COMUNIDAD DE MADRID

Cifuentes: 36 días aferrada a la silla

Cristina Cifuentes

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Patricia Martín

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La frase que mejor resume los 36 días que Cristina Cifuentes ha aguantado aferrada a su silla de presidenta de la Comunidad de Madrid, desde que se publicaron las primeras irregularidades sobre su máster, es la de yo “no me voy, me quedo”, que pronunció en el famoso vídeo que colgó en Twitter en la madrugada en que saltó el escándalo. Con un apoyo oscilante de su partido, la dirigente conservadora, según su versión, pensaba dimitir en la festividad del 2 de mayo pero la publicación de un vídeo en la que se la ve robando ha precipitado todo y ha echado por tierra las sucesivas excusas y estrategias con las que ha ido tratando de seguir a flote.

El mes negro de Cifuentes comenzó el 21 de marzo, cuando ‘eldiario.es’ publicó que la presidenta regional había obtenido un máster en la Universidad Rey Juan Carlos con notas falsificadas,notas falsificadas dado que una funcionaria le había cambiado el “no presentado” en dos asignaturas por un “notable”. A las pocas horas, la URJC intentó salvar a la jefa del Ejecutivo madrileño y el prestigio del centro educativo atribuyendo el cambio a un error de transcripción. Pero, llamativamente, Cifuentes, habitual en las redes sociales y en los platós de TV, guardó silencio todo el día, hasta que por la noche concedió una entrevista en la que dijo que no pensaba dimitir y remitió a los medios varios documentosdocumentos que, según ella, acreditaban que cursó el máster. Además grabó el vídeo que colgó en Twitter.

El 26 de marzo, Cifuentes comparece ante el Comité Ejecutivo del PP y cae en uno de los mayores fallos de Mariano Rajoy en su carrera: dar explicaciones de un escándalo a través de ‘plasma’ (sin que los periodistas puedan preguntarle). En su discurso a niega trato de favor y atribuye la información a un “linchamiento”. Además anuncia dos querellas contra profesionales de ‘eldiario.es’.

Con esto y el apoyo de Rajoy, que califica la polémica de “estéril”,  aguanta hasta la comparecencia en la Asamblea, el 4 de abril, a la que fue forzada por la oposición. Ese día se publicó que dos de las firmas del acta del trabajo de fin de máster (TFM) exhibido por Cifuentes estaban falsificadasfalsificadas. Los rumores de dimisión se dispararon pero aún así ella defendió con uñas y dientes en el Parlamento que su máster fue “legal y real”, y aunque no fue capaz de aportar nuevas pruebas, como el famoso trabajo final, logró dilatar su vida institucional gracias al balón de oxígeno de Cs. Los naranjas no pidieron su dimisión y sí una comisión de investigación. El PSOE presentó entonces una moción de censura.

La reconstrucción del acta

Al día siguiente se publicó que el tribunal que evaluó el TFM no se reunió y la URJC remitió el caso a la fiscalíafiscalía. Y la mañana después el catedrático Enrique Álvarez Conde, director del máster, reconoció que “reconstruyó el acta” por encargo del rector, orden que este niega. Por el camino llega la convención del PPconvención del PP, que el ‘caso Cifuentes’ eclipsó, para disgusto de los populares. Pese a ello, sus compañeros la rinden una sonora ovación, que le da nuevas energías, hasta que Ciudadanos endureció su postura y, el 9 de abril, comenzó a exigir su dimisióndimisión, tras el goteo de nuevas pruebas y con el argumento de que no había llegado un acuerdo con el PP sobre la comisión de investigación.

Tras esto, el caso se cobra la primera renuncia, la de la profesora Laura Nuño, cuya firma fue falsificada. La conferencia de rectores reconoce entonces “graves irregularidades” en la consecución del máster, lo que obliga a Cifuentes a mover ficha: fuentes de su entorno alegan que dará un paso atrás si Rajoy se lo pide, pero líder conservador sigue protegiéndola. El 13 de abril la universidad cesa a Álvarez Conde y cinco días después Cifuentes sorprende con la renuncia a su máster, en una carta al rector en la que pide disculpas si recibió algún trato de favor por no asistir a clase y los exámenes.

La oposición desdeña este paso y considera que no es más que la confesión de su culpabilidad, y sigue invariable con su petición de que se marche. Pero al final ha sido el robo de unas cremas, en el 2011, lo que le doblega el pulso.