Caleidoscopio
Julio Llamazares

Julio Llamazares

Escritor y guionista. Autor de 'Luna de lobos', 'La lluvia amarilla', 'Cuaderno del Duero' y 'Atlas de la España imaginaria'.

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Jugar con fuego

Se argumenta por los partidos de la oposición que la crispación es culpa del Gobierno y de los partidos que lo sustentan, pero llama la atención que los agredidos e insultados sean casi siempre de ese Gobierno y de esos partidos. Algo no cuadra aquí

La presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, ofrece una rueda de prensa tras la reunión del Consejo de Gobierno, que de forma extraordinaria se celebra en el Ayuntamiento de Alcobendas, a 10 de abril de 2024, en Alcobendas, Madrid (España).

La presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, ofrece una rueda de prensa tras la reunión del Consejo de Gobierno, que de forma extraordinaria se celebra en el Ayuntamiento de Alcobendas, a 10 de abril de 2024, en Alcobendas, Madrid (España). / Gustavo Valiente - Europa Press

Tomaba yo el otro día café con unos amigos en una terraza de Madrid cuando aparecieron, de pronto, varios furgones de antidisturbios que se detuvieron cerca de nosotros. Al parecer, había convocada una manifestación contra la presidenta madrileña, Isabel Díaz Ayuso, por las desafortunadas declaraciones que la presidenta hizo en defensa de su novio, denunciado por fraude fiscal, y la policía tomaba posiciones en previsión de incidentes. Me lo hizo saber la señora del matrimonio que ocupaba la mesa contigua y a la que le pregunté qué ocurría, al ver que acababa de hablar con un grupo de antidisturbios que entraron a tomar café en el bar. Por si me quedaran dudas, me hizo saber que ella votaba a Isabel Díaz Ayuso, a lo que mis amigos y yo le respondimos que nosotros no. Nunca lo habríamos hecho de no haberse adelantado ella. Ante nuestro estupor y con gran vehemencia nuestra vecina de terraza nos dijo que si éramos comunistas (entre la presidenta madrileña y el comunismo no hay, parece, para ella ningún escalón ideológico intermedio) “nos fuéramos a vivir a Nicaragua”, algo que uno de mis amigos, alemán, no entendió hasta que se lo explicamos. La cosa no terminó ahí. Cuando abandonó su mesa, la señora se me acercó, me miró con odio y me espetó retadora (su marido había entrado en el bar a pagar la cuenta): “¡Ojo a quién votas!”. Ni yo la conocía ni ella me conocía a mí.

Hace ya tiempo que vengo advirtiendo que la crispación en la política nacional se está extendiendo a la sociedad y no solo a esas redes en las que la impunidad y el anonimato animan a los que se manifiestan en ellas a hacerlo sin ningún filtro, al revés, sino también en la calle misma, donde durante años la gente se expresaba con cierto respeto salvo excepciones. Esta semana, sin ir más lejos (y sin pretender hacer una relación exhaustiva), un militante de Vox agredió al exalcalde socialista de Ponferrada ante la sede de su partido y otra compañera suya, la eurodiputada Iratxe García, veía cómo su casa aparecía con pintadas insultantes y amenazas (no hace mucho le rajaron las ruedas del coche) mientras que el candidato del PNV a presidir el Gobierno de Euskadi era atacado por un individuo con gas pimienta y hasta el presidente y la vicepresidenta del Gobierno de España eran insultados, uno en el trascurso de una visita al Hospital Central de Asturias en Oviedo y la otra en la Feria de Abril de Sevilla, a la que parece que no tiene derecho a ir. Se argumenta por los partidos de la oposición que la crispación es culpa del Gobierno y de los partidos políticos que lo sustentan, pero llama la atención que los agredidos e insultados sean casi siempre de ese Gobierno y de esos partidos. Algo no cuadra aquí.

Lo peor de lo que está ocurriendo, con ser grave por sí mismo, es que la sociedad española esté normalizando unos comportamientos que hasta hace poco eran inaceptables para la mayoría. Tiene que ver con la normalización del insulto y el odio en las redes sociales, pero también con el comportamiento de muchos políticos, no todos, que han convertido las sedes de nuestros parlamentos (los templos de la democracia, no lo olvidemos) en graderíos de fútbol, donde todo parece poder decirse sin consecuencias. Hay un partido del que uno no espera moderación, pues están en su ideología el odio y la falta de respeto al adversario, pero de otros cabría esperar una reflexión sobre lo que está sucediendo, pues están en peligro la paz social y la democracia misma. Con la condena verbal de los casos puntuales no basta.