Elecciones 23J

Feijóo fuerza a Guardiola a rectificar en Extremadura para frenar el “desgaste” en la campaña de las generales

Las contradicciones de María Guardiola: de rechazar un gobierno con Vox a pactar con ellos en 10 días

PP y Vox llegan a un acuerdo para formar gobierno en Extremadura

María Guardiola y Alberto Núñez Feijóo.

María Guardiola y Alberto Núñez Feijóo. / EUROPA PRESS

Paloma Esteban

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La situación en Extremadura se había complicado demasiado para el PP en los últimos días. Y el “desgaste”, reconocen en Génova, apuntaba ya a Alberto Núñez Feijóo y al 23 de julio. Por eso, después de que la dirección nacional hubiera respaldado a María Guardiola en distintos momentos —“nosotros no accedemos al poder a cualquier precio”, afirmó Borja Sémper en calidad de portavoz la semana pasada— el líder conservador emitió el primer recado horas antes de que se diera a conocer el acuerdo, anticipando un giro de 180 grados a la posición de su partido hasta ese momento: esperaba un pacto “rápido” en esa comunidad con Vox y evitar la repetición electoral a la que sus propios dirigentes venían apuntando en las últimas semanas.

Ese pacto rápido era, precisamente al que Guardiola se había negado una y otra vez por descartar la entrada de los ultra en su Ejecutivo autonómico. Pero, la realidad es que en el PP empezaba a extenderse el temor de que no pareciera garantizado el cambio en Extremadura tras ocho años de un Gobierno del PSOE, pese a que la suma de PP y Vox alcanza la mayoría absoluta. “Los ciudadanos han votado y el resultado es claro”, decían esta semana nombres destacados de la cúpula mientras la negociación extremeña entraba en un periodo de silencio.

La tensión de la última semana había perjudicado mucho las relaciones de los dos partidos de la derecha en esa región y a nivel nacional. La militancia del PP no parecía comprender el portazo a Vox y dirigentes de peso llevaban días reconociendo un fuerte malestar por la posición de su compañera en Extremadura. Ese enredo, que no dejaba de crecer, se produce a las puertas de la campaña decisiva, la de las elecciones generales, y con un “desgaste” constante “articulado desde la izquierda”, se quejan en Génova, por los pactos con Vox. 

Alargar la negociación extremeña, en vista de casos municipales como el pueblo valenciano de Náquera (menos de 7.000 habitantes, con un alcalde de Vox que gobierna con apoyo del PP y que vetó la bandera LGTBI) podía volverse una agonía. “Cada día nos despertamos con una campaña distinta. No podemos seguir así. Esto tenía que zanjarse y empezar la campaña sin una sola distracción”, concluyen fuentes de la dirección nacional. 

Sobre todo, reconocen ahora, porque el pacto “iba a llegar sí o sí”. En Extremadura, como en la Comunidad Valenciana, el voto afirmativo de los diputados de Vox era necesario para investir a Guardiola. Y por eso, el partido de Santiago Abascal comunicó al PP que no daría marcha atrás. Que entraría en ese gobierno por mucho que la candidata popular hubiera prometido que no sería así. 

En la dirección nacional de Vox sentaron muy mal las palabras tan duras de la extremeña tras la constitución de la Asamblea regional (que terminó en manos del PSOE), cuando llegó a decir que no podía compartir Gobierno con un partido que niega la violencia machista y deshumaniza a los inmigrantes. “Lo único que tengo es mi palabra”, dijo entonces. 

Diez días después, Guardiola estaba firmando el pacto con los ultra, a los que entregó la Consejería de Gestión Forestal y Mundo Rural, con una resignación imposible de disimular y frases que quedarán grabadas en su historial político: “Mi palabra no vale tanto como el futuro de los extremeños”. Ya hace días miembros de la cúpula de Vox daban por hecho que Guardiola acabaría “desdiciéndose”. Los más duros afirmaban en privado que se “humillaría” si continuaba por ese camino. Porque Abascal había dado orden de no ceder hasta las últimas consecuencias.

En Génova consideran que el acuerdo extremeño es “bueno” y “positivo” en tanto que la influencia de Vox queda reducida a una consejería con escasas competencias. Afirman que “lo que siempre defendieron” era que el peso de los ultra en Extremadura (5 diputados y el 8% del voto) no era comparabe al de la Comunidad Valenciana y que, por eso, apoyaron a Guardiola. Pero la realidad es que lo que su candidata afirmaba hasta recibir los primeros avisos de Génova era que evitaría la entrada de Vox en el Gobierno autonómico. 

El PP nacional, que ahora también asume la “escalada semántica” de Guardiola (de lo que se quejaron muchos dirigentes hace días) contra los de Abascal, poniendo en entredicho pactos alcanzados en otros territorios, sigue pensando que sin un discurso beligerante Vox podría haber “conseguido mucho más”. Y afirman que el mensaje a enviar es que no transigirán con las exigencias de Abascal. En la Comunidad Valenciana, recuerdan, apartaron a Carlos Flores. En Baleares se han quedado fuera del Govern. Y tanto en las islas como en el pacto extremeño se recoge el rechazo a los “discursos machistas”, un término que Vox no había aceptado hasta ahora.

La baza de Murcia

La siguiente operación será en la Región de Murcia. Fernando López Miras sí cuenta con el respaldo total de Feijóo para llevar el órdago hasta el final. A diferencia del caso extremeño, el PP ganó las elecciones en esa comunidad, quedándose a dos diputados de la mayoría absoluta y alcanzando el 43% del voto. 

López Miras prevé ir a una investidura en plena campaña de las generales. “Ahí de e retratarse Vox. O da su apoyo gratis y vota con el PSOE”, adelantan en Génova, desvelando cuál será su siguiente choque con los ultra y una nueva maniobra para marcar distancias. Compensará así, dicen, la rectificación de Extremadura. Queda por ver el desenlace en Aragón.

Guardiola, superada por el foco nacional

Los contactos con la candidata extremeña se intensificaron mucho en estos últimos días. Guardiola aseguró que tenía “las manos libres” para su negociación y para tomar una decisión que ya avanzó en campaña: que no iba a gobernar con Vox. Pero con lo que no contaba, como reconocen en su propio círculo y también en Génova, era con la presión nacional tan intensa día tras día.

Ver la convocatoria de su junta directiva regional en las portadas de los periódicos nacionales o convertirse en la protagonista de la toma de posesión de Isabel Díaz Ayuso hace días en la Puerta del Sol no entraba en sus planes. Esperanza Aguirre aseguró en aquel acto que estaba perjudicando a Feijóo y pidió que diera un paso atrás en su estrategia, encarnando la voz de muchos dirigentes que han preferido guardar silencio para no interferir en la estrategia nacional.

“Ella ha estado sobrepasada. Ni se imaginaba todo esto”, repiten distintas fuentes de la cúpula conservadora. Feijóo le pidió bajar los decibelios, trasladar las conversaciones a un plano más prudente y, después, llegar a un acuerdo. Un camino muy distinto al que ella había tomado. Y ayer, el mismo día que ella dijo que “su palabra no era tan importante como el futuro de los extremeños”, el dirigente gallego aseguró que “sin palabra no hay política”. Una coincidencia que algunos cargos del PP encuentran “demoledora”.