'TEMPO' DE CONVERSAR

Mayte Martín y Laura Gallego, contra la banalidad

La artista recibe en su casa a la bailaora, buena conocedora (y fan) de su obra. La charla fluye entre risas, anécdotas y críticas a la frivolidad

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NÚRIA MARTORELL

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Mayte Martín decidió hace décadas regresar al barrio de su infancia, Poble Sec, y para acceder a su casa debes enfilar una de sus empinadas calles, y cuatro pisos. La bailaora Laura Gallego (que después de verano abrirá el Estudio de Flamenco Lora de Goya en Badalona) se planta en la puerta en un suspiro y sin resoplar. Lo conversación transcurre a 'Tempo rubato': se acelera y desacelera según hablan de lo que debe de ser el arte en realidad. Laura lleva años siguiendo la carrera de Mayte. Se emocionó (hasta las lágrimas) la primera vez que la escuchó cantar 'alCANTARa MANUEL'. Sigue sin tener claro si 'Tempo Rubato' le ha robado más el corazón. Y se lo comenta antes de pedirle sin tapujos...

LAURA GALLEGO: Cuéntame lo que me no cuentas, lo políticamente incorrecto.

MAYTE MARTÍN: ¿Cuántos días tenemos? Necesitamos unos cuantos…

L. G.:  Vale: ¿cómo ves el panorama?

M. M.:  Jodido. Veo dos actitudes: la de los que les fascina el arte, les da vida y son realmente creativos o no se salen de la ortodoxia (respetar lo creado no es negativo), y los que se apuntan a  la provocación y las modas, abandonando la esencia artística y creando confusión. Y el gremio que los mantiene son los promotores, los que hacen de puente. Porque es fácil, con tanto márketing, que la gente ande desinformada. Y, de repente, surgen artistas que mueven masas sin haber pasado por un aprendizaje previo. Piensa que yo estuve 10 años cantando gratis por peñas y centros culturales antes de cobrar por hacerlo, y grabé mi primer disco con 30 años. Es como si a mí, empezando a cantar, me hubieran convertido en una 'superstar'. En cualquier profesión tienes que formarte. Imagínate que a un estudiante de Medicina lo pusieran a operar a corazón abierto. Pienso en maestros que se están muriendo de asco como José de la Tomasa, que está pescando en Chipiona porque nadie lo llama. ¿Nos hemos vuelto locos? Hemos entrado en la era de la banalidad, de la frivolidad. ¿Hablamos de arte o de petardeo?

L. G.: Y esto te cabrea, claro.

M. M.: Mucho. A veces callo por temor a que la gente confunda ira con envidia. Pero estoy harta ¡como público! Llevo toda la vida amando al arte: para mí es una religión. ¡Un poco de respeto, por favor! Yo me gano la vida sin pasar por el tubo.

L. G.: Y eso tiene sus pros y sus contras.

M. M.: No tengo opción. Hay quien me dice: "¡qué valiente!". Hay que serlo para acostarse en la cama pensando que lo que haces tiene sentido de la ética. Yo solo estoy siendo honesta.

L. G.: Honesta contigo misma.

M. M.: No se puede ser con nadie más. Si lo eres contigo, lo eres con el resto.

L. G.: Recuerdas cuando empezaste: una cantaora, catalana, ¡vestida con pantalón y chaqueta! Con el machismo que hay...

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M. M.: Te contaré anécdotas. Estaba en Utrera, entre bastidores, a punto de salir con mi traje-pantalón, había tres cantaoras hablando y una se dio cuenta de mi presencia, me miró de arriba a abajo y soltó: "¿tú quién eres?". "Yo soy Mayte Martín". "¿Y tú que haces?". "Cantar". "¿Y cuándo?". "Ahora". "¡Pues te tendrás que cambiar, ¿no?". "Si ya me he cambiado". "¿Qué tú te has cambiado?. Uy, uy, uy, como te vistas así no te va a llamar ni contratar nadie". Tenía 17 añitos y ¿sabes dónde se me clavó eso? En el estómago. A esa misma edad me llamó el dueño de un tablao para contratarme, pero era "absolutamente imprescindible" que me pusiera un traje de flamenca. Le contesté que yo no me he vestido así ni para mi padre, con lo que le hubiera gustado. Visto como soy. Y no soy una modelo, ni una maniquí ni una muñeca de suvenir. ¿Sabes? A mí las redes sociales me han salvado del suicidio artístico: me permiten saber si a la gente le importa lo que hago. Habrá otros que solo quieran cobrar y les importa un carajo si el público se va a su casa renacido después de verte. Porque si no es así, tu concierto no vale para nada. No sabes la de mensajes maravillosos que me llegan. Un señor me dijo que su madre, a punto de morir, sobrevivió gracias a mi música. Ni Grammy ni discos vendidos ni ostias. Si me dan a elegir, me quedo con la parte humana.

L. G.: ¿Qué le contestarías a los que te consideran soberbia o prepotente?

M. M.: No lo soy y nunca lo he sido. Agradezco a Dios y a mi madre, que son lo mismo, haber nacido con este don. Y es este agradecimiento el que no me permite la deslealtad a mis principios. Debo darme como soy. Se lo debo a mi madre, que fue quién me lo enseñó y me ve desde arriba. Es una cuestión de honor.