Transporte público
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Otro caos de Rodalies

Es lógico que sigan las dudas entre robo y sabotaje. No es tan justificable el intercambio de reproches a pie de urna

La estación de Montcada Bifurcació, tras el robo de cobre que ha paralizado todas las líneas de Rodalies de Catalunya

La estación de Montcada Bifurcació, tras el robo de cobre que ha paralizado todas las líneas de Rodalies de Catalunya / ZOWY VOETEN

Si no fuese porque los usuarios del servicio de la red de Rodalies ya tienen colmada su capacidad de asombro, irritación e incomodidad, la suspensión de todo el servicio tras el incidente del domingo en Montcada-Bifurcació habría suscitado un escándalo mucho mayor del que ya ha supuesto. Aún no se puede prever cuáles serán las consecuencias precisas, hasta qué punto serán suficientes las medidas alternativas ya puestas en marcha y a qué ritmo se podrán seguir recuperando los itinerarios y frecuencias, en un proceso progresivo que ya empezó este lunes. Pero la malhumorada resignación forma parte ya, tras décadas de promesas, del manual de uso del transporte público ferroviario. Como forma parte del paisaje, también, el intercambio de acusaciones entre administraciones sobre cuáles son las causas, responsabilidades y soluciones tras cada incidente.

Es perfectamente lógico que existan dudas, aún más, sospechas, sobre si el robo de un pequeño tramo de cable de apenas unos metros, pero estratégicamente situado en un punto capaz de hacer saltar la instalación eléctrica de toda la red de Rodalies en un instante, y justo en jornada electoral, obedece a una acción de sabotaje o a uno de los actos de saqueo que se suceden diariamente. No lo es tanto que las distintas administraciones se precipiten sin apenas respiro a apuntar hacia la explicación que más fácilmente les permita desviar la responsabilidad en otra dirección. La necesidad de mejorar el servicio de transporte público del que depende la movilidad de cientos de miles de catalanes ha sido un argumento más que justificado de campaña, y de la política de pactos de los últimos meses. Y visto lo sucedido, también deberá convertirse en objeto de debate la búsqueda de soluciones para extremar la vigilancia, y la capacidad de perseguir policial y penalmente a las bandas que convierten el robo de cable de una infraestructura básica en un lucrativo negocio. No es tan ejemplar en cambio que se haya convertido lo sucedido este domingo (sea latrocinio o sabotaje) en motivo de zafarrancho a pie de urna. Cabe recordar que el cúmulo de incidencias en Rodalies se debe en parte a los retrasos endémicos en las inversiones necesarias para mejorar la fiabilidad y la capacidad del servicio. Pero también a las restricciones y provisionalidades asociadas precisamente a las obras de mejora que, en medio de polémicas, han ido sucediéndose. Y hay otros problemas que se deben a causas externas: hace unas semanas publicábamos que el 30% de las incidencias se deben a ellas, desde gamberrismo a robo de cables de cobre o fenómenos meteorológicos. 

El día en que se haga efectivo el traspaso casi integral de Rodalies al Govern los problemas de la red no se solucionarán de un día por otro. E incluso es muy probable que muchos de ellos, derivados de una estructura que concentra en dos túneles que cruzan Barcelona todos los recorridos de la región metropolitana, lo que replica y multiplica cualquier incidencia, interna o externa, sigan reapareciendo, a medio y largo plazo. Sean cuales sean las inversiones que se viertan, el material móvil que se incorpore o los cambios en la gestión del tráfico ferroviario. Es previsible que la herencia recibida siga sirviendo como explicación a cualquier incidente durante un tiempo indefinido, o que se tenga la tentación de cambiar al instante el destinatario de las críticas. Pero no siempre serán esas las explicaciones más precisas.