Dietario del 20-N

Las transiciones de Mas

JOAN TAPIA

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Estuvo correcto en su discurso, la parte mas cómoda (suele tener rasgos publicitarios) del debate de política general. Este año precede a las elecciones generales. Se ha notado pero no ha anulado el tono documentado, habitual en Artur Mas.

Quizá el mayor acierto fue defender con firmeza la política de austeridad para reducir el déficit. Y la cita de los esfuerzos de la Suecia de los 90 o de Alemania -países que parece que superan algo mejor la crisis- queda ahí. Claro que hay sombras. La primera, no admitir que ha elegido hacer esa política con los votos del PP. Merecían una mención. La segunda, la ausencia total de autocrítica ante salidas de tono, como la de la renta mínima de este verano. Mientras, ayer, Mas defendía el rigor, el conseller de Benestar Social i Família hablaba de valores y dejaba de pagar «temporalmente» -faltaría más- a algunos geriátricos. Interesante la exposición sobre la creación de empleo, la Formación Profesional, la educación y las universidades.

En otros asuntos estuvo más vago, a veces escurridizo. Hablar de un inconcreto y vaporoso impuesto sobre las grandes fortunas tras haber abolido el tributo de sucesiones para el 4% más acomodado, y tras criticar el retorno de la tasa de patrimonio (para dos millones de euros) no liga. Tampoco es lógico que dedique más tiempo a las infraestructuras que dependen del Estado que a los problemas en las de la Generalitat. Y no le oí ni una sola palabra sobre el almacén de residuos nucleares de Ascó. Hay elecciones generales, pero es presidente de la Generalitat.

La guinda fue la «transición nacional» que desemboca ahora en el pacto fiscal, con mención al concierto (guiño a ERC). Reconocer que en los últimos 30 años se ha avanzado mucho en el autogobierno pero que todo se viene abajo por la sentencia del Estatut o la reforma constitucional -que no es, como dice, una cesión a una potencia europea, porque hay que poder pagar las facturas del Estado del bienestar- es absurdo.

Por supuesto que Catalunya no debe renunciar a nada y debe ir unida a Madrid. Sin embargo, ello exige pactar con los otros, no quererles imponer el programa. Más Europa, sí. Más Catalunya, también. Pero, entonces, ¿puede ayudar Catalunya a una Europa federal planteando -o «transitando»- un nuevo problema en Europa?