El Onze de Setembre

Contracrónica de la manifestación de la Diada: "'Hem tornat'"

El independentismo retoma el pulso en la calle aunque no se sacude cierta melancolía por 'diades' pasadas

El retorno de los presos, sobre todo de un hiperactivo Cuixart, y la sombra de la pandemia dibujan la singularidad de la presente edición

Última hora de los actos de la Diada, en directo

Barcelona. 11.09.2021. Política. Detalle de la concentración en la Vía Layetana durante la manifestación independentista con motivo de la Diada. Fotografía de Jordi Cotrina

Barcelona. 11.09.2021. Política. Detalle de la concentración en la Vía Layetana durante la manifestación independentista con motivo de la Diada. Fotografía de Jordi Cotrina / JORDI COTRINA

Josep Maria Fonalleras

Josep Maria Fonalleras

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Poco antes de la manifestación, sobre las 16.45 horas, Cristiano Ronaldo marcará su primer gol en el retorno al Manchester United. Old Trafford se vendrá abajo. Eso no lo sabe nadie, en esta Diada tan singular, por tantas cosas. Y ni falta que les hace. Los que se manifiestan por Via Laietana (y por Pau Claris y subiendo, casi hasta València) están para otras cosas. Algunos, obsesionados por la figura, por el concepto de “traidor”, de 'botifler', que es un deporte que nos tiene locos, a los catalanes.

Algunos increpan a Torra y a Borràs y algunos más exhiben pancartas que dicen "'polítics titella'" y también se colarán en la cabecera, vestidos de rigor negro, para achacar a los que sea (en este caso, al buenazo de Cuixart) que "'ens heu venut'". La mayoría, sin embargo, no participa del linchamiento ocasional e interviene en la primera “mani” en mucho tiempo que no tiene aspecto de 'performance'.

Novedades de la edición

Solo caminar, gritar eslóganes y cantar, o aguantar estoicamente –si tienes la desgracia de tenerla cerca– la melodía-taladro de una 'gralla'. Nada ha cambiado, en este 11-S con la pandemia aún a cuestas. ¿Nada? Bueno sí, claro, al menos dos cosas: los presos están en la calle y todo el mundo lleva mascarilla. Hablando de presos. Estoy seguro que Cuixart se ha tomado algo con el café con leche del desayuno. Como mínimo un suplemento vitamínico. Le veo por la mañana en el Passeig de Lluís Companys, inasequible al desaliento, arengando a las masas como sólo él sabe, y después, por la tarde, le veo llegar a la cabecera de la manifestación con el mismo ímpetu (más incluso), levantando las manos como en un ritual deportivo para que la gente no pare de aplaudir. La palabra es enardecer, eso.

Al cabo de poco, por la megafonía de la ANC, una voz masculina dirá: “Hem tornat”. Por eso citaba a Ronaldo. Ya me perdonarán la frivolidad, y lo digo con todo el respeto y cariño por los indultados, pero la percepción es esta: se trata de nuevos fichajes que vienen a remover las aguas estancadas del equipo. Al frente, sin duda, un Cuixart incansable, que ha vuelto a casa, que vuelve a jugar en el once inicial.

La percepción es que los indultados son los nuevos fichajes que vienen a remover las aguas estancadas del equipo

Un poco más tarde, me encuentro a Julieta, una amiga de Girona que, por la mañana ha presentado el acto que organizaban la ADAC (Ateneu d’Acció Cultural) i el Casal Independentista El Forn. Va vestida para la ocasión: camiseta conmemorativa de la ANC (que este año ha sido la preeminente, el “outfit” mayoritario), pendientes con la 'estelada', mochila con más 'estelades' y también con algo de comida y agua, “y con una capelina, por si llueve”. Ha salido a la 1 con uno solo de los cuatro autocares que tenían previstos para desplazarse a Barcelona. “No se han llenado”, me cuenta. “No hay el mismo ambiente de otros años. Se nota. Yo iba siempre acompañada de los míos, pero esta vez han preferido la playa”. Ella, sin embargo, no cede. Aboga por una unidad que ve lejana, pero no cede: “Lucharé hasta la muerte por lo que creo. Si no lo hacemos, ¿quién lo hará?”.

El efecto de los seis dígitos

Seguro que al comprobar que la cosa ha llegado a los “seis dígitos” que había pronosticado Elisenda Paluzie, al ver que no estaba sola, sino que la “mani” de la pandemia y del desencanto se convertía en otro tsunami independentista (bueno, vamos a dejarlo en una marejada), seguro que se habrá animado un poco. No como he oído decir a un amigo poeta: “Es la Diada de la derrota”. 

Casi todos llevaban mascarilla y, algunos, gel, pero la distancia social brilló por su ausencia

Una voz (esta vez femenina) advierte de las medidas de prevención sanitarias. Casi todos llevan mascarilla y algunos incluso van provistos de gel, pero la distancia social brilla por su ausencia. Era previsible. Además, las manifestaciones se han acabado convirtiendo en algo parecido a un desfile, porque hay gente que se aglomera en las aceras y se quedan mirando para ver cómo pasan las personas importantes. ¿Quién demonios se queda en su burbuja ante tanta efervescencia? En Pau Claris, cerca de la librería Laie, veo uno de esos palos larguísimos con infinidad de banderas colgadas, como si fueran el mástil de un barco. Están la de Suiza y Bélgica, y también la de Escocia y Alemania.

La mayoría no participó del linchamiento a los políticos en la primera 'mani' en mucho tiempo sin aspecto de 'performance'

Me imagino que es un peculiar homenaje al exilio y a Puigdemont. Como el de mi amigo Lluís Marco, el actor, que lleva una camiseta con su efigie y con el lema “No surrender”, el mismo que preside la plaza mayor de Amer. Por la mañana, en el acto de los 60 años de Òmnium, Marco ha desgranado los nombres (unos cuántos) de los represaliados. Una señora que tenía al lado comentaba a su marido: “Yo, es que cierro los ojos y le escucho y tanto me da que recite la guía telefónica”.

Marco está ensayando “L’oncle Vània”, de Txèkhov. Uno de los personajes de la obra, al final, dice: “Soportaremos con paciencia las pruebas que el destino nos enviará. Hemos llorado y hemos sufrido y todo ha sido amargo y triste para nosotros, pero al fin nuestra vida será dulce como una caricia”. Pienso en mi amiga Julieta, en su perseverancia y su optimismo. Pero lo cierto es que “L’oncle Vània” acaba fatal. Bueno, acaba en melancolía. Como esta Diada, entre dígitos y distancias.

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