MIRADOR

La suma del PSC

VICENÇ Villatoro

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Como sucede en los países complejos y maduros, los dos grandes partidos de Catalunya, PSC y CiU, se crearon por la confluencia de sectores heterogéneos, con sensibilidades diferentes. El PSC se creó sumando personas y tradiciones varias -por ejemplo, en su vivencia del catalanismo-, pero que tenían en la socialdemocracia el punto de encuentro. CiU se creó con gente de sensibilidades sociales varias -liberales, demócrata-cristianos, socialdemócratas- que tenían el punto de encuentro en el catalanismo. Ambos se sienten cómodos cuando hablan de aquello que los unifica -la socialdemocracia en el caso del PSC, el catalanismo en el caso de CiU- y más incómodos cuando hablan de aquello en lo que existen sensibilidades diferentes en su interior.

Hoy el problema lo tiene el PSC. Y el problema del PSC no son los resultados electorales. En todo caso, la derrota es la consecuencia del problema. A lo largo de treinta años, a pesar de tener una historia de éxitos electorales, el PSC no ha logrado que de la misma forma que la socialdemocracia es un punto de encuentro de todos, lo fuera también una visión compartida del catalanismo. Ha hecho ver que proclamarse federalista era ese punto de encuentro, pero este concepto -más teórico que emotivo- no ha unificado sus diferentes sensibilidades.

Como consecuencia, el PSC se encuentra cómodo cuando habla de socialdemocracia, pero incómodo cuando se habla de catalanismo, de temas identitarios, de sensibilidades nacionales. Porque las fronteras entre sensibilidades le pasan por en medio, están en su interior. El país ha cambiado. El debate sobre el Estatut, la aparición de la catalanofobia política, el incremento sentimental del independentismo, han hecho que se hablara mucho de catalanismo. Que se pusiera en el centro del debate. Que se tirara de la cuerda. Cuando esta cuerda se tensa en este país, crecen por los extremos los partidos estrictamente identitarios: Laporta y Ciutadans. CiU resiste el tirón, porque el catalanismo es su aglutinador interno. Sin embargo, el PSC sufre, porque la cuerda se tensa también en su interior.

No se trata de una entre dos almas del PSC. Si el país discute qué quiere ser cuando sea mayor, el PSC también tiene que decidirlo. Sensibilidades que años atrás podían convivir -sin confundirse- porque el debate era otro, hoy tiran en direcciones contrarias, porque la cuerda se ha tensado. El viejo PSC, con su positiva ambigüedad, hoy ya no es posible. La suma de heterogéneos se debe plantear de nuevo. Hay que encontrar un punto de confluencia en el interior del PSC sobre la cuestión nacional, que sume a diferentes. Con el riesgo de que a estas alturas sean tan diferentes que ya no sea posible sumarlos.