Un caso singular

El catalán, lengua de más de 10 millones de europeos

La lengua catalana tiene más hablantes que el danés, el croata o el irlandés, que son oficiales en las instituciones europeas

El Parlamento Europeo, ubicado en Bruselas.

El Parlamento Europeo, ubicado en Bruselas.

Alba Mármol Arnan

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En Europa hay más de 70 lenguas autóctonas, aunque solo 24 son oficiales en las instituciones europeas. Y, de ellas, más de una decena tienen menos hablantes que el catalán. Un idioma que, a pesar de tener más de 10 millones de hablantes, abarcar un territorio de unos 68.000 metros cuadrados –que incluye España (Catalunya, las Islas Baleares, la Comunidad Valenciana y la Franja de Ponent, Italia (L’Alguer, en Cerdeña) y Francia (la Catalunya Norte), además de Andorra–, y tener unas características demográficas similares a las del griego, el portugués, el checo o el sueco, no es oficial en las instituciones de la UE.

Hay más hablantes de catalán (que es una de las 15 lenguas más habladas en el continente) que de búlgaro, croata, danés, eslovaco, esloveno, estonio, finés, letón, lituano, maltés e irlandés. Este último idioma, oficial y nacional de la República de Irlanda (miembro de la UE desde 1973), adquirió el estatus oficial en las instituciones europeas en 2007. Y, después del Brexit, el inglés, con solo cinco millones y medio de hablantes en el territorio de la UE (Irlanda), sigue siendo el idioma de uso común y el segundo de la mayoría de europeos.

El catalán es una lengua oficial en el estado de Andorra, y cooficial  en Catalunya, la Comunidad Valenciana y las Islas Baleares, y su demografía es parecida a la del sueco o el portugués.

El catalán es una lengua oficial en el estado de Andorra, y cooficial en Catalunya, la Comunidad Valenciana y las Islas Baleares, y su demografía es parecida a la del sueco o el portugués. / EP

Una lengua a la altura

Descendiente del latín y de la familia de las lenguas romances occidentales, la lengua catalana se transmite de generación a generación, es una lengua normativizada y estandarizada que cuenta con una autoridad lingüística y un estatus reconocidos, tiene presencia en la administración pública y es de enseñanza obligatoria en el sistema educativo de Catalunya. Pero, sin embargo, su situación en Europa resulta singular

A lo largo de la historia se ha reivindicado la oficialidad del catalán en las instituciones de la UE, tanto desde el Parlament o la Generalitat de Catalunya como desde la sociedad civil. La primera vez que el catalán se usó en una institución de la UE fue el 16 de noviembre de 2005, cuando el presidente del Comité de las Regiones –la asamblea de los representantes locales y regionales de la UE–, Peter Straub, firmó un acuerdo que permitía el uso del catalán, el vasco y el gallego. El president de la Generalitat, Pasqual Maragall, se dirigió al Comité por primera vez de forma oficial en catalán, pidiendo más descentralización, una “asignatura pendiente de Europa”. Maragall calificó el día de “histórico”

Más allá de las fronteras

Una lengua con una herencia cultural, literaria e histórica al nivel del francés y del español.

Trascendiendo sus límites autóctonos, el catalán ostenta una riqueza cultural, histórica, literaria y lingüística equiparable a las grandes lenguas románicas como el francés, el castellano o el portugués. Es una lengua viva que sigue generando interés y extendiendo su presencia más allá de sus fronteras. No solo se posiciona como la séptima lengua más estudiada entre los jóvenes europeos, superando a idiomas como el holandés o el portugués, sino que también más de 150 universidades en toda Europa ofrecen programas de estudio en lengua y cultura catalanas. Además, hay 8 universidades que ofrecen estudios de traducción e interpretación entre el catalán y una multitud de lenguas. Y un 25% de los intérpretes en plantilla en la UE son competentes para trabajar en catalán. 

El catalán cuenta con una destacada presencia mediática. Además, cada año se publican más de 10.000 libros en catalán, situándolo entre los 30 idiomas más traducidos. Sin embargo, falta reconocimiento institucional para promocionarlo e impulsarlo aún más, sobre todo en un mundo globalizado, que dificulta la diversidad lingüística.