la calle de Menéndez y Pelayo, conformado por rocas y suelos de los distintos estratos; un corte ECORS que nos descubrirá la estructura profunda de los Pirineos; y un inmenso globo terráqueo. El objetivo está claro: que la ciencia no se quede encerrada entre cuatro paredes, y salga al exterior. “Y que no todo sea Barça”, me aclara el decano Albert Soler. De paso, quiere que sirva para captar estudiantes de Geología. “No se nos conoce, y eso que son muchas las salidas profesionales”.

Albert Soler, decano de Ciencias de la Tierra.

Albert Soler, decano de Ciencias de la Tierra. / Marc Piquer

Catalunya entera aparece representada en la exposición actual: desde una columna basáltica de Sant Joan les Fonts, a un bloque de gres del Massís del Garraf, una toba calcárea de Banyoles; o losas de granitoide de Dosrius, o de esquisto de la Serra de Rodes. No sé qué te parecerá a ti, pero a mí este rincón me ha dejado de piedra. / Martí i Franquès s/n


4. Pasado vegetal

El Herbario de la Universidad de Barcelona

La conservadora del Herbario, Roser Guàrdia.

La conservadora del Herbario, Roser Guàrdia. / Marc Piquer

En un edificio que es un cajón de sastre -acoge también la Biblioteca de Bellas Artes y la Unidad de Producción Audiovisual-, el Centro de Recursos para el Aprendizaje y la Investigación (CRAI), cobija un tesoro: el Herbario, una compilación de plantas secas que en Barcelona solo es superada en número por la que posee el Institut Botànic, en Montjuïc.

Una de las plantas conservadas en el Herbario.

Una de las plantas conservadas en el Herbario. / Marc Piquer

Algunas muestras nos dan una idea de cómo ha cambiado con los años la capital catalana: un pliegue de 1906 lleva por título “Parajes herbosos de Can Tunis”. Hoy, junto a los contenedores de mercancías, únicamente encontraríamos allí cemento. Asimismo podemos saber con bastante exactitud cuándo llegaron las diferentes especies vegetales invasoras, presentes en parques, laderas y alcorques. En los miles de archivadores -a disposición de los investigadores- se guardan, prensadas y deshidratadas, numerosas variedades de musgos, algas, semillas, tallos con flores, hongos y líquenes, muchas fruto de donaciones como las de Pius Font i Quer, quien recolectó un sinfín de ellas en sus fructíferas expediciones a Marruecos. No obstante, lo más sorprendente es la colección etnobotánica: calabazas de peregrino usadas como recipiente; instrumentos hechos con la corteza del árbol y espinas de endrino; cuerdas de esparto o escobas de algarabía. El Herbario organiza visitas guiadas a demanda y abre sus puertas en noviembre coincidiendo con la Semana de la Ciencia. / Baldiri Reixac, 2.

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