Entender más

40 años de la victoria del PSOE: Rumbo a Europa tras dos décadas de intentos estériles

La llegada de los socialistas al poder supuso el empujón final a las negociaciones para la entrada de España en la Comunidad Económica Europea, imposible durante la dictadura

Multimedia | Viaje a 1982, el año en que España descubrió la modernidad

gonzalez kohl

gonzalez kohl / EFE

Daniel G. Sastre

Daniel G. Sastre

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Cuando el PSOE ganó las elecciones de 1982 España llevaba dos décadas intentando entablar relaciones con la Comunidad Económica Europea. Desde la primera carta, enviada el 9 de febrero de 1962, del ministro de Exteriores franquista Fernando María Castiella a Maurice Couve de Murville, presidente del Consejo de Ministros de la CEE, hasta el ingreso final pasaron en total 24 años. Los cuatro últimos, los de el arreón final, los pilotaron los socialistas. Dos hombres fueron claves en esos momentos finales de la negociación: Fernando Morán, el primer ministro de Exteriores de Felipe González, y Manuel Marín, nombrado en 1982 secretario de Estado para las Relaciones con las Comunidades Europeas. 

"Durante la dictadura de Franco era impensable entrar. Había una oposición radical de los demócratas europeos, no solo de la izquierda. Esto empezó a cambiar en la transición", dice Raimon Obiols, que fue diputado en el Congreso entre 1977 y 1984, líder del PSC entre 1983 y 1996 y eurodiputado entre 1999 y 2014. La carta de Castiella fue ignorada en 1962 por los fundadores de la Unión Europea.

La constatación de que España no podría asociarse con sus vecinos hasta que no tuviera libertades políticas provocó que no fuera hasta la muerte del dictador cuando se puso en marcha una larguísima negociación. Hasta el 28 de julio de 1977, lo único que las autoridades franquistas habían logrado era un "acuerdo preferencial" para la reducción de aranceles; ese día, el ministro de Exteriores de Adolfo Suárez, Marcelino Oreja, presentó formalmente en Bruselas la petición de incorporación de España a la CEE. Pero las negociaciones no se abrieron hasta dos años después.

La petición de ingreso "se hizo con cierta urgencia, pero el momento era idóneo y era importante no alejar más la solicitud española de la que ya habían realizado los otros dos países candidatos, Grecia en 1975 y Portugal dos años después", recuerda en sus trabajos Jorge Lafuente, profesor de la Universidad de Valladolid especializado en la Transición.

"En la época de UCD quizás había un poco de reticencia todavía por algún gesto de Suárez, aunque fueron asuntos muy secundarios·, sostiene Obiols. En su opinión, la incorporación de España a la CEE era cuestión de tiempo desde que se convirtió en una democracia: "Cayó por su propio peso".

Pero a pesar de esa inercia, todas las fuentes consultadas señalan también a la buena relación entre González y el presidente francés, François Mitterand, como elemento decisivo para poner fin a las reticencias de Francia con respecto a los productos agrícolas o el sistema impositivo españoles. De hecho, el grueso de la negociación seguía en el aire cuando los socialistas llegaron al poder.

El impulso involuntario de Tejero

También tuvo peso en la culminación de la entrada de España en la CEE el golpe de Estado fallido de 1981. "De una manera indirecta, debió de influir en la visión de las cancillerías europeas, que pensaron que tenían que echar una mano a la democracia española", asegura por ejemplo Obiols. Además, la descomposición de UCD en los meses previos a las elecciones de 1982 había provocado que el ritmo para la incorporación de España al proyecto europeo se hubiera ralentizado.

Otro momento crucial de la negociación fue el giro del PSOE con respecto a la permanencia en la OTAN, que tuvo algo de contraprestación al apoyo de Helmut Kohl a la entrada de España en la Comunidad Europea. Los socialistas habían prometido antes de arrasar en 1982 que celebrarían un referéndum. "Me encargaron una campaña y llegamos a la conclusión de que era mejor tener un eslogan de cierta ambigüedad: ‘OTAN, de entrada no’", recordaba Alfonso Guerra, vicepresidente del Gobierno durante casi una década. «Me dicen en la dirección del partido que no puede ser, que tiene que ser ‘OTAN no’. Les dije: ‘Si hacemos eso, un día cambiaréis de opinión y no tendremos vuelta atrás’. Y se confirmó». Finalmente, el sí se impuso en aquel plebiscito, que se celebró en 1986, cuando España ya había entrado en el club europeo.

Con Morán y Marín como principales negociadores -el ministro de Exteriores que refrendó el ingreso, Francisco Fernández Ordóñez, accedió al cargo con todo el trabajo hecho-, España firmó el acta de adhesión el 12 de junio de 1985, y entró finalmente en el club europeo el 1 de enero de 1986. Si hubo reticencias entre la población española en cuanto a la conveniencia de ese paso, pronto quedaron olvidadas: además de la consolidación del sistema democrático, los beneficios económicos desde los primeros años fueron notorios. España más que dobló en cuatro años (de 164.000 millones de euros en 1985 a 379.000 millones en 1989) su Producto Interior Bruto. El sentimiento de pertenencia a la UE sigue siendo en el país uno de los más fuertes del continente, y el último eurobarómetro recogía que más de un 75% de españoles piden un mayor peso de la Unión en la toma de decisiones.