VICEPRESIDENTA DE TRANSICIÓN ECOLÓGICA Y RETO DEMOGRÁFICO

Teresa Ribera, un ascenso ganado a pulso

La activista Greta Thunberg y la ministra en funciones para la Transición Ecológica, Teresa Ribera

La activista Greta Thunberg y la ministra en funciones para la Transición Ecológica, Teresa Ribera / periodico

Manuel Vilaseró

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Hace tan sólo dos días varias oenegés ecologistas reclamaban a Pedro Sánchez la continuidad de Teresa Ribera (Madrid, 1969) al frente del ministerio para la Transición Ecológica. Semanas a atrás, el máximo responsable de la Enel, la propietaria italiana de Endesa, había hecho lo propio aunque de un modo más indirecto. ¿Cómo se explica tanta unanimidad entre los defensores del medio ambiente y de una de las empresas más contaminantes de España?

La futura vicepresidenta parece haber sabido convencer a muchos actores de que los cambios que requieren la lucha contra el cambio climático y la contaminación, además de ser imprescindibles, impulsarán la economía creando incluso nuevas áreas de desarrollo que podrían beneficiar a la España vaciada, la nueva competencia que asumirá con la vicepresidencia.

El pacto nuclear

Su capacidad para entenderse con el sector empresarial, pasó la prueba del algodón cuando sentó a las propietarias de las centrales nucleares y logró pactar un calendario de cierre de sus plantas que no ha sino apenas contestado ni por los por los pronucleares ni por los anti.

Poco antes había cerrado las últimas minas de carbón sin una sola protesta en la cuencas mineras y ahora se dispone a organizar el de la térmicas de este combustible, el más contaminante, siempre bajo la divisa de la transición justa, que prevé sustituir los empleos que se destruyen con nuevas actividades en los mismos territorios.  

Antes de la reciente la reciente Cumbre del Clima de Madrid, Moncloa ya había filtrado que Ribera continuaría en su cargo, pero su papel en esta cita puede haber contribuido a encumbrarla como vicepresidenta. Ribera estuvo detrás de la rápida de decisión de España  de asumir la COP25 después que Chile se hubiera echado para atrás y también de su éxito organizativo, algo que disparó la proyección internacional del Gobierno de Sánchez. Sobre el resultado de la cita, calificado por ella misma de "agridulce", Ribera contribuyó a que no embarrancara del todo al asumir la negociación final cuando la presidencia chilena no lograba alcanzar ni un solo acuerdo.

El precio de la luz

En su corto mandato de diez meses en plenitud de funciones eliminó el impuesto al sol, logró bajar el disparatado precio de la luz (un 10% en el 2019) y empezó a desenredar la laberíntica madeja en que se ha convertido el sector eléctrico. Ahora tiene por delante retos aún más difíciles: la reorganización a fondo de la tarifa eléctrica para lograr que la bajada se consolide y amplie y la aprobación de la ley de Cambio Climático, que marcará la hoja de ruta de la descarbonización de España de aquí al 2050.  

Su mandato no ha estado exento de sobresaltos, muchos vinculados a su costumbre de hablar claro. Como su primera declaración de que el diésel tenía los días contados o su rechazo personal a la caza y a los toros. Esto último fue ampliamente aprovechado para desgastar al Gobierno aunque estas materias ni eran si serán de su competencia.

Sus declaraciones y decisiones también le granjearon al principio la hostilidad de petroleras  y fabricantes de automóviles que en los últimos meses ya han empezado a entender lo inevitable de la transformación que se avecina.

Además de sus ataques de sinceridad, a Ribera se le ha criticado también su lenguaje excesivamente técnico. Algo en lo que parece haber mejorado pero en lo que quizás debería aplicarse más ahora que será la cuarta voz del Ejecutivo.  

Maestra y alumno aventajado

La relación entre Sánchez y Ribera se inició cuando el actual presidente fue nombrado portavoz socialista en la Comisión de Cambio Climático, un tema muy complejo al que apenas se había acercado. Ribera le impartió unas provechosas ‘clases particulares’ en las que se forjó el aprecio mútuo que sienten el uno por el otro.

Sánchez no podía haber escogido mejor profesora. Ribera era ya era ya por entonces la gestora pública que más sabía del tema. Aunque se licenció en Derecho, al poco de ganar la oposición a técnico de Administración de Civil del Estado (fue la número tres de su promoción), pasó a integrase en la subsecretaria del Ministerio de Medio Ambiente. La pasión por las cuestiones medioambientales ya no le abandonaría. Zapatero la nombró en 2004 jefa de la Oficina de Cambio Climático y en 2008 la elevó a secretaria de Estado de Cambio Climático y Biodiversidad, hasta que Rajoy ganó las elecciones del 2011.

Tras la derrota electoral de 2011, siguió con la bandera de la lucha contra el cambio climático en consultorías y organizaciones internacionales hasta que fue nombrada directora del prestigioso  Instituto de Desarrollo Sostenible y Relaciones Internacionales (IDDRI), una referencia en el análisis estratégico de las políticas de desarrollo sostenible y cambio climático.

La sede del instutito está en París, lo que le obligó a viajar todos los fines de semana para estar con su familia en Madrid. Pese a su intensa dedicación laboral, ella y su marido, consejero de un organismo público, pudieron sacar adelante a sus tres hijas.