Las cuentas de las tres administraciones
Sánchez-Aragonès-Colau: intereses tripartitos hasta 2023
Los socialistas, ERC y los 'comuns' han blindado en 48 horas los presupuestos del Estado, la Generalitat y Barcelona
Los objetivos entrecruzados facilitan agotar el mandato sin sobresaltos a Sánchez y Colau, y una tregua a Aragonès
Xabi Barrena
Periodista
Periodista de la sección de Política
Dos días que valen por dos años. En las 48 horas transcurridas entre los pasados lunes y martes los gobiernos del Estado, la Generalitat y el Ayuntamiento de Barcelona se garantizaron el tránsito, como mínimo, hasta el 2023. El doble pacto de presupuestos, el del Estado y el de la Generalitat, dota a las tres administraciones de una estabilidad que muchos creen necesaria en este periodo de reactivación tras el crack pandémico. Y a la vez dibujan una compleja madeja de relaciones cruzadas entre los tres partidos (ERC, los socialistas y los ‘comuns’) que dominan los tres ejecutivos. Es decir, un tripartito (con perdón) de intereses.
El papel central en este ovillo se lo arrogan los republicanos. El lunes a primera hora, Pere Aragonès selló con los ‘comuns’ un pacto por el que ambos partidos permiten la aprobación recíproca de los presupuestos en la Generalitat que preside ERC y en el Ayuntamiento de Barcelona que lidera Ada Colau’. Un ‘quid pro quo’ que no es simétrico por cuanto en el nivel municipal no se pueden adelantar elecciones y los traspiés presupuestarios se resuelven con una prórroga forzada. Y aún más. Colau ya había superado el primer tramite de las cuentas, pese al ‘no’ de ERC, al contar con el apoyo del partido de Manuel Valls.
Tras esa aparente comodidad de los ‘comuns’ se agazapaba, sin embargo, el apuro de la fuerza de Colau por presentarse, como quien dice, a las elecciones del 2023 de la mano de Manuel Valls (de sus lugartenientes, de hecho, tras el viaje de vuelta a Francia del exconcejal). Sin el pacto de la Generalitat se hubiera cerrado un círculo de apoyos imprescindibles del partido de centroderecha que ya posibilitó que la alcaldesa (que quedó segunda en las elecciones del 2019, tras ERC) renovara la posesión de la vara de mando. Curiosamente, el principal socio exterior de Colau –el PSC forma coalición en el gobierno-- desde el 2019 hasta ahora había sido ERC.
El liderazgo del 'anticolauismo'
Los ‘comuns’, además, cortan cualquier tentación de los republicanos de desmarque y dejan la bandera del creciente 'anticolauismo' a, entre otros Junts. Algo que no parece preocupar a los republicanos, seguros de que, como apunta una voz del entorno municipal del partido, “lo sustancial es que ERC es el partido que hace que las cosas pasen”, en referencia a las cuentas de la Generalitat.
La partida en Madrid, donde los 13 diputados de ERC ejercen un papel clave, se mueve por otros derroteros. Los presupuestos de la Generalitat, este año expansivos, es decir, con más dinero, precisan sin opción de que los Presupuestos Generales del Estado sean aprobados. Además, la columna vertebral del ‘aragonesismo’, el elemento que permite al republicano orillar toda acusación de dedicarse al ‘peix al cove’, es decir, la mesa de diálogo y negociación depende de que Pedro Sánchez sea el inquilino de la Moncloa. Una mesa que tiene como horizonte (difícil), precisamente, el 2023. Y extrapolando, ERC no suscribe el ‘cuanto peor mejor’ lo que se traduce como que harán todo lo posible por evitar que el PP vuelva a la presidencia del Gobierno. Y menos si es de la mano de Vox.
Camino embarrado, destino común
Todo ello hace que los intereses de ambas fuerzas tengan un mismo destino (en Madrid), por mucho que el camino se embarre, como sucedió con la ley del audiovisual y el trámite de las enmiendas a la totalidad. Con el apoyo de Esquerra al PGE, Sánchez se garantiza llegar, si quiere, al final de la legislatura, a otoño del 2023
Si los caminos de socialistas y republicanos acaban por intersecar en Madrid, en clave catalana son absolutamente paralelos. Primera y segunda fuerza el 14-F (ventaja para el PSC), las próximas elecciones municipales prometen ser un duelo entre ambos por ser los más votados en todo el territorio y una carrera de ERC por recortar distancias en la región metropolitana barcelonesa. Y por encima de todo, como le espetó Aragonès a Salvador Illa, ambas fuerzas “tienen modelos de país distintos”. A pesar de espantajos electorales, los tres partidos distan, pues, de configurar un tripartito.
¿Y Junts? Como miembro del Govern (y tercera fuerza a poca distancia de PSC y ERC) ocupa la mitad del poder de la Generalitat. Pero su inanidad en el Congreso (cuatro diputados accesorios para Sánchez) y su menguada representación municipal en Barcelona (cinco diputados, la mitad que Esquerra) no le alcanzan para trazar intereses cruzados. Ni ampliando el foco a la Diputación de Barcelona donde gobiernan, como fuerza minoritaria, con el PSC.
La inexistente capacidad de presión posconvergente en Madrid hizo que los denuedos de Jordi Puigneró por avanzar hacia la ampliación de El Prat se quedaran en nada y permitió a Aragonès, que sí dispone de esa fuerza coaccionadora, imponer su veto al proyecto del Gobierno. El último tren al que se podía subir Junts para poder triangular entre administraciones era que el plan b para las cuentas de la Generalitat fuera el PSC, como deseaban. Pero el 'president' volvió a imponer los galones e la presidencia y dirigió su mirada a los ‘comuns’.
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