SONDEO DEL GESOP

ERC podría elegir entre JxCat y la izquierda para gobernar en Catalunya

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Daniel G. Sastre

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La primera encuesta tras el anuncio de Quim Torra de que este año habrá elecciones catalanas dibuja un Parlament con importantes diferencias con el actual y deja varias batallas abiertas. El estudio del Gabinet d'Estudis Socials i Opinió Pública (GESOP) pronostica la victoria de ERC, la caída en picado de Ciutadans –el ganador en el 2017–, un crecimiento leve de PSC y los 'comuns' y la lucha entre Vox y el PP en la franja baja. También constata que los dos gobiernos más probables tras el paso por las urnas son una reedición del acuerdo independentista actual, esta vez con los republicanos como hermano mayor de JxCat, y un tripartito de izquierdas.

La semana política catalana ha sido intensa. El lunes, la Mesa del Parlament, presidida por Roger Torrent, dejaba sin escaño al presidente de la Generalitat. El martes, los presos independentistas daban una pequeña tregua al independentismo, que Torra rompió el miércoles anunciando elecciones en una fecha aún por determinar y lanzando duros ataques contra ERC. La encuesta del GESOP, elaborada a partir de 1.435 entrevistas hechas entre el lunes y el viernes, es la primera fotografía del estado de ánimo actual de los ciudadanos.

Victoria ajustada de ERC

Como reflejan todas las encuestas desde hace meses, Esquerra ganaría esta vez las elecciones. Su leve crecimiento (obtendría entre 33 y 34 diputados, por los 32 actuales) le permitiría imponerse ante la caída de sus principales rivales. Junts per Catalunya, que logró 34 representantes en el 2017 con Carles Puigdemont como candidato, se quedaría esta vez entre 29 y 30. Y Ciutadans, que ganó contra pronóstico aquellas elecciones, descendería hasta los 16 o 17 y bajaría hasta el cuarto puesto.

Del estudio se desprende que la batalla entre los dos principales partidos independentistas será encarnizada. ERC ha ganado las dos últimas generales, pero afronta las elecciones al Parlament como la prueba de fuego del cambio de hegemonía en el ámbito soberanista. Mientras que Pere Aragonès se perfila con claridad como candidato, sus rivales lo tienen aún todo por decidir. La mejor baza de los posconvergentes sigue siendo Puigdemont, cuyo tirón electoral está fuera de dudas después de ganar las europeas de mayo pero que tendría que buscar a un aspirante efectivo como número dos en caso de querer encabezar la lista desde Bélgica.

Pese al descarnado desencuentro plasmado en los últimos días, el pacto entre ERC y JxCat seguiría siendo la opción de gobernabilidad más clara tras los comicios. La situación, en términos de bloques, sería parecida a la actual. Los dos grandes partidos independentistas no suman mayoría absoluta –en el mejor de los casos obtendrían 64 escaños, lejos de los 68 necesarios– y necesitarían de nuevo a la CUP. Los anticapitalistas, que al menos doblarían sus cuatro diputados actuales –lograrían ocho o nueve–, han dado muestras en la legislatura que agoniza de su incomodidad con el papel de bisagra.

El techo del 47%

La suma de todos los partidos independentistas tampoco alcanzaría en esta ocasión el 50% de los votos. Esa frontera es el gran objetivo estructural del soberanismo, tras el fiasco del intento unilateral de octubre del 2017 cuando contaban con el apoyo del 47,8% de los catalanes. Según el sondeo del GESOP, los votos a ERC (22%), JxCat (19%) y CUP (6,6%) sumarían en las próximas elecciones el 47,6%.

El independentismo tendría mayoría absoluta, pero tampoco lograría esta vez sumar más del 50% de los votos

El PSC crece, pero queda lejos de los partidos independentistas. Los socialistas obtendrían 22 o 23 diputados, por encima de los 17 que lograron en el 2017 pero insuficientes en principio para que Miquel Iceta aspire a presidir la Generalitat. Esa cifra, junto a los 11 o 12 escaños de los 'comuns' –ahora tienen ocho– y los 33 o 34 de Esquerra, permitiría, en las horquillas más altas, un pacto de las izquierdas.

En ese caso, a diferencia de lo que ocurrió con los tripartitos que se formaron en el 2003 y el 2006, los republicanos serían la fuerza hegemónica del Govern. Sin embargo, los principales actores implicados en la operación la ponen de entrada muy difícil. Sea por voluntad real o sea por interés electoral, tanto el PSC como ERC se oponen a esa fórmula. Los socialistas insisten en que no harán 'president' a un independentista, y ayer Pere Aragonès aseguró que ellos no tienen nada que pactar con el PSC, "el nuevo partido conservador".

El pacto Ciutadans-PP

El descalabro de Ciutadans, que perdería más de la mitad de sus 36 diputados para quedarse en 16 o 17, alimenta no solo al PSC sino también al PP –ganaría uno o dos representantes– y, sobre todo, a Vox. Según la matriz de transferencia de voto, casi el 14% de los electores que en el 2017 eligieron la papeleta de Inés Arrimadas se pasarían a la formación ultraderechista. Vox entraría así con fuerza en el Parlament: lograría seis o siete escaños, y adelantaría al PP. Estos pronósticos parecen un acicate para que populares y naranjas se presenten en una lista conjunta, como han empezado a explorar.

ERC es el partido que recibe más votos procedentes de otras fuerzas, tanto independentistas como no independentistas. Cs es la fuerza con menor fidelidad de voto. Solo los 'comuns', con un 72,1% de electores que los votaron en el 2017 que aseguran que repetirán, despuntan en este ámbito. El resto se mueve entre el 53,4% del PP y el 61,9% de la CUP, lo que da una idea del alto número de indecisos. Ellos son el botín que se disputan a partir de ahora todas las formaciones. 

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