Perfil

Manuel Castells, el ministro 'ausente'

El sociólogo y ministro de Universidades, que fue operado de la espalda en agosto, dimite por motivos de salud cuando su departamento está inmerso en la elaboración de dos nuevas leyes

Manuel Castells, durante una entrevista concedida a EL PERIÓDICO el pasado mes de enero.

Manuel Castells, durante una entrevista concedida a EL PERIÓDICO el pasado mes de enero. / David Castro

Olga Pereda

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Desde que recibió la cartera de Universidades, a Manuel Castells (Hellín, Albacete, 1942) le ha perseguido la fama de ministro ausente. Tanto con la prensa como con los parlamentarios. Él siempre lo niega. Alega que la comunicación le gusta tanto que su cátedra en EEUU se llama Comunicación y Periodismo. Pero esgrime que, en política, las cosas primero se hacen y luego se cuentan.

Cuando fue nombrado -entró en el Gobierno dentro de la cuota de cinco ministros de la que disponía Unidas Podemos- los periodistas pensaron que tendrían mucho trabajo con él dado que, en su primera comparecencia pública, ofreció un titular goloso: "No estoy de acuerdo con la separación de los ministerios de Ciencia y Universidades". En la anterior etapa de la legislatura socialista, ambos departamentos estaban en manos del astronauta Pedro Duque. Meses después de llegar al cargo, Castells seguía opinando lo mismo, que no le parecía bien la división. El presidente del Gobierno le dijo que era una cuestión política y que se coordinara con la ministra de Ciencia e Innovación, Diana Morant. "Eso hacemos. No es demasiado complicado", aseguraba.  

En agosto, el responsable de Universidades se sometió a una operación médica no grave pero sí urgente por un problema en la espalda. Ahora, abandona el cargo precisamente por motivos de salud y prescripción médica. Se trata de una decisión "reposada y tomada en estrecha colaboración junto a su familia", explican fuentes ministeriales. Su dimisión ha cogido por sorpresa a todo el sector, sindicatos incluidos.

A Castells siempre le ha preocupado la salud. Y más, en pandemia. El pasado mes de enero, recibió en su despacho a EL PERIÓDICO. Muy preocupado por los contagios, lo hizo con todas las ventanas abiertas y sin desprenderse ni un solo minuto de la mascarilla. "No nos la vamos a quitar jamás", pronosticó sobre la protección buconasal.

Eminencia académica de la sociedad de la información, doctor 'honoris causa' por 18 universidades, catedrático en Berkeley (California) durante 24 años y autor de 26 libros, el sociólogo Castells siempre ha estado más cómodo en el papel de profesor que en el de ministro. Migrante por motivos políticos (cuando tenía 20 años y estudiaba Derecho huyó de la España franquista), en su despacho ha mantenido el retrato oficial del rey Felipe VI, que le cae "simpático" porque fue alumno suyo.

Como profesor, a Castells no le gustaban los exámenes. Él no los hacía jamás cuando ejercía la docencia en EEUU. "En clase les digo que miren todo por internet, que es más divertido. La información está toda en la red. Hay que ser capaz de buscarla, saber para qué la quieres y combinarla. Eso es para mí la nueva pedagogía", aseguraba en la entrevista con este diario.

A lo largo de su mandato, donde ha puesto el foco en la ampliación de las becas, le ha gustado estar cerca de los estudiantes. El pasado mes de enero, le llegó un email de un alumno universitario de Extremadura protestando por los exámenes presenciales en plena pandemia. Castells le contestó personalmente. El sociólogo también ha querido romper protocolos no escritos cuando ha acudido al Senado -el reino de la formalidad- despeinado y con camisetas juveniles a favor de los derechos humanos. Cierto es, en todo caso, que a lo largo de la legislatura no se le ha visto mucho por los pasillos del Parlamento. Ha acudido cuando le han reclamado: cuatro comparecencias en comisión, cuatro preguntas en sesiones de control, aprobación de los Presupuestos del Estado y debates legislativos.

Su despedida tiene lugar en un momento frenético de actividad ministerial. Tras la aprobación de las iniciativas para terminar con las carreras de tres años y la que impone a las facultades unos requisitos de docencia e investigación si quieren seguir siendo universidades, en los fogones del ministerio se está cocinando el proyecto de ley orgánica del sistema universitario (Losu) y en el Parlamento acaba de echar a andar la norma de convivencia universitaria. Ambos proyectos han desatado las protestas de los rectores y los estudiantes. Castells y su equipo llevan meses dialogando con todo el sector para llegar a acuerdos y aseguran que los encontronazos son más formales que reales.

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