El aumento de la desafección política

Respeto a los ciudadanos

La buena política y un buen liderazgo empujarán a reequilibrar la economía y cohesionar la sociedad

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MARIA EUGÈNIA CUENCA

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El comportamiento político y los valores son inseparables. Ambos conforman la buena política al servicio de los ciudadanos. ¿Qué práctica se ha hecho de ello?

Desde el president Macià, los tres presidentes de la Generalitat, Jordi Pujol, Pasqual Maragall y José Montilla, han formulado las mismas premisas para determinar el futuro de Catalunya: «Queremos una Catalunya económicamente próspera, socialmente justa, políticamente libre y espiritualmente gloriosa».

Hoy, como ayer, es vigente la definición del modelo, pero, de tanto predicarlo, sin dotar de contenido cada uno de los valores, sin practicarlos, o ignorarlos, ha perdido su credibilidad, su sentido, que, sin grandes explicaciones, todos sabían interpretar. Era un clima de confianza política, de algunas decepciones, cierto, pero en general los ciudadanos se sentían atendidos y compartían con los políticos buena parte de sus decisiones.

Hace ya más de una década que los electores se distanciaron de sus políticos, y, aunque fue más patente, y antes, en Madrid, en Catalunya la desafección es mucho mayor y muy extendida en todas partes, y vamos aumentando los índices de baja participación de nuestros ciudadanos en las contiendas electorales.

Ahora estamos en una nueva campaña para decidir quién gobernará Catalunya los próximos cuatro años ejerciendo, practicando, una buena política. Pasamos revista a los cuatro años del Govern tripartito, que no de Entesa, presidido por Montilla -la legislatura del Govern del president Maragall ya fue valorada en el 2006-, así como al comportamiento y compromiso de los políticos.

CiU ganó las elecciones, pero los escaños atribuidos legalmente no bastaron para presidir la Generalitat. Artur Mas se quedó por segunda vez como jefe de la oposición, pues la suma de los escaños obtenidos por el PSC, ERC e ICV-EUiA suponía una mayoría absoluta en el Parlament.

En el 2006, como en el 2003, se habló reiteradamente de la legalidad del acuerdo entre los tres partidos así como de su legitimidad. No puedo dejar de recordar el cansancio que me producía tanto hablar y hablar de legitimidad. Cuando estudiaba Derecho, me entretuve en profundizar en la teoría política que desarrolla la legitimidad de los acuerdos para formar gobierno cuando estos proceden de partidos ideológicamente parecidos. Ergo, ¿las ideologías dispares -tanto como las de los tres partidos mencionados- eran concertantes? ¿Cómo se gestó el acuerdo de la coalición? Está claro que disertar ahora sobre la legitimidad sería un tostón y además «ya ha pasado la riada».

Nadie se refirió a ello ni tan solo para reflexionar y abrir el debate, y mira que politólogos los hay, y no sólo en las universidades, sino también en los medios de comunicación. Hubo, desde el inicio, falta de transparencia y mucha celebración arrogante. ¡Ah! ¡Y mucho organigrama departamental!

Durante estos últimos cuatro años de gobierno tripartito, legal y legítimo, ¿cuál ha sido el comportamiento político y qué valores han llevado a cabo?

Presencia pública. La imagen de los representantes de cada uno de los tres partidos en los actos públicos, inauguraciones, recepciones -hablando los tres de lo mismo para no perder su turno o, dicho a la manera de Alfonso Guerra, para no perder la ocasión de salir en la foto- produce fatiga. ¿Es que no han sido capaces ni tan siquiera de concertar en esos foros un solo contenido político y un solo portavoz representativo de todo el Govern?

Acción política. Además de la negativa valoración que le dan las encuestas oficiales -CIS- y las de otros grupos privados, la percepción que cada uno de nosotros tenemos, o la de una notable mayoría de ciudadanos, es la de un Govern que no ha practicado la buena política, que se ha eternizado en la adopción de acuerdos trascendentales para el desarrollo económico y social por el solo interés electoral y partidista, sin atender, por tanto, a la finalidad de interés y servicio público, en desunión, sin cohesión, en general sin sentido institucional, y sin cumplir los compromisos de sus programas electorales, que son tan contrapuestos como sus tres ideologías.

Cultura de coalición. Ante las críticas por los rifirrafes y el parón en la acción de gobierno, nos decían que no teníamos cultura de coalición. ¿Qué cultura de gobierno de coalición es adoptar acuerdos colegiales y contradecirlos después? Es un simulacro de gobierno y un espejismo de coalición. Todavía juntos en el salón, en campaña electoral, se niegan los tres por separado.

Es del agrado del Govern tripartito hacer propaganda, en conjunto y por separado, de la gestión desarrollada durante las dos legislaturas. En periodo electoral pueden servir la falta de rigor, las grandes cifras y las proclamas, pero solo el rigor es requisito sine qua non para una buena política de gestión pública.

Otra forma de gobernar. El peregrinaje político descrito no ha resultado una alternativa de gobierno. Los electores podemos cambiar el Gobierno y exigir buena práctica, eficacia y rigor. La buena política y un buen liderazgo nos ayudarán, nos darán un empujón para reequilibrar la economía y cohesionar la sociedad. Exconsellera de Governació y abogada.