el personaje de la semana

Josep Antoni Duran Lleida: La gota malaya

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TONI AIRA

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Haber sido el socio pequeño del partido de Jordi Pujol, Miquel Roca y Artur Mas, y no haber desaparecido en el intento tiene su mérito. Es lo que tiene el instinto de supervivencia política llevado a su máximo exponente. Eso es Josep Antoni Duran Lleida, que un buen día decidió mutar en partido político, o si lo prefieren, que supo cómo mutar unas siglas históricas como las de Unió en lo más parecido a él. Y así ha sido como el partido ha sobrevivido contra toda lógica, sin ser engullido por el socio grande, anexo a la figura de un político que siempre aspiró a lo máximo y no lo disimuló. El problema llega cuando este líder muestra claros síntomas de cansancio en cuanto a su proyecto personal y a las ideas que puede impulsar en el debate político. Entonces, la oportunidad y las fortalezas de una estrategia que ha dado buenos frutos durante décadas pasan a ser básicamente amenazas y debilidades, dentro y fuera de su casa.

«Los hay que se envuelven con la bandera de su país, pero Duran prefirió hacerlo con la de su partido». Lo defiende un compañero suyo de Unió que lo conoce bien desde hace mucho tiempo. «Aquí lo hemos disfrutado y lo hemos sufrido, pero desde hace ya bastantes años, sobre todo lo hemos sufrido». Y hace referencia al carácter del líder de Unió, de un punto agrio (también en el gesto) que lo ha acompañado de un tiempo a esta parte. ¿Quizás desde que empezó a ver que las cosas se le torcían y que el hacer y el vivir que había disfrutado durante años se dirigía a un final de etapa? Sea como fuere, de eso, de este ademán antipático que poco se ha preocupado de esconder, ha dado sobradas muestras en las contadas entrevistas que ha concedido en los últimos años, con capítulo especial (por el que pidió disculpas posteriormente) en una muy tensa entrevista con Ariadna Oltra, cuando ella todavía presentaba Els Matins de TV-3.

«Los medios ya no lo quieren, y lo sabe», dice un periodista que lo sigue desde hace años. Y el caso es que no parece haber querido aplicar a eso la más mínima mano izquierda. Pero en Twitter ha encontrado un aliado magnífico como alternativa a los medios tradicionales. Para la primera campaña electoral en que se presentó ya con Twitter emergiendo como canal de moda en el ámbito de la comunicación política, le abrieron una cuenta. Al acabar la campaña, se  borró. Cogió uno de aquellos disgustos que mucha gente sufre en esta red, y cortó por lo sano. Pero volvió a ella y desde ahí es noticia siempre que lo quiere y sin necesidad de tener a un periodista delante que lo contradiga o le haga preguntas incómodas.

Leña al socio

Siempre ha sabido clavar titulares. Un militante histórico de Convergència tiene claro por qué: «Su fórmula mágica: leña al socio convergente y así todos los otros partidos a reírle las gracias, para desgastarnos, especialmente los socialistas y los del PP». La sensación de que Duran ha sido su particular gota malaya, en Convergència es una de las cosas que más une.

Y es que, ciertamente, Duran, desde que empezó a principios de los años 80 del siglo pasado a ser el líder democristiano, como presidente del Comité de Gobierno de Unió, ha sido un constante factor de crisis (siempre controladas, nunca llevadas al extremo) con el socio. Esta tensión, dramática para algunos, creativa para otros, lo ha mantenido siempre en el centro del foco mediático, lo ha diferenciado del socio grande, lo ha hecho temido, a la vez que respetado y detestado por sus socios convergentes. Y esto lo ha reivindicado dentro y fuera de su partido, dentro y fuera de CiU. «Para Unió ha sido muy útil, para Convergència lo fue en algún momento, y para nuestros adversarios políticos sigue siéndolo». Lo tienen claro en su propio partido.

Roca, Puig y Rull

La hemeroteca no deja mentir, y desde los años 80 se pueden encontrar en la prensa noticias periódicas sobre el peligro de ruptura entre Unió y Convergència, con declaraciones subidas de tono entre Duran (y entorno) y los líderes convergentes del momento. Todo acostumbraba a quedar en nada de puertas afuera. De puertas adentro, Duran se reforzaba en su casa, ganaba cuotas de poder institucional o político, y en Convergència se iba calentando una militancia que por otro lado servía al líder (o aspirante) de turno para ganar simpatías y adhesiones siempre que se metía con el socio democristiano. Miquel Roca lo hizo en su día, como también Felip Puig y más recientemente Josep Rull.

No hay líder (o aspirante) convergente que se precie que no haya tirado algún dardo contra Duran. Hastael muy moderado consejero de Territori i Sostenibilitat, Santi Vila, se lo hizo venir bien para tener y no rehuir una pregunta periodística que le planteaba la siguiente elección: «¿De quién se siente más cerca, de Oriol Junqueras o de Duran Lleida?». Y fue claro: «De Junqueras». Unos cuantos puntos al saco entre la militancia y el votante convergente para el aspirante a líder. Para cosas de estas también ha sido útil el líder democristiano.

Otra cosa es que como gota malaya no haya hecho ya demasiado agujero en la paciencia de demasiada gente que hasta hace un tiempo todavía lo encontraba útil pero ahora ya básicamente lo encuentra sobre todo molesto, también en su casa.